Por Carlos Páez de la Torre H
05 Diciembre 2012
EL "ENSAYO" DEL DEÁN FUNES. Portada de la segunda edición de un libro que constituye uno de los primeros trabajos historiográficos argentinos. LA GACETA / ARCHIVO
El célebre deán Gregorio Funes (1749-1829) proporciona una versión de la batalla de Tucumán, apenas cuatro años después de librada. Lo hizo en su "Ensayo de la historia civil de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay" (1816-17), uno de los primeros trabajos historiográficos argentinos.
Expresa Funes que "tres mil hombres con piezas de artillería, mandados por el general D. Pío Tristán, hijo de Arequipa y segundo de Goyeneche, cargaron sobre nuestro ejército del Tucumán, que sólo constaba de mil y seiscientos soldados. En los oídos de la mayor parte iba a resonar por primera vez el silbido de las balas. Sólo en el cálculo del juicio más osado podía caber la esperanza de la victoria".
Sigue Funes. "A pesar de esto, el general Belgrano, que poseía la dulzura más insinuante con la equidad más rígida, y el arte de penetrar los designios del enemigo ocultando los suyos, al frente de una tropa unida al vecindario, en quienes obraba con toda energía el amor a la libertad, supieron darnos este prodigio". Funes destacaba "la intrepidez" del coronel Juan Ramón Balcarce y de los demás oficiales que "se hicieron dignos del reconocimiento de la patria", en esa jornada.
Agregaba que "el enemigo buscó un nuevo ultraje al día siguiente". Y, "vencido como estaba, sin artillería, municiones ni bagaje, tuvo el atrevimiento de intimar rendición al pueblo, donde se había retirado la infantería con parte de la caballería".
Pero, "el mayor general, D. Eustoquio Díaz Vélez, que la mandaba, era uno de esos hombres cuya existencia siempre había estado unida a la de la patria" y, "con su respuesta enérgica, deshizo su débil esperanza y lo obligó a una confusa y vergonzosa retirada".
Expresa Funes que "tres mil hombres con piezas de artillería, mandados por el general D. Pío Tristán, hijo de Arequipa y segundo de Goyeneche, cargaron sobre nuestro ejército del Tucumán, que sólo constaba de mil y seiscientos soldados. En los oídos de la mayor parte iba a resonar por primera vez el silbido de las balas. Sólo en el cálculo del juicio más osado podía caber la esperanza de la victoria".
Sigue Funes. "A pesar de esto, el general Belgrano, que poseía la dulzura más insinuante con la equidad más rígida, y el arte de penetrar los designios del enemigo ocultando los suyos, al frente de una tropa unida al vecindario, en quienes obraba con toda energía el amor a la libertad, supieron darnos este prodigio". Funes destacaba "la intrepidez" del coronel Juan Ramón Balcarce y de los demás oficiales que "se hicieron dignos del reconocimiento de la patria", en esa jornada.
Agregaba que "el enemigo buscó un nuevo ultraje al día siguiente". Y, "vencido como estaba, sin artillería, municiones ni bagaje, tuvo el atrevimiento de intimar rendición al pueblo, donde se había retirado la infantería con parte de la caballería".
Pero, "el mayor general, D. Eustoquio Díaz Vélez, que la mandaba, era uno de esos hombres cuya existencia siempre había estado unida a la de la patria" y, "con su respuesta enérgica, deshizo su débil esperanza y lo obligó a una confusa y vergonzosa retirada".
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