05 Febrero 2012
"La utopía de entonces es la misma de ahora, y es la que se ha venido teniendo desde los profetas" El Evangelio en Solentiname
Muy temprano en la mañana del jueves 19 de enero en la casa del nicaragüense Ernesto Cardenal se concentran una variedad de personas de distintas edades y procedencias unidas por el afecto y la admiración. Los motivos sobran: el festejo del cumpleaños 87 del poeta en la Isla Mancarrón, donde fundó en la década del 60 su comunidad, y la restauración de la Iglesia Nuestra Señora de Solentiname. Sobradas razones para reunir amigos, intelectuales, académicos, diplomáticos y figuras de la literatura latinoamericana para homenajear al escritor, su vida y su labor social con la realización de la misa campesina que celebrará el Padre Fernando Cardenal y cantarán los hermanos Mejía Godoy. Algunos rostros reflejan la emoción de volver a la tierra de los sueños y las utopías; otros, los de los primerizos, la expectativa y ansiedad por arribar a la mítica comunidad.Una larga travesía nos lleva de Managua a San Carlos, puerta de entrada del río San Juan. 300 kilómetros interrumpidos por un tradicional desayuno nicaragüense: un humeante plato de gallo pinto y la afamada tortilla de maíz. Ya en el puerto, sólo resta subir al Solentiname para arribar a destino.
El viernes, la isla está de fiesta. El pueblo y los invitados entran a la humilde Iglesia de piso de tierra mientras los músicos alistan sus instrumentos para dar comienzo a la celebración. El Padre Fernando comenta la importancia del encuentro, ya que allí nació la misa campesina hace 30 años y, desde entonces, es el himno de los pobres y el símbolo de Dios presente en todos nosotros. Suenan los primeros acordes, todas las voces se hacen una al entonar vos sos el dios de los pobres, el dios humano y sencillo; una sola voz, un solo corazón que acompañan cada uno de los cantos y que escuchan las lecturas en las que se reafirma el compromiso con los desposeídos.
La emoción que se traduce en sonrisas o llantos es difícil poner en palabras. Sólo puede ser expresada en comunión durante el canto de despedida cuando los presentes se toman de la mano; una comunidad enlazada cantando: No hay cosa más bonita que escuchar en el canto de todos / Un solo grito inmenso de fraternidad.
Más tarde, un almuerzo comunitario como antaño solía compartir Ernesto Cardenal con los campesinos después de la misa dominical, todos reunidos alrededor del perol de sabroso indio viejo. Luego, un recital de los Mejía Godoy y la lectura de poemas de Ernesto Cardenal, William Agudelo y Bosco Centeno. Finalmente, dos regalos sorpresa para el poeta: la creación del Premio Internacional de Poesía Ernesto Cardenal y la llegada a la isla del último libro del autor, Que voy volando, una recopilación de sus escritos místicos tanto en verso como en prosa.
Esta jornada única se propuso, en palabras de Luz Marina Acosta, asistente del poeta, revivir la experiencia de los 70, actualizar la memoria y poner en vitrina la obra de Cardenal, en definitiva mostrar que Solentiname va a volver a vivir y que la utopía de entonces es la misma de hoy. Para los que pudimos ser parte nos quedan las profundas emociones vividas y la promesa de un retorno como dicen los versos de Carlos Mejía Godoy:
No es chiche decir adiós cuando la alegría es tanta,
Aquí siento un torozón en mitad de la garganta,
Pero toda esta cabanga va a ser pronto una sonrisa,
Cuando todos regresemos a la misa campesina.
© LA GACETA
María del Pilar Ríos - Profesora de Introducción a los Estudios Literarios de la UNT.
Muy temprano en la mañana del jueves 19 de enero en la casa del nicaragüense Ernesto Cardenal se concentran una variedad de personas de distintas edades y procedencias unidas por el afecto y la admiración. Los motivos sobran: el festejo del cumpleaños 87 del poeta en la Isla Mancarrón, donde fundó en la década del 60 su comunidad, y la restauración de la Iglesia Nuestra Señora de Solentiname. Sobradas razones para reunir amigos, intelectuales, académicos, diplomáticos y figuras de la literatura latinoamericana para homenajear al escritor, su vida y su labor social con la realización de la misa campesina que celebrará el Padre Fernando Cardenal y cantarán los hermanos Mejía Godoy. Algunos rostros reflejan la emoción de volver a la tierra de los sueños y las utopías; otros, los de los primerizos, la expectativa y ansiedad por arribar a la mítica comunidad.Una larga travesía nos lleva de Managua a San Carlos, puerta de entrada del río San Juan. 300 kilómetros interrumpidos por un tradicional desayuno nicaragüense: un humeante plato de gallo pinto y la afamada tortilla de maíz. Ya en el puerto, sólo resta subir al Solentiname para arribar a destino.
El viernes, la isla está de fiesta. El pueblo y los invitados entran a la humilde Iglesia de piso de tierra mientras los músicos alistan sus instrumentos para dar comienzo a la celebración. El Padre Fernando comenta la importancia del encuentro, ya que allí nació la misa campesina hace 30 años y, desde entonces, es el himno de los pobres y el símbolo de Dios presente en todos nosotros. Suenan los primeros acordes, todas las voces se hacen una al entonar vos sos el dios de los pobres, el dios humano y sencillo; una sola voz, un solo corazón que acompañan cada uno de los cantos y que escuchan las lecturas en las que se reafirma el compromiso con los desposeídos.
La emoción que se traduce en sonrisas o llantos es difícil poner en palabras. Sólo puede ser expresada en comunión durante el canto de despedida cuando los presentes se toman de la mano; una comunidad enlazada cantando: No hay cosa más bonita que escuchar en el canto de todos / Un solo grito inmenso de fraternidad.
Más tarde, un almuerzo comunitario como antaño solía compartir Ernesto Cardenal con los campesinos después de la misa dominical, todos reunidos alrededor del perol de sabroso indio viejo. Luego, un recital de los Mejía Godoy y la lectura de poemas de Ernesto Cardenal, William Agudelo y Bosco Centeno. Finalmente, dos regalos sorpresa para el poeta: la creación del Premio Internacional de Poesía Ernesto Cardenal y la llegada a la isla del último libro del autor, Que voy volando, una recopilación de sus escritos místicos tanto en verso como en prosa.
Esta jornada única se propuso, en palabras de Luz Marina Acosta, asistente del poeta, revivir la experiencia de los 70, actualizar la memoria y poner en vitrina la obra de Cardenal, en definitiva mostrar que Solentiname va a volver a vivir y que la utopía de entonces es la misma de hoy. Para los que pudimos ser parte nos quedan las profundas emociones vividas y la promesa de un retorno como dicen los versos de Carlos Mejía Godoy:
No es chiche decir adiós cuando la alegría es tanta,
Aquí siento un torozón en mitad de la garganta,
Pero toda esta cabanga va a ser pronto una sonrisa,
Cuando todos regresemos a la misa campesina.
© LA GACETA
María del Pilar Ríos - Profesora de Introducción a los Estudios Literarios de la UNT.
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