Sin vergüenza
"Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad", recomendaba el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.

El 6 de junio, en medio de una fuerte polémica por su candidatura al frente de la Procuración General de la Nación, Daniel Reposo disertaba en el teatro San Martín, junto a la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich: "La foto de Barbarita cambió totalmente. En Tucumán ha habido crecimiento con inclusión social", decía. Luego agregaba: "Si hay una provincia que ha dado el ejemplo en cuanto a transparencia y gestión en el país, es sin dudas Tucumán, donde ya no se trabaja con punteros políticos". Y cerraba su discurso volviendo a referirse a Barbarita: "Tucumán ha dado vuelta la historia con esta batalla cultural".

Es probable que Reposo hubiera visto el informe de la Televisión del Gobierno, presentado diez meses antes, en agosto de 2011, titulado "Barbarita hoy: La nena que sufría desnutrición hace nueve años".

Barbarita Flores es una niña descubierta por LA GACETA en abril de 2002, luego de que un docente contó que se desmayaba de hambre en la escuela. El país atravesaba una de sus peores crisis económicas y políticas de la historia y el diario comenzaba a reflejar los estragos que la desnutrición estaba causando entre miles de chicos tucumanos. Durante el gobierno de Julio Miranda se documentaron al menos 22 niños muertos por desnutrición en Tucumán.

Barbarita se convirtió en un ícono nacional de esa época nefasta, luego de que apareciera llorando en el programa de Jorge Lanata, en mayo de 2002.

Nueve años después el gobierno la exhibía como un ejemplo de "los progresos del modelo". Nada hubiera perturbado el relato oficial si la naturaleza no hubiera destrozado decenas de precarias casillas en el barrio Néstor Kirchner, donde ahora vive Barbarita, hoy con 18 años.

LA GACETA volvió a visitarla y reveló que la "batalla cultural" a la que hacían referencia Reposo y la senadora Rojkés era apenas una casilla de madera con piso de tierra que no soportaba una tormenta.

Sin demoras, el gobierno envió una cuadrilla que no sólo reconstruyó la vivienda de Barbarita en pocos días sino que además la hicieron más grande y más sólida para que, como en el cuento de los tres chanchitos, no pudiera derrumbarse con un soplido.

En un barrio donde viven 650 familias y el temporal destrozó decenas de casas el gobierno mandó a reconstruir, ampliar y mejorar una sola: la de la chica famosa que aparece en el diario y en la TV. La ira no tardó en contagiarse entre los vecinos y una vez más fueron pobres contra pobres, la estrategia que más tranquiliza a los que reinan.

Y volvió Lanata. Y en su programa Barbarita contó que pese a negarse casi la obligaron a "darle las gracias a la Presidenta" por su progreso y por una netbook que hace rato no funcionaba. Dijo también que su aparición en la TV del Gobierno le costó el asiento en la escuela: tuvo que abandonar sus estudios, marginada por sus compañeros. Otra vez el precio de la fama. La triste fama.

Se fue Lanata y volvieron las agresiones. En este Tucumán donde "ya no se trabaja con punteros políticos" aparecieron hombres armados en la casa del padre de Barbarita. Le arrojaron piedras, le gatillaron con un revólver pero el disparo no salió y entonces lo hirieron con una punta. "Dejá de hacer pasar vergüenza al barrio", le advirtieron al padre. Y será porque como sostenía George Bernard Shaw, "cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber".

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