La expresión contaminante

La expresión contaminante

Hay muchas similitudes entre la contaminación ambiental y la cultural. Nuestra sociedad tiene un terreno fértil para la propagación de la palabra obscena, el insulto listo para surgir, la actitud permisiva de las familias y de los docentes ante los niños que hacen uso permanente de tales modos del habla, las letras de canciones popularizadas que aluden con encomio a la droga, al delito, a la violencia.

24 Junio 2012

Una conciencia colectiva respecto de los riesgos de la contaminación ambiental se evidencia, en forma creciente, en la sociedad de nuestro tiempo. Manifestaciones de distinto carácter y variada envergadura se producen, con significativo incremento de participantes activos, contra la explotación de yacimientos mineros a cielo abierto, el uso descontrolado de sustancias tóxicas, la tala a destajo de árboles y plantas en las selvas naturales, la liberación de peligrosos efluentes fabriles en los cursos de agua y otras acciones aberrantes que atentan contra la vida en la Tierra. Tales muestras de repudio no pueden despertar en los seres humanos sino sentimientos de aprobación, de apoyo y de reconocimiento, sobre todo cuando existe, en las maneras de actuar y en los principios defendidos por los manifestantes, la necesaria transparencia para convencernos de que no se trata de maniobras encubiertas de sectores políticos que miren solamente para un costado de la realidad y dejen en sombras lo que no conviene a sus propósitos sectoriales. Porque este último tipo de trasfondos se percibe, en tales actos públicos, con excesiva y lamentable frecuencia.

Pero la contaminación ambiental de nuestro mundo no consiste solamente en aquellas formas de agresión tangible, sino que actúa, sobre todo, en niveles inmateriales tan vitales como los del aire que respiramos y al agua que bebemos. Me refiero a los planos del pensamiento, de la ética, de la espiritualidad, de la cultura toda como conjunto de bienes patrimoniales de cada sociedad.

Que las lecciones de las ciencias duras pueden ser aprovechadas por las llamadas "humanidades" y viceversa es algo ya probado y si aceptamos que pueden hallarse relaciones entre la física cuántica y la filosofía tomista (*) también nos permitiremos recurrir a los estudios de los procesos biológicos de contaminación para aplicarlos a formas de saturación de elementos nocivos.

Mecanismos físicos de contaminación
La contaminación, tanto atmosférica como telúrica, cuenta entre sus estudiosos a buen número de especialistas mexicanos, llevados por el deseo de mejorar las condiciones de vida de la sociedad que habita su magnífica ciudad capital, cuya ubicación geográfica, como es bien sabido, ha favorecido un fuerte impacto contaminante que le es característico. Por ello las formulaciones que surgen de sus científicos poseen verdadero valor teórico y práctico y muchas tesis universitarias han tratado este tema con singular maestría. De una de estas tesis, la titulada Realización de software educativo para simular la dispersión de contaminantes atmosféricos, defendida ante la Escuela de Ingeniería de la Universidad de América (Cholula, Puebla) el 31 de enero de 2004 por Carmen Ivette Arzate Echeverría para obtener el título de Licenciada en Ingeniería Química con área en Ingeniería de Procesos, hemos extraído algunos elementos perfectamente aplicables al análisis del fenómeno que nos ocupa: la contaminación cultural.

Lo esencial, en el campo de los contaminantes físicos y también en el de la cultura, es la realización de un adecuado diagnóstico de la situación. Esta medición de frecuencias y densidades fenoménicas debe realizarse tanto en relación con las fuentes contaminantes como con el medio receptor de su acción y con las condiciones generales que, como los vientos y las tormentas en el caso de la polución ambiental o los cánones de poder en el de la cultura, contribuyen a favorecer los cambios nocivos (aunque también podrían actuar como agentes benéficos).

Procesos de contaminación cultural
Lo mismo que ocurre en los fenómenos antes mencionados de contaminación ambiental, es necesario tener en cuenta, pues, en cuanto a los elementos contaminantes y a sus fuentes, el origen, la evolución universal y local de los agentes de cambio cultural contaminante y los factores que favorecen su propagación masiva, así como la tasa de vida media del agente contaminante que, en el caso de la cultura, puede instalarse como moda pasajera o como proceso en avance incontenible, con aspiración canónica, cuyas probabilidades de desaparición sean despreciables o iguales a cero.

