A paso de celebrity entra en la habitación donde lo espera un público selecto. Galán, destaca la presencia de las bellas mujeres en la sala y saluda amablemente a cada uno de los comensales de una exclusiva sesión de cata de vinos. "¿Para qué estamos acá?", se pregunta Miguel Brascó. A coro le responden: "¡para tomar vino!".
Con más de 80 años, el personaje de infaltables moño y tiradores concentra la atención. La televisión y el auge del consumo de vinos que se registra lo convirtieron en un referente para hablar de cepas y de sabores. Sin embargo, Brascó critica la moda impuesta por la publicidad. Lo hizo durante el contacto con los tucumanos en los locales Dionisio y Settimio.
"De todas las profesiones que tengo, me dedico a casi todas, excepto a la de abogado, porque la dejé. También estoy componiendo menos música porque murió mi partenaire, Ariel Ramírez. Pero a las otras les dedico una parte bastante importante de mi tiempo. Ayer hablaba con mi hija y me hizo la misma pregunta; yo le dije que lo que más placer me da es escribir, porque es mágico, uno empieza y se escribe solo el texto, como si fuera otra persona, genera una especie de transposición", resume.
No quiere que lo llamen sibarita ("esa es una palabra muy vieja, no me gusta"), aunque acepta que, al consignar su profesión, le llamen, simplemente bon vivant.
- ¿Cómo elijo un buen vino?
- Primero que nada, hay que tener ganas de tomarlo. El vino que a vos te gusta, ese es el bueno, todo lo demás son guitarreadas de marketing. No hay vinos, hay botellas que se toman en tal lugar, comiendo tal cosa, con fulano de tal. El vino te trae experiencias esenciales, sobre todo de gourmet, como el perfume.
- ¿Cómo se aprende a tomar vino?
- La cultura del vino se adquiere sola, pero tenés que tener la curiosidad y estar predispuesto a probarlo. No hay ninguna cosa que ayude para nada, hay que probar atentamente, pensar y vincularlo con la comida. Para conocer más de vino hay que tomar más.
- ¿Cuándo es un buen momento para tomar un vino?
- A las 11 de la mañana y a las 7 de la tarde; son momentos fisiológicos cuando uno tiene una puntita de hambre.
- ¿Con quién disfruta más esos momentos de buen vino?
- Con personas que no sean idiotas. Cuando me invitan a comer pregunto quiénes van, y si hay un idiota no voy. Yo ya estoy viejo y me quedan pocas comidas; no sé cuántas, pero pocas en comparación a mis 20 años. Soy muy exigente con la compañía, que no me hagan perder el tiempo.
- ¿Y la relación del vino con la comida?
Es una ciencia dificilísima y apasionante la vinculación entre las comidas y los vinos, eso hace que el vino sea una bebida particularmente atractiva. Yo además tomo whisky, aquavit o cerveza (aunque no me gusta tanto). Pero el vino es el que tiene más matices, siempre hay un vino para una comida. Lo difícil es que también tenés que comer mucho: yo puedo probar treinta vinos en una sesión de dos horas, pero no comer treinta platos. Lo importante de esto es comer con atención y no comer pavadas.
- ¿Vino blanco o tinto?
- Tinto, porque tiene más matices. El blanco era predominante en el consumo argentino hasta la década del 70: un 70% de blanco y 30% de tinto. Luego recuperó espacio el tinto y ahora estamos en un 85% tinto y 15% blanco.
- ¿Cuándo empezó a tomar vino?
- A los seis años o siete. Estaba en mi casa con mi padre y mis hermanos celebrando Nochebuena (no sé por qué, ninguno era muy creyente, solo mi madre) y entonces mi padre me dijo 'podrías empezar a tomar vino con soda y hielo'. Eso tomé durante muchos años, y lo sigo haciendo. La cultura del vino era natural.
-¿Hay pecados al momento de tomar un vino?
- Sí, los hay. Mezclar mal el vino con la comida, principalmente. Lo importante de una bebida es que la gente la tome mientras come. Y el vino es un acompañamiento de la comida desde el Imperio Romano. El vino es especial en la comida, fuera de ella es fashion.