Cuando los dioses crearon el hombre lo hicieron de maíz

Cuando los dioses crearon el hombre lo hicieron de maíz

Leyenda recogida en el Popol Vuh sobre el origen del universo.

03 Mayo 2012
Tan pero tan importante era el maíz para los pueblos americanos que el "Popol Vuh" (recopilación de varias leyendas de los k'iche', el pueblo de la cultura maya demográficamente mayoritario en Guatemala) cuenta que luego de dos intentos fallidos los hombres finalmente fueron creados de maíz.

Dice el mito que Hunab Ku, el gran creador, pronunció "hágase el mundo" y se produjo el universo; hasta entonces sólo había un cielo y un mar perpetuos e infinitos enfrentándose el uno al otro. Hunab Ku creó a los dioses para no estar solo, y estos hicieron el mundo. Así surgieron la tierra, los árboles y el sol, pero no hablaban. Luego idearon animales de toda clase, pero estos tampoco tenían el don del habla y, en consecuencia, no podían venerar a los dioses. Decidieron entonces crear al hombre.

Fue entonces que se produjeron los dos intentos fallidos: primero vino el hombre de barro, pero era frágil, se quemaba con el fuego, se endurecía con el sol y se deshacía con las lluvias. Entonces lo hicieron de madera, pero los dioses vieron que no tenía sentimientos: consideraba el mundo una herramienta para satisfacer sus necesidades, y no era capaz de utilizar la palabra para adorar y agradecer a los dioses. Así las cosas, enviaron el Diluvio Universal (presente en todas las cosmogonías) para destruir a todos los hombres del mundo.

La tercera, la vencida


Cuenta el mito que, ante la frustración de los dioses, los animales les dieron la materia de la que nacería un ser capaz de venerarlos: unas ratas les alcanzaron mazorcas de maíz y de ella fueron creados al primer hombre y la primera mujer. Ellos hablaron, vieron, amaron, supieron...

Fue demasiado

Pronto saltó a la vista el error: los hombres de maíz sabían todo, veían todo. Los dioses se habían emocionado tanto con sus criaturas que las habían puesto a su nivel. Celosos, decidieron acotar sus dones: los hombres nunca verían los dioses a la cara, pero siempre los recordarían en sus corazones, y eso los impulsaría a seguir dándoles gracias por las cosechas.

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