Respecto del medio social receptor de su acción es preciso poder ponderar su predisposición para aceptar y cultivar los fenómenos contaminantes. Será necesario tomar conciencia de los espacios vacíos que han ido quedando, a través del tiempo, en el tejido de su cultura fundamental, las funciones preexistentes que vienen a cumplir los elementos recién llegados y las nuevas funciones creadas por condiciones ambientales variables: "vientos y tormentas" de ideas y de conductas antes desconocidos en el área cultural de referencia.

Una bajada a la realidad
Y ahora sí, trataremos de bajar a la realidad circundante que motiva estas reflexiones. ¿A qué nos estamos refiriendo?

Nos estamos refiriendo a las maneras instaladas en la expresión verbal de nuestra gente: la palabra obscena, el insulto listo para surgir, la actitud permisiva de las familias y de los docentes ante los niños que hacen uso permanente de tales modos del habla, las letras de canciones popularizadas que aluden con encomio a la droga, al delito, a la violencia.

Nos estamos refiriendo a las formas reconocidas como propias de la expresión corporal de la sociedad argentina: la agresión sonora a la intimidad de los otros; la pérdida del respeto por el cuerpo propio y ajeno; la reunión de personas en "patotas" y "piquetes" que se abrogan poder para desconocer derechos de sus conciudadanos; la utilización de la vía pública como lugar para la culminación de noches de juerga, impropiamente llamadas "bailes", no pocas veces con lamentables saldos de jóvenes muertos y heridos. Este segmento de la problemática incluye ciertas modalidades de la expresión gestual que muestran claramente la penetración lograda por modelos exógenos, ajenos generalmente al mundo hispanoamericano, que han invadido -probablemente sin proponérselo- a algunos sectores de la política local y tienden a desvirtuar nuestros tradicionales comportamientos en relación con los símbolos patrios, por ejemplo.

Nos estamos refiriendo también al clima general en que prosperan tales comportamientos: el que ha consagrado al error o a la mentira muchas veces repetidos como acierto o como verdad; el que subestima el valor del trabajo y del esfuerzo fecundo y aspira a un estado de reposo sustentado desde un "afuera" indefinido; el que, aunque se declara celebrante del feriado permanente, dice rendir un contrapuesto culto a la "energía"; el que ha confundido liberación con auténtica libertad. Tales actitudes y otras derivadas de ellas mantienen unida la existencia de la persona, por influencia del canon imperante en la sociedad, a las negras cadenas de una memoria selectiva, configurada a partir de preconceptos vinculados con etapas iniciales de la propia vida (nacimiento, familia, infancia, escolaridad) o de la historia de su comunidad , en las cuales -ya sea bajo la especie de normas de convivencia familiar o escolar, ya bajo el signo de mandatos religiosos o de leyes civiles- la mirada sesgada a la usanza del tiempo encuentra siempre elementos de autoritarismo y de prohibición juzgados repudiables y contra los cuales es necesario rebelarse. Al "héroe" de esta lucha, sin embargo, las presiones correctivas de su propio medio ambiental le permiten llegar solamente a un ejercicio simulado de autonomía pues, para lograrla, debe encuadrarse en los marcos que el canon social y político le imponen, cuando no allanarse a aceptar la invitación a volar, en el colmo de la seudo liberación esclavizante, hacia paraísos artificiales adornados por lo que ya Baudelaire llamaba "las flores del mal".

Hacia una nueva contracultura
En nuestra sociedad actual lo realmente revolucionario es recuperar la identidad cultural. Con ella acudirían a las personas, a las familias, a las comunidades, las respuestas adecuadas para satisfacer no sólo el apetito de alimentos -que es muy urgente- sino también otra hambre que genera todas las demás: la de sentirse ligado a tradiciones acuñadas por los antecesores que, hoy como ayer, son válidas para la vida. Y aquí se trata de la vida de la persona humana que no puede sustentarse sólo con comida, bebida y diversión gratuita, sino también con formas consagradas de la sociabilidad, del respeto por la vida en familia, del cantar, el bailar y el decir tradicionales , de las fiestas regionales que celebran las faenas cumplidas, del juego y del cuento infantiles (tan cargados de saberes profundos), del culto religioso, de las artesanías y artes que convierten la holgazanería estéril en ocio fecundo y en cuyo marco cada hombre, mujer o niño puede crear en libertad y acaso producir propuestas propias y realizaciones que trasciendan el ámbito local y aún el nacional, como aportes creativos. Aceptar estas premisas es lo realmente revolucionario en la actual cultura de la dependencia, de cuya implantación seremos culpables en tanto nos constituyamos en meros receptores pasivos.

© LA GACETA

Olga Fernández Latour de Botas - Miembro de número de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de la Historia.




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