14 Enero 2012
Holmes usa más los puños y menos el cerebro
Una serie de hechos violentos sacude a Europa; Sherlock Holmes entiende que no se trata de hechos aislados, y emprende la investigación -secundado por el doctor Watson- en la sospecha de que detrás de estos actos criminales está la prodigiosa mente de su archirrival, el profesor James Moriarty.
SHERLOCK HOLMES: JUEGO DE SOMBRAS | Acción, aventuras - PM13 129´
BUENA
La aclaración que se lee al comienzo del filme es pertinente: "basado en personajes creados por Arthur Conan Doyle". Los seguidores de las novelas del inteligentísimo investigador encontrarán que poco tiene que ver el personaje que interpreta Robert Downey Jr. con el que se puede imaginar a partir de las páginas escritas por el autor escocés. Pero todo esto quedó claro hace un par de años, en oportunidad del estreno de la primera película sobre Sherlock Holmes dirigida por el realizador británico Guy Ritchie. En esta, que presenta nuevamente las andanzas del detective y de su fiel compañero, el doctor Watson, las virtudes y las debilidades de la primera entrega vuelven a advertirse con claridad. Ritchie se concentra en los aspectos formales y resuelve con muy buenos recursos las numerosas secuencias de acción, los combates cuerpo a cuerpo, las explosiones y las persecuciones. Confía ciegamente en el carisma y la simpatía de Downey en la piel de Holmes y en la buena sintonía actoral con Jude Law, que encarna al incondicional Watson. En esta oportunidad, los guionistas agregan la interesante presencia del profesor Moriarty (buen trabajo de Jared Harris) e introducen a la intrigante Noomi Rapace como Madame Simza, una adivina de feria que se une a las andanzas de los detectives.
Ritchie ha desarrollado a lo largo de su filmografía una expresión estética y un ritmo narrativo con marca de fábrica inconfundible: los planos de detalle, las reducciones a cámara súper lenta y la edición vertiginosa pero sumamente clara aparecen constantemente en sus películas. En este caso, estos recursos están al servicio de una narración que en todo momento atrapa al espectador, y que redondea un espectáculo atractivo. Los fanáticos del cine policial y de las tramas plenas de intriga seguramente echarán de menos las fantásticas deducciones del detective, columna vertebral de las novelas; y tal vez sientan que el intrépido investigador, en esta versión siglo XXI, se parece más a un agente secreto que al frío y cerebral analista de la realidad que inventó Conan Doyle hace más de un siglo. Lo cierto es que este personaje funciona muy bien en la pantalla, y que el relato de sus aventuras interesa, divierte y cautiva al espectador. No hace falta nada más para que se venga la tercera parte, posibilidad más que sugerida en el final de la película.
BUENA
La aclaración que se lee al comienzo del filme es pertinente: "basado en personajes creados por Arthur Conan Doyle". Los seguidores de las novelas del inteligentísimo investigador encontrarán que poco tiene que ver el personaje que interpreta Robert Downey Jr. con el que se puede imaginar a partir de las páginas escritas por el autor escocés. Pero todo esto quedó claro hace un par de años, en oportunidad del estreno de la primera película sobre Sherlock Holmes dirigida por el realizador británico Guy Ritchie. En esta, que presenta nuevamente las andanzas del detective y de su fiel compañero, el doctor Watson, las virtudes y las debilidades de la primera entrega vuelven a advertirse con claridad. Ritchie se concentra en los aspectos formales y resuelve con muy buenos recursos las numerosas secuencias de acción, los combates cuerpo a cuerpo, las explosiones y las persecuciones. Confía ciegamente en el carisma y la simpatía de Downey en la piel de Holmes y en la buena sintonía actoral con Jude Law, que encarna al incondicional Watson. En esta oportunidad, los guionistas agregan la interesante presencia del profesor Moriarty (buen trabajo de Jared Harris) e introducen a la intrigante Noomi Rapace como Madame Simza, una adivina de feria que se une a las andanzas de los detectives.
Ritchie ha desarrollado a lo largo de su filmografía una expresión estética y un ritmo narrativo con marca de fábrica inconfundible: los planos de detalle, las reducciones a cámara súper lenta y la edición vertiginosa pero sumamente clara aparecen constantemente en sus películas. En este caso, estos recursos están al servicio de una narración que en todo momento atrapa al espectador, y que redondea un espectáculo atractivo. Los fanáticos del cine policial y de las tramas plenas de intriga seguramente echarán de menos las fantásticas deducciones del detective, columna vertebral de las novelas; y tal vez sientan que el intrépido investigador, en esta versión siglo XXI, se parece más a un agente secreto que al frío y cerebral analista de la realidad que inventó Conan Doyle hace más de un siglo. Lo cierto es que este personaje funciona muy bien en la pantalla, y que el relato de sus aventuras interesa, divierte y cautiva al espectador. No hace falta nada más para que se venga la tercera parte, posibilidad más que sugerida en el final de la película.
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