Yo me hacía mis propios juguetes
Era todavía un niño cuando la Guerra Civil se desataba en su España natal, un país sin juguetes en el que aprendió a fabricarse los suyos. Probablemente entonces comenzó a desarrollar la habilidad que le permitiría engendrar a muchos de los personajes infantiles más populares de la Argentina y de buena parte de América latina. El creador de Anteojito revela cómo nacieron sus personajes más conocidos y nos habla sobre su última película, recientemente estrenada en Tucumán, Soledad y Larguirucho.
-¿Cómo fue su infancia en la España de los años 30?
-Fue muy dura la Guerra Civil española; mis primeros años fueron difíciles por diferentes circunstancias. Tenía mucho miedo por una España convulsionada. Por haber vivido períodos muy difíciles, el ser humano tiene que luchar para salir adelante y ver la parte positiva de la vida. Le cuento una anécdota: en esa época en España no había juguetes; entonces yo me hacía mis propios juguetes. Una habilidad surgida de la necesidad de jugar. Luego tomé conciencia de que los grandes medios de comunicación deben formar al niño y darle imaginación, fantasía y ser coherentes en su formación. Se debe tener en cuenta el "Sermón de la Montaña": no quieras para los demás lo que no quieres para vos. Cada uno de nosotros es un personaje en la vida; hay muchos Neurus, Cachavachas y Larguiruchos.
-¿Cómo y cuándo realizó su primer dibujo?
- Trabajé con Constancio C. Vigil, autor de los libros UPA, Misia Pepa y otros. En el año 1952 surgió Oaky, y luego Anteojito y Antifaz. El director de Canal 9, en el año 1963, me llamó para hacer un cómic y durante 37 años estuvo primero en ventas. Me dio muchas satisfacciones, y de pronto me convertí en empresario. He sido editor y director de cine, pero en el fondo me considero un dibujante. Para mí el arte es uno solo. Cuando veo que Leonardo Da Vinci era dibujante, pintor, arquitecto, pienso que esa multiplicidad era posible porque llevaba consigo el "sentido común". Mi madre siempre me decía "Dedicate medio día a lo que te gusta y la otra mitad a lo que te pide la sociedad".
-Los niños de la década del 60 o 70 éramos bastante diferentes a los actuales. ¿Cómo ve ese cambio?
- Tienen muchas diferencias. Hoy se le dan al niño diferentes ofertas por televisión e internet; tiene un bombardeo de información y así no es fácil que alcance en el momento adecuado la madurez. Los sentimientos del chico siguen siendo la nobleza, el buen gusto; las virtudes no cambian a través del tiempo. Siempre va a existir la lucha del bien y el mal, Cachavacha contra Hijitus. Hoy en día, el niño tiene más información que el niño de hace 30 años. En mi época no teníamos pelota de fútbol y la armábamos con las manos y la imaginación.
-Sus personajes son imborrables para los que vivimos esa época. ¿Hijitus es realmente un niño pobre?
-Hijitus es el eterno vagabundo, al niño lo he tenido dentro de mí. He visto que los niños tienen los mismos sentimientos en China y en América; cambian los rasgos y gustos pero en el fondo son los mismos. Cuando vine a Buenos Aires, caminaba por la calle Corrientes y formaba parte de una peña literaria-artística en la cual iba como oyente (los artistas somos artistas y a la vez somos intérpretes de la realidad). En esa época había una canción de moda, "Linyera soy", y al caminar me sentía un vagabundo. De allí viene la idea de arrastrar sus latitas para sentir que vivía. Mientras miraba los edificios altos y veía sus antenas, me surgió la idea de que Hijitus, a través de su sombrero, se convirtiera en Super-Hijitus. Así como Oaky, por ejemplo, camina como un gusanito porque en mi época no existían los pañales descartables.
-Una de las cosas que me llamó la atención es que la mayoría de sus personajes tienen la terminación "us", como Hijitus o Pichichus. ¿Por qué?
-Cuando estudiaba el bachillerato en España, cursaba latín y no me gustaba. Aprendí de memoria las traducciones de Cicerón y dije "un día me voy a vengar". Por eso los bauticé a mis personajes Neurus, Hijitus o Pichichus. Las voces las hacían el locutor de radio Pelusa Suero, un gran colaborador, y Néstor Córdoba.
-Hay una doble lectura social en sus creaciones. ¿Esto es deliberado o espontáneo?
-Creo que debe ser espontáneo porque vivo la realidad en cada lugar del mundo donde estoy. Entonces, posiblemente, en cada situación hay un reflejo de la realidad. Pero siempre pensando en el humor.
-¿Cuál es el legado que nos deja Manuel García Ferré?
- El sentido común.
- ¿Usted fue exigente al elegir las voces para sus personajes?
-Sí, soy exigente y me gusta mucho cuidar los detalles. Es más, creo que la suma de los detalles hacen a la obra.
-¿Cómo describe su proceso creativo?-Soy un dibujante que se inspira en la realidad a la que trato de no copiar. Trato de tener ilusiones para no envejecer. El ser humano debe tener nuevas metas; eso es lo importante en el diario vivir.
-Cuéntenos sobre su nueva película
-Es una mezcla de dibujo animado con realidad. Soledad y Larguirucho la estrenamos en julio y está hecha con el afán de divertir a toda la familia. Soledad narra las situaciones cantando canciones infantiles y Larguirucho es un payador que se encuentra con ella. Recuerdo que una vez le preguntaron a Charles Chaplin de dónde sacaba las ideas para sus películas y él contestó: "si uno se sienta en un café y mira a su alrededor, verá los mismos personajes que están en mis películas". Alguna vez contó Lino Palacio que Don Fulgencio se le ocurrió una tarde, tomando un café en la calle Bolívar, que estaba frente al Colegio Nacional. Vio un vendedor de caramelos con su carrito, y cuando este quedó solo en la vereda y nadie lo veía, pateó una lata que estaba en la calle. Y de allí se le ocurrió Don Fulgencio, "el hombre que no tuvo infancia".
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Alejandra Crespin Argañaraz - Periodista, profesora en Letras.