Una fórmula trillada y efectista

Una fórmula trillada y efectista

05 Agosto 2012

Para Carlos Monsiváis, la cultura mediática se alimenta de los componentes del melodrama: sexo y violencia, de los cuales se demanda dosis cada vez más altas. En la televisión, el cine y la literatura abundan los cuerpos violentados y, si el forense reemplaza detective en la ficción policial, no extraña vampirismo y pornografía campean en las historias de amor. Cincuenta sombras de Grey es una fan fiction, un texto que comenzó en un blog de una lectora de la saga Crepúsculo que jugó a transformar a los protagonistas vampiros en amantes sadomasoquistas. La afluencia de seguidores la transformó en millones de ejemplares, nuevas entregas, adaptaciones al cine, venta de objetos sexuales, etcétera.

La novela no se aparta de la trillada pero no por ello menos efectiva fórmula del folletín y la novela de aprendizaje salvo por la presencia del sadomasoquismo. La trama repite una historia de amor tradicional: Cristian Grey, rico, poderoso, inteligente, buen mozo y enigmático atrae a Anastasia Steele, joven, ingenua, virgen, apocada, intelectual, estudiante de literatura inglesa. El argumento de la novela recuerda a Jane Eyre y Ann cita continuamente a Tess of the D'Urbervilles, de Thomas Hardy. El amor es el centro del mundo de las pasiones femeninas. No se puede dejar de observar la obsolescencia de un modelo tradicional de mujer, así como la asimétrica relación entre los sexos.

La heroína, que admira las novelas inglesas decimonónicas, cae en las redes del moderno "Adonis", un ordenado ejecutivo cuyas tenebrosas "sombras" , que se revelan hacia la mitad del libro, no eluden la previa firma de un contrato de confidencialidad. La ficción amorosa se torna un desagradable recuento de lugares comunes de un sadomasoquismo domesticado: ojos vendados, látigos, manos atadas, etcétera, en el "cuarto rojo del dolor" del Amo.

Si, como señala Guillermo Cabrera Infante, Corín Tellado puede considerarse una inocente pornógrafa, E.L. James también puede recibir ese calificativo. Su prosa, adjetivada y simple, se aleja de cualquier intento de revuelta, salvo por los debates suscitados en los medios. Un libro diseñado "para mujeres" (al menos para algunas) según la autora, de dudoso buen gusto y tono subido, que narra una simple historia de amor decepcionado y que no trepida en apelar al efectismo ni abandona las sendas de una moral convencional.

© LA GACETA Carmen Perilli - Doctora en Letras, profesora de la UNT, investigadora del CONICET.

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