Calendario para recordar la miseria y la rebelión

Calendario para recordar la miseria y la rebelión

Eduardo Galeano nos ofrece una historia por cada día del año.

UN EXCAVADOR CON ESCALERA. Galeano desentierra las voces que tantos, tantas veces, han tratado de que no se escuchen. LA GACETA / FOTO DE JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
06 Mayo 2012

HISTORIAS

LOS HIJOS DE LOS DÍAS

EDUARDO GALEANO

(Siglo XXI editores - Buenos Aires)


Las 366 historias que reúne Eduardo Galeano en Los hijos de los días provocan una sensación primera: el escritor uruguayo, que merece como pocos el título de narrador, es inagotable. Pero de esa percepción deriva, también, una cuestión inmediata. Lo que también se presenta como empecinadamente imperecedera es la miseria humana. Esa es la materia prima de buena parte de los textos del también autor de Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Y Galeano es un minero infatigable de esa veta de recursos infinitamente renovables. Un excavador que recorre las largas galerías de la historia subterránea y desentierra las voces que tantos, tantas veces, han tratado de que no se escuchen.

Ahí está el incendio de la Biblioteca de Alejandría durante una de las batallas de Julio César (47 después de Cristo) contra el hermano de Cleopatra. La quema de libros en hebreo -entre otras lenguas- por parte de la Inquisición, tras la expulsión de moros de Granada (1492). Y el aniquilamiento de la mayor parte de la Biblioteca de Bagdad durante la reciente invasión de Irak.

Y aparece el virtuoso Joshua Bell tocando exquisitamente el violín en el metro de Washington, sin que nadie lo escuche porque la apurada humanidad no tiene tiempo para la belleza. Y el poeta Nazim Hikmer, negado y prohibido en Turquía hasta medio siglo después de su muerte. Y el cabo Anselmo, un traidor y entregador de revolucionarios, propia esposa incluida.

Dicen presente el telepredicador evangélico norteamericano que pontificó que el diablo, que había liberado a los haitianos de Francia, le estaba pasando factura a ese pueblo por medio del terremoto de 2010, por el cual murieron más de 200.000 personas. O el asesinato de Rosa Luxemburgo, revolucionaria y crítica de revoluciones, muerta a golpes de fusil y arrojada a un canal en 1919. O la pacata e hipócrita era victoriana y la prohibición de mezclar en los estantes los libros de autores con los de autoras (salvo que fueran marido y mujer): mientras tanto, las tropas británicas, a cañonazo limpio, obligaban a China a abrirle las puertas al opio.

Y eso pasó, apenas, en unos cuantos eneros de la humanidad.

La primera mitad
Durante febrero se ven masacres de guaraníes por parte de españoles y portugueses, porque el rey de España le había regalado al de Portugal, su suegro, siete misiones jesuitas y 30.000 indios de América. Y, en la contemporaneidad, quedan expuestos los ríos contaminados por obra y gracia de las industrias extranjeras que no envenenan en el primer mundo. O los niños robados por la dictadura argentina, la democracia australiana y el franquismo español.

A marzo le caben multinacionales que financian a paramilitares de Colombia, pero que tras confesarlo tan sólo deben pagar multas. También, los sueños de Akira Kurosawa sobre centrales nucleares que explotan en Japón, lo que 20 años después se convierte en una pesadilla de apocalíptica realidad.

Abril es para Hollywood y la idolización de delincuentes como Jesse James. Para la fabricación de enfermedades en beneficio de la buena salud de las industrias farmacéuticas. Para los suplicios infringidos a los indios americanos y a los herejes europeos en nombre del flagelado Jesús de Nazareth.

Mayo llega con la memoria de la Lista de Enfermedades Mentales de las OMS, donde figuraba la homosexualidad hasta 1990. Con la de los 1000 millones de seres humanos sin casa. Con la de la persecución a Nicolás Copérnico, a Giordano Bruno y a Galileo Galilei. Con la de la canonización del que fuera el perseguidor de ellos tres. Con la de la poca Palestina que queda.

Junio trae las guerras en nombre de cualquier cosa, y con la riqueza del suelo por único objetivo. Con ellas, los soldados que dieron la vida en las batallas y los que se quitaron la vida después de un conflicto bélico. De paso, con los soldados que segaron vidas y robaron niños en los centros clandestinos de detención.

El último semestre
Julio exhibe a Nelson Mandela en la lista de terroristas peligrosos de los Estados Unidos hasta 2008. Y a las telenovelas y el placer impagable de los pobres cuando sienten lástima por los ricos de mentiritas que les ofrece el culebrón.

Agosto testimonia las bombas nucleares sobre Japón. El fascismo reclamando una Italia "honestamente racista". La Alemania nazi y el holocausto que sufrió el perseguido pueblo judío, en particular, y la moral quebrada de toda la civilización occidental, en general. En una palabra, genocidios. También habla de los desaparecidos y las otras desapariciones (los bosques nativos, el sabor de las frutas, las cartas manuscritas, el fútbol de la calle, el derecho a caminar y a respirar, las jubilaciones y los empleos seguros, las casas sin rejas, las puertas sin cerraduras...).

Septiembre da cuenta de la tortura primaveralmente inspiraba en la magia. Y del premio Pulitzer para el periodista que negó que en Hiroshima y en Nagasaki hubiera radioactividad luego de que estallaran sobre ellas "Little boy" y "Fat man". "Propaganda japonesa", escribió el galardonado.

Octubre es del Nuevo Mundo y de la conquista (para llamarla del modo elegante que no se merece, y para escribirla con la minúscula que sí le corresponde). Es también del "otro" descubrimiento: el de los nativos. Ellos descubrieron que eran indios, que vivían en América, que estaban desnudos, que existía el pecado, y que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo. Y a un dios de otro cielo. Es también, por cierto, el mes de los pobres, de quienes todo sabemos: en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen...

Noviembre narra el asesinato de las preciosas hermanas Mirabal, las "mariposas", durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, el "Chivo" de República Dominicana. Y los crímenes de los cobardes trujillitos que matan a golpes a sus mujeres en sus domésticas tiranías. Los "chivitos".

Al último mes del año le basta y sobra con un dato: el 10 de diciembre de 2009, el Día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, le entregaron el Premio Nobel de la Paz al presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Fuera de calendario
De Los hijos de los días y de la arqueología de Galeano se desprende, también, una segunda presunción de inagotabilidad. Ella aparece en el vasto rescate de hombres y, sobre todo, de mujeres a quienes Galeano extiende una amnistía que los libera de la condena al anonimato. Desde esclavas liberadas corajudas y solidarias, hasta valientes pintoras de flores. En todos los anatómicos sentidos que la metáfora "flor" admite. Desde libertadoras brasileñas hasta guerreras independentistas mexicanas, pasando por Juana Azurduy.

Tan inacabable como la miseria humana es la humana insurrección. "21 de abril. Ocurrió en España, en un pueblo de La Rioja, en el anochecer de hoy del año 2011, durante la procesión de Semana Santa. Una multitud acompañaba, callada, el paso de Jesucristo y de los soldados romanos que lo iban castigando a latigazos. Y una voz rompió el silencio. Montado en los hombros de su padre, Marcos Rabasco gritó al azotado: -¡Defiéndete! ¡Defiéndete! Marcos tenía dos años, cuatro meses y veintiún días de edad".

© LA GACETA

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Alvaro José Aurane

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