22 Octubre 2012
La lectora Melina Yacumo, de 25 años, envió una carta a la redacción de LA GACETA para repudiar la experiencia que vivió este fin de semana, en un boliche de la capital, del cual fue sacada por la fuerza por un portero, tras cuestionar la situación de "discriminación" a la que estaba siendo sometida una amiga suya, según su relato. La joven convocó, además, mediante Facebook, a una noche sin boliches para protestar por las situaciones de exclusión en Tucumán. A continuación, el texto completo:
El fin de semana, con mis amigas, decidimos salir a bailar. Fuimos a un lugar ubicado en Santa Fe al 2.300, de esta capital. Entramos sin mayores problemas, con una lista que habíamos mandado. A eso de la 1.45, una amiga me manda un mensaje. Me dice que estaba afuera y me pide que salga.
Voy a ver qué pasaba y me cuenta que no podía entrar. Ella estaba con dos personas más. Me acerco al jefe de seguridad y le pregunto por qué no podían pasar, y me responde que necesitaban invitación. Le digo que yo acababa de entrar sin ninguna, sólo con la lista, y me responde que mis amigas no estaban en la lista. Le digo que sí, que se fije... Me seguía respondiendo que no estaban, sin siquiera buscar sus nombres.
Seguimos discutiendo y, finalmente, dice que sólo entraban clientes que van siempre. Le contesto que acababa de entrar sin problemas y sin ser habitual. La verdad, era la segunda vez en mi vida que pisaba ese lugar. Después de un rato de discutir, cansada, me acerco a la boletería y le pregunto a la chica si se compraban las entradas. Me dice que sí, y me da los diferentes precios. Le pregunto si había alguna invitación y me contesta que no.
Entonces salgo de nuevo y le cuento esto al jefe de seguridad, que empieza a enojarse y a tratarme mal. Le digo que sólo eran excusas las que estaba dando y que lo que estaba haciendo era discriminar. Le digo a mi amiga que no entre a un lugar así, que era mejor irse. Y el hombre, que estaba al lado, me agarra del brazo y me empuja hasta la salida diciéndome: "ya mismo te vas vos de acá".
Yo le respondo que me suelte, que no tiene ningún derecho a sacarme así y que me al menos me deje entregarles a mis amigas que estaban adentro todas las cosas que les tenía en mi bolso. Pero era inútil, el señor este sólo se me reía y me gritaba. Por supuesto que ninguna de las personas que estaba ahí hizo algo... nadie se metió.
Los boliches funcionan gracias a las personas que asisten. Entonces, somos nosotros los que tenemos el poder para cambiar las cosas. No pretendo que se cierre algún lugar. O que alguien quede sin trabajo. Simplemente creo que no podemos seguir guardando silencio y avalando estas formas de discriminación.
Una noche que nadie asista a estos lugares puede significar un llamado de atención. Nosotros también somos responsables de todo esto. ¿Hasta cuándo vamos a seguir naturalizando frases como "No pasás porque sos negrito?". ¿Este es el mundo que queremos? LA GACETA ©
El fin de semana, con mis amigas, decidimos salir a bailar. Fuimos a un lugar ubicado en Santa Fe al 2.300, de esta capital. Entramos sin mayores problemas, con una lista que habíamos mandado. A eso de la 1.45, una amiga me manda un mensaje. Me dice que estaba afuera y me pide que salga.
Voy a ver qué pasaba y me cuenta que no podía entrar. Ella estaba con dos personas más. Me acerco al jefe de seguridad y le pregunto por qué no podían pasar, y me responde que necesitaban invitación. Le digo que yo acababa de entrar sin ninguna, sólo con la lista, y me responde que mis amigas no estaban en la lista. Le digo que sí, que se fije... Me seguía respondiendo que no estaban, sin siquiera buscar sus nombres.
Seguimos discutiendo y, finalmente, dice que sólo entraban clientes que van siempre. Le contesto que acababa de entrar sin problemas y sin ser habitual. La verdad, era la segunda vez en mi vida que pisaba ese lugar. Después de un rato de discutir, cansada, me acerco a la boletería y le pregunto a la chica si se compraban las entradas. Me dice que sí, y me da los diferentes precios. Le pregunto si había alguna invitación y me contesta que no.
Entonces salgo de nuevo y le cuento esto al jefe de seguridad, que empieza a enojarse y a tratarme mal. Le digo que sólo eran excusas las que estaba dando y que lo que estaba haciendo era discriminar. Le digo a mi amiga que no entre a un lugar así, que era mejor irse. Y el hombre, que estaba al lado, me agarra del brazo y me empuja hasta la salida diciéndome: "ya mismo te vas vos de acá".
Yo le respondo que me suelte, que no tiene ningún derecho a sacarme así y que me al menos me deje entregarles a mis amigas que estaban adentro todas las cosas que les tenía en mi bolso. Pero era inútil, el señor este sólo se me reía y me gritaba. Por supuesto que ninguna de las personas que estaba ahí hizo algo... nadie se metió.
Los boliches funcionan gracias a las personas que asisten. Entonces, somos nosotros los que tenemos el poder para cambiar las cosas. No pretendo que se cierre algún lugar. O que alguien quede sin trabajo. Simplemente creo que no podemos seguir guardando silencio y avalando estas formas de discriminación.
Una noche que nadie asista a estos lugares puede significar un llamado de atención. Nosotros también somos responsables de todo esto. ¿Hasta cuándo vamos a seguir naturalizando frases como "No pasás porque sos negrito?". ¿Este es el mundo que queremos? LA GACETA ©
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