11 Noviembre 2012
"Nunca un legislador visitó en la cárcel áreas de máxima seguridad ni baños"
Varios casos de violadores reincidentes reflotaron la discusión acerca de la función de la cárcel. ¿Debe castigar o debe resocializar? Ex presos dan testimonio de un sistema que sigue guiado más por el castigo que por la rehabilitación
PRIMERA PERSONA. Flavio M. estuvo dos veces en la cárcel, por drogas; dice que la cárcel no rehabilita a nadie; y denuncia el infierno de la máxima seguridad. LA GACETA / FOTO DE ANALíA JARAMILLO
"Si usted va mañana a máxima (seguridad, en el penal de Villa Urquiza), no va a encontrar una máxima como la que le estoy contando. Ese día van a hacer una buena comida, kipe con puré, y va a entrar a los baños; y estará todo limpio, porque va usté. Cuando va gente importante, del Gobierno, está todo limpio. Nunca un legislador ha entrado a los baños de la cárcel, donde entran mi hermana, mi mamá, ni a la máxima seguridad ...".
Flavio M. tiene 34 años y dos entradas en la cárcel. De la primera se hace cargo. Fue en 2001, por venta y tenencia de drogas: pasó dos años encerrado. En 2010 volvió a caer, y jura que en parte fue por portación de prontuario y en parte por "una causa armada". Entre rejas un año y nueve meses; salió el 23 de diciembre del año pasado, y confía en que el juez lo absolverá.
Flavio dice que la cárcel es un infierno, del que ha salido con mucha bronca. Asegura que entre la cárcel de 2001 y la del año pasado hay una diferencia abismal, tanto en las comidas como en las actividades recreativas ("no hay ni una pelota"), en el trato con los empleados, en la escasa atención psicológica y en la actividad laboral intramuros que hoy es casi nula. "Te pasás un poquito: 'vamos a máxima...'. Lo meten en una celda sin baño; y no te dan ni lavandina... Al otro día, a las 7, llegan y tiene que estar tendida la cama. ¿Porqué tenés sucia la celda? A máxima", cuenta.
Dice que lo llevaron porque le encontraron un celular. "Y no lo puede tener, pero el que lo paga, lo tiene; como la droga, pastillas, marihuana". "En la máxima te atan de pies y manos... A Amín (Pablo, que descuartizó a su esposa), lo han tenido atado 15 días de pies y manos. La máxima es algo infrahumano".
Casos límite
Casos como el de Amín, y como los de los violadores "seriales" como los que últimamente han estallado en la Argentina, devuelven el debate acerca de si la cárcel resocializa. Hace menos de un mes, la Justicia tucumana condenó a 25 años de prisión a un hombre, por la violación de cinco niñas. Si la cárcel, en su estado actual, no sirve para resocializar en casos menos complejos, menos puede hacer en casos como los de un violador, que requiere un andamiaje terapéutico especializado y que ni siquiera así garantiza rehabilitación, cuando alguna vez salga en libertad, afirman funcionarios judiciales.
Otro testimonio de que la cárcel no hace escuela. En el relato de Juan A. (50) el tono calmo no aplaca una biografía dramática. Padre de cuatro varones, y de una mujer de 23 años que murió cuando él estaba en el penal de Concepción, cuenta que cayó preso porque andaban buscando a dos de sus hijos, "por droga".
"Me han llevado porque levanté la mano diciendo que soy el dueño de casa. Los fiscales escuchan una sola campana: la de la Policía. Yo he pasado dos años y tres meses por nada; en el juicio me han dejado en libertad, 'por duda', en diciembre de 2011", apunta.
Ironía: en la cárcel no se aburría. Tampoco en ese penal había casi nada que hacer, "salvo limpiar un poco el piso, o hacer algo con madera, cuando había". Pero compartía sus largas horas carcelarias con sus cuatro hijos, todos ellos adictos. "El de 30 y el de 28 están saliendo con el permiso laboral; están trabajando, pero son consumidores, y la cárcel no los ha ayudado nada. Al juez le he pedido ayuda para rehabilitarlos, pero nunca ha llegado ayuda", afirma; sin perder el tono calmo, opina que a él no le pasará lo que a muchos ex presos que no consiguen trabajo al salir, porque él es hábil en tareas de albañilería.
Tiempos muertos
Como Flavio, Juan y sus hijos han sido presos federales, porque la Justicia Federal es la que entiende en causas de narcotráfico. "En unos años las causas van a ser todas federales; es que el que robaba una distribuidora de gaseosas ahora vende droga", sentencia Flavio.
En la justicia Federal, el defensor Oficial, Ciro Lo Pinto, se despacha. "La cárcel no cumple con la función marcada en la Constitución. Antes, si bien era un lugar de encierro, se les proponía a las personas privada de su libertad un espacio de producción. Hoy, no. Las autoridades me han dicho que están tratando de que vuelvan las actividades. La cárcel tiene que resocializar, no castigar".
Cuando LA GACETA le preguntó al director de Institutos Penales, Roberto Guyot, si cree que la cárcel resocializa, dijo que sí, que de otra manera "no estaría en ese cargo".
