Moyano, Macri y Scioli ya huelen la debilidad oficial

Moyano, Macri y Scioli ya huelen la debilidad oficial

BUENOS AIRES.- Por tres caminos diferentes, Hugo Moyano, Mauricio Macri y Daniel Scioli han llegado a la misma conclusión: bajo la cáscara de la fortaleza política que ha conseguido en la última elección, el gobierno de Cristina Fernández tiene debilidades manifiestas en la gestión económica que lo hacen derrapar en el discurso. De allí que, harto de estar azuzado por la naturaleza kirchnerista de demolición permanente, el trío haya considerado casi al unísono que éste era un buen momento para abandonar la pasividad.

Por ahora, a todos los empareja la ambición del 2015. A Moyano y a Scioli los une el peronismo que profesan y la aceptación del modelo de economía cerrada que hoy impera en el país. Macri no toca esa cuerda económica, pero necesita la base de sustentación sindical y del PJ y con el gobernador bonaerense tienen miradas parecidas sobre la política, propias de la misma generación. Haber llegado a estas coincidencias de ocasión no quiere decir que haya habido acuerdos entre los tres para hacer un trabajo de pinzas que desgaste al kirchnerismo, ni necesariamente que luego tengan que alinearse políticamente.

Hoy, lo que tienen en común es que son todos referentes de volumen y con muchos votos por detrás, que han cortado amarras desde los gestos y el discurso en una escalada que ya se verá hasta dónde los lleva.

Si bien Moyano ya saltó el cerco del retruque verbal hace varios meses, durante la última semana sus dardos hacia el gobierno nacional crecieron en intensidad, casi tantos como los de CFK hacia él, aunque sin nombrarlo. Otro tanto ocurrió con Macri, a quien la propia Presidenta lo acusó de "gata Flora", probablemente sin tener el cuenta el costado grosero del apareamiento gatuno, mientras que el Jefe de Gobierno se le paró de manos más de una vez, cansado de todas las movidas que buscan agrietarlo.

Sin embargo, el caso más reciente de fatiga es el de Scioli y es el de mayor envergadura, por el lugar dónde está y porque su paciencia oriental, de tiempista y de caparazón de acero ya era un clásico. La tarea de desgaste hacia quien debería ser el candidato natural del peronismo ya lleva meses, años quizás, por parte del kirchnerismo, primero por Néstor y después por Cristina. La movida maestra fue colocarle como vicegobernador a un ultra, Gabriel Mariotto, quien se abroquela en los jóvenes K de militancia camporista para hacerle la vida imposible al gobernador.

Durante el fin de semana pasado, la escalada verbal y de objetivos tomó forma con la presencia de casi todo el gabinete provincial en Los Toldos (Buenos Aires), desde donde se lanzó "La Juan Domingo" una corriente del sciolismo puro. Tres días después, Mariotto salió a decir "si sos peronista, sos kirchnerista" y el Jefe de Gabinete, Alberto Pérez le retrucó públicamente: "La Juan Domingo no es contra nadie. Somos kirchneristas".

El lunes pasado, Scioli se mostró junto al intendente de Tigre, Sergio Massa, quien aspira a suceder al gobernador, como probablemente lo quiera Mariotto. Un día después, la Agencia de Recaudación bonaerense le reclamó a la ex Ciccone una deuda fiscal. El miércoles, Scioli entregó a la secretaria de Derechos Humanos Sara Derotier de Cobacho, cuestionada por el kirchnerismo y esa misma tarde senadores del Frente para Victoria apoyaron en el Senado un nuevo pedido de informes de la oposición sobre el destino de la publicidad oficial.

El viernes se rompieron todos lo diques y hubo un pandemonium de acusaciones cruzadas, la más fuerte y grave para el federalismo fue la de Mariotto cuando dijo que Scioli, como los demás gobernadores, "deben" responder a la Presidenta". En tanto, tres ministros y varios funcionarios sciolistas acusaron al vice de "poner palos en la rueda". Luego, Scioli intentó bajar un poco los decibeles declarándose seguidor de la Presidenta, si una reforma constitucional la habilita para un nuevo mandato.

Lo más notable de toda esta historia de cruces verbales entre el gobierno nacional y la tríada Moyano-Macri-Scioli es observar cómo, a la hora de redoblar apuestas, la vitalidad del Gobierno ha sido capaz de abrir esos tres frentes simultáneos y todos de gran peso político, mientras "el mundo se nos cae encima", tal como ha dicho la Presidenta, a la hora de empezar a blanquear los problemas que tiene la economía. Es justamente este proceso de olor a parate económico el que se percibió claramente en el discurso del jueves pasado, quizás el más errático de los últimos meses, cuando la misma Cristina Fernández mostró que ya no alcanzan los anabólicos de YPF ni de Malvinas para sostener la ficción de la inflación de un dígito, los problemas derivados de la falta de inversiones o las dificultades crecientes de caja, pesos y dólares, todas gruesas piedras en el camino que le aparecen a la Administración no por culpa del mundo, sino de su propia impericia y tozudez.

