Tucumanos tras el sueño de una mejor vida en el Sur

Tucumanos tras el sueño de una mejor vida en el Sur

En una década, se duplicó la cantidad de comprovincianos que se instalaron en la Patagonia. Valoran la seguridad, la tranquilidad y las oportunidades laborales de las provincias sureñas. Extrañan los amigos, las comidas y las salidas nocturnas. Dos de cada 10 nacidos en Tucumán reside en otro distrito del país: la mayoría está en Buenos Aires

EN SANTA CRUZ. Daniel Ríos disfruta de El Calafate. FOTOS GENTILEZAS  / TOMADAS DE FACEBOOK EN SANTA CRUZ. Daniel Ríos disfruta de El Calafate. FOTOS GENTILEZAS / TOMADAS DE FACEBOOK
A Sofía Carlino la traiciona todo el tiempo la tonada tucumana. Lleva casi cuatro años viviendo en Neuquén. Su voz dice que está feliz. Se siente orgullosa de haberle dado un "flor de timonazo" a su vida. Lo hizo por un motivo que ya pocos abrazan: por amor, se largó de su provincia natal y se instaló a miles de kilómetros.

"Dejé todo y me vine a vivir con mi esposo. Él, que es ingeniero petrolero, se vino por trabajo. La verdad que nos va muy bien: hemos progresado mucho", cuenta Sofía, de 28 años. Ella es arquitecta y tiene empleo desde el primer día que llegó a la capital de Neuquén.

Aunque extraña el clima tucumano, su familia y sus amigos, Sofía busca el lado positivo de su historia: cambió el ruido, la inseguridad y el desorden del microcentro tucumano por la tranquilidad del sur argentino.

Relatos como este se repiten en toda la Patagonia. Para muchos comprovincianos, el Sur se convirtió en el paraíso interno. El lugar ideal para vivir y crecer económicamente. Las cifras hablan claramente de este fenómeno: en una década se duplicó la cantidad de tucumanos que se fueron a vivir a Neuquén, Chubut, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).

En cinco años, de acuerdo al censo 2010, se fueron 25.763 tucumanos a otras provincias. La mayoría se trasladó a Buenos Aires, Salta, Santiago del Estero, Córdoba y al Sur. Los que hoy abandonan nuestra provincia, de acuerdo a los testimonios de los entrevistados, lo hacen para ganar calidad de vida, para tener mayor seguridad, menos estrés y, sobre todo, para obtener una mejor posición económica.

"Esto no lo cambio por nada", asegura María Gabriela Barrios. Tiene 31 años y vive en Villa Regina, Río Negro, desde 2006. "Yo me había separado y no tenía trabajo en Tucumán. Me vine porque el esposo de mi mamá es de acá. A los dos meses de instalarme encontré trabajo. Lo que más me gusta es el clima. La gente es muy buena, cordial. Es un pueblo tranquilo y no hay tanta delincuencia como en tucumán", expresa Gabriela, que es administrativa contable y reparte su tiempo entre la casa, sus dos hijos y un microemprendimiento de viandas. Aunque extraña a sus amigos y a su familia en Tucumán, asegura que no volvería más.

En el heladísimo Calafate, en Santa Cruz, afirman que cada día se agranda más la "colonia de tucumanos". En un principio, hace más de una década, llegaban por la alta demanda de maestros y profesores, así como también de médicos y otros profesionales, cuenta Daniel Ríos, de 50 años. Nacido en Amaicha del Valle, este especialista en Turismo intentó trabajar en Tucumán durante mucho tiempo. Pero no le iba bien. Entonces, decidió probar suerte en el sur. "Es un lugar privilegiado por el paisaje y muy seguro para vivir. Pero es muy duro estar aquí. Es difícil pasar los inviernos, esto se paraliza desde junio hasta septiembre", resalta Daniel, que es separado y vive solo. Tiene una Pyme en el sur, con la cual trabaja para agencias de turismo. "Es cierto que aquí hay un buen pasar económico. Pero se hace en base a mucho sacrificio: trabajamos mucho y no tenemos entretenimientos ni movida nocturna como en el Norte", explica este tucumano que extraña todo de su provincia: el vino patero, las empanadas, la familia. "Me encantaría volver, pero allá no hay oportunidades. Es una lástima que Tucumán esté tan desaprovechada en materia turística", concluye. Leonardo "Noni" de Chazal es otro de los tucumanos que viven bajo cero. Llegó a la ciudad más austral del país y del mundo, Ushuaia, en julio 2010. "Me vine a rotar (en esa época era residente) y me hicieron una propuesta laboral que me seducía. Volví a Tucumán, me casé y regresé a Ushuaia para instalarme al año siguiente", relata el médico, que trabaja en una clínica y en el Hospital Regional de Ushuaia. Tiene 34 años, está casado con Constanza Presti, que es bioquímica y también trabaja en un centro médico. Proyectan agrandar la familia, pero más adelante. "Lo que me gusta más de aquí es el ambiente de trabajo. Lo bueno que te brinda la isla es la seguridad, el respeto de la gente. No existe la indigencia y por lo general nadie se queja de que la plata no alcanza. Hay trabajo para todos. Y lo bueno es el tiempo libre del que disponés para estar con tu familia o hacer deportes, hacer asados en el campo, pescar...", resalta. Pero también admite que sufre, y mucho, por el desarraigo. "Extraño mucho Tucumán, principalmente la familia y los amigos, mi club de rugby, las guitarreadas, ir a tomar un café en el centro... Aquí, la gente es fría, como el clima. Y se guarda mucho en sus casas. Además, no hay mucho sol. Son muchos días grises, se extraña la luz", describe. Y deja en claro que está en sus planes pegar la vuelta. "Creo que será cuando lleguen mis hijos, cuando tengan que empezar el colegio y jugar al rugby", proyecta.

Estar lejos tiene sus cosas buenas y malas. Sofía, "Noni", Constanza, Daniel y Gabriela se animaron a sacar de la almohada el anhelo de estar mejor. Y así pasan sus días, con el corazón partido, que late entre esperanza y el desarraigo.

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