"Sí existe; el Estado puede colaborar, pero en definitiva es una decisión muy personal alejarse del delito y rehacer la vida. Depende de la persona, en su momento hace el clic, y las actividades influyen en la resocialización, en la educación que tenga, en factores espirituales. Todos quieren tener actividades, pero eso no indica ganas de resocializarse. Hay talleres, un programa muy fuerte de educación primaria, hacen ladrillos, mimbrería, panadería, talabartería, carpintería. El tiempo lo puede ocupar, pero la resocialización es interna".
LA GACETA le señala que muchos testimonios indican la presencia de drogas en el penal. "Mire lo que me pregunta", responde. Y concluye: "se dicen muchas cosas, pero de ahí a que esto sea cierto, dista de ser así, nosotros tratamos de ajustarnos lo más posible a la ley".
Flavio dice que la cárcel es un infierno, del que ha salido con mucha bronca. Asegura que entre la cárcel de 2001 y la del año pasado hay una diferencia abismal, tanto en las comidas como en las actividades recreativas ("no hay ni una pelota"), en el trato con los empleados, en la escasa atención psicológica y en la actividad laboral intramuros que hoy es casi nula. "Te pasás un poquito: 'vamos a máxima...'. Lo meten en una celda sin baño; y no te dan ni lavandina... Al otro día, a las 7, llegan y tiene que estar tendida la cama. ¿Porqué tenés sucia la celda? A máxima", cuenta.
Dice que lo llevaron porque le encontraron un celular. "Y no lo puede tener, pero el que lo paga, lo tiene; como la droga, pastillas, marihuana". "En la máxima te atan de pies y manos... A Amín (Pablo, que descuartizó a su esposa), lo han tenido atado 15 días de pies y manos. La máxima es algo infrahumano".
Casos límite
Casos como el de Amín, y como los de los violadores "seriales" como los que últimamente han estallado en la Argentina, devuelven el debate acerca de si la cárcel resocializa. Hace menos de un mes, la Justicia tucumana condenó a 25 años de prisión a un hombre, por la violación de cinco niñas. Si la cárcel, en su estado actual, no sirve para resocializar en casos menos complejos, menos puede hacer en casos como los de un violador, que requiere un andamiaje terapéutico especializado y que ni siquiera así garantiza rehabilitación, cuando alguna vez salga en libertad, afirman funcionarios judiciales.
Otro testimonio de que la cárcel no hace escuela. En el relato de Juan A. (50) el tono calmo no aplaca una biografía dramática. Padre de cuatro varones, y de una mujer de 23 años que murió cuando él estaba en el penal de Concepción, cuenta que cayó preso porque andaban buscando a dos de sus hijos, "por droga".
"Me han llevado porque levanté la mano diciendo que soy el dueño de casa. Los fiscales escuchan una sola campana: la de la Policía. Yo he pasado dos años y tres meses por nada; en el juicio me han dejado en libertad, 'por duda', en diciembre de 2011", apunta.
Ironía: en la cárcel no se aburría. Tampoco en ese penal había casi nada que hacer, "salvo limpiar un poco el piso, o hacer algo con madera, cuando había". Pero compartía sus largas horas carcelarias con sus cuatro hijos, todos ellos adictos. "El de 30 y el de 28 están saliendo con el permiso laboral; están trabajando, pero son consumidores, y la cárcel no los ha ayudado nada. Al juez le he pedido ayuda para rehabilitarlos, pero nunca ha llegado ayuda", afirma; sin perder el tono calmo, opina que a él no le pasará lo que a muchos ex presos que no consiguen trabajo al salir, porque él es hábil en tareas de albañilería.
Tiempos muertos
Como Flavio, Juan y sus hijos han sido presos federales, porque la Justicia Federal es la que entiende en causas de narcotráfico. "En unos años las causas van a ser todas federales; es que el que robaba una distribuidora de gaseosas ahora vende droga", sentencia Flavio.
En la justicia Federal, el defensor Oficial, Ciro Lo Pinto, se despacha. "La cárcel no cumple con la función marcada en la Constitución. Antes, si bien era un lugar de encierro, se les proponía a las personas privada de su libertad un espacio de producción. Hoy, no. Las autoridades me han dicho que están tratando de que vuelvan las actividades. La cárcel tiene que resocializar, no castigar".
Cuando LA GACETA le preguntó al director de Institutos Penales, Roberto Guyot, si cree que la cárcel resocializa, dijo que sí, que de otra manera "no estaría en ese cargo".
"Sí existe; el Estado puede colaborar, pero en definitiva es una decisión muy personal alejarse del delito y rehacer la vida. Depende de la persona, en su momento hace el clic, y las actividades influyen en la resocialización, en la educación que tenga, en factores espirituales. Todos quieren tener actividades, pero eso no indica ganas de resocializarse. Hay talleres, un programa muy fuerte de educación primaria, hacen ladrillos, mimbrería, panadería, talabartería, carpintería. El tiempo lo puede ocupar, pero la resocialización es interna".
LA GACETA le señala que muchos testimonios indican la presencia de drogas en el penal. "Mire lo que me pregunta", responde. Y concluye: "se dicen muchas cosas, pero de ahí a que esto sea cierto, dista de ser así, nosotros tratamos de ajustarnos lo más posible a la ley".
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