En cualquiera de estas dos calificaciones bien podrían encuadrarse las medidas que ejecuta Guillermo Moreno para controlar la salida de dólares de los importadores y la fuga de capitales que realizan los particulares, casi todas ellas generadoras de efectos no deseados que complican aún más las cosas. Baluarte del temor a la conspiración política, que a veces mama en Olivos y otras alimenta, el secretario de Comercio cree y así lo ha dicho varias veces en sus arengas, que "mientras tengamos dólares no nos van a voltear".

Leal a sus ideas, Moreno nunca se desdice y es capaz de romper las cosas, antes que aceptar que sus diagnósticos no son los correctos. Sin haber tomado en cuenta jamás ni una sola línea sobre todo lo que se ha escrito en relación a los comportamientos humanos, ya no los económicos, o aún la experiencia argentina en la materia, cada movida que hace termina siendo rústica de toda rusticidad y exacerba todo aquello que vino a controlar.

Haber apretado el cepo de las compras blancas de dólares durante la última semana lo único que logró hacer fue impulsar mayor demanda de billetes, mucha de la cual no es para atesoramiento sino para abastecer al mercado paralelo o "blue". Allí, los precios (y la brecha que exacerba la sobre y la subfacturación) no paran de crecer porque se achicó la oferta que venía de mucha gente que usaba el cupo de 40% de su sueldo para ganarse un plus. Alguien con $ 8 mil de sueldo mensual que podía comprar unos 700 dólares a $ 4,40 en el banco, los cambiaba a $ 5,10 en una cueva de la City y se hacía de $ 500 extra todos los meses. En el tema de las trabas comerciales, que él también comanda, la Argentina sigue cascoteada por todos lados y por más que oficialmente se siga insistiendo en que ningún país del G-20 ha crecido tanto en importaciones, las cuestiones de tipo práctico abren un frente todos los días, ya sea por faltantes para fabricar localmente o por artículos de consumo inhallables o por quejas particulares de otros países. Pero, además, Moreno tiene suerte: nadie le dice nada y hasta la Presidenta saca la cara por él. O dicho de otra manera, la hizo quedar mal públicamente y no pasó nada, ya que la penúltima del secretario fue imponerle a quienes venden productos argentinos al exterior un plazo de liquidación de divisas ultra rápido, que en algunos casos llegaban a 15 días. Más allá de desnudar la necesidad de dólares, la medida obligaba a los exportadores a tomar dinero prestado para liquidar lo que aún no habían cobrado, ya que las prácticas internacionales tienen plazos más extensos. Toda una maraña burocrática de mayores costos y, por lo tanto, destructora de empleos.

Sin embargo, en el mismo discurso del jueves la Presidenta anunció que sacaba de la nueva norma a las empresas que facturan menos de U$S 2 millones al año y prometió estudiar exenciones para otras que demuestren sus problemas. Cristina presentó la situación que "hemos decidido con el equipo de Economía" como un logro de su gobierno y lo notable fue que, para salvarle la ropa a Moreno, el manual comunicacional del kirchnerismo convirtió en virtud y transformó en aplausos de la claque una medida francamente irracional y anticompetitiva. En cualquier empresa privada, le hubiera costado el puesto.

Durante la última semana, el hiperactivo secretario viajó a Brasil con tres charters repletos de empresarios pequeños y medianos que se suponen operan en regla, más sus amigos de La Salada y el Mercado Central, para ofrecerle productos y servicios a un país al que se le retacean sus propias ventas. Pese a lo modesto de tan apreciado intento, el afán kirchnerista de mostrarse siempre en ganador hizo fantasear desde la propaganda oficial con la posibilidad de generar millonarios negocios en dólares.

El romance con el secretario seguirá esta semana, cuando la Presidenta desembarque, a su pedido, en Angola para reunirse con el presidente José Eduardo dos Santos, quien lleva casi 33 años en el poder. Otra misión comercial que auspició Moreno llevó hace un mes a ese país centro-occidental de Africa una serie de negocios de dudosa continuidad, lo que aceleró el armado de una exposición argentina esta misma semana en Luanda, en coincidencia con la visita presidencial.

Más allá de las dudas democráticas y de las reservas que genera en materia de derechos humanos la historia de dos Santos, el interés de Cristina es esencialmente petrolero, sobre todo cuando al ingeniero Miguel Galuccio no le llueven las ofertas de inversiones para YPF, salvo aquellas de petroleras que, como ya explicó esta columna, piden muy precisas reglas de juego claras y, sobre todo, diferentes a las actuales, en precios, tratamiento impositivo, protección de inversiones y dividendos.

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