19 Diciembre 2011
Asistencia perfecta
Con sólo 16 años, Estefanía terminó la secundaria con un promedio de 9 y sin haber faltado nunca a clases, desde la escuela primaria. "En el aula siempre me sentí cómoda", afirma. Ahora se prepara para ingresar en la Facultad de Medicina. "Siempre supe que debo sacrificarme para conseguir lo que quiero", destacó.
Estefanía del Milagro Aragón tiene 16 años y vive en Santa Lucía. No es una adolescente más. Llama la atención su especial apego al estudio. Además de haber egresado este año del Instituto Madre Mercedes Pacheco, de Famaillá, con un promedio de 9, alcanzó el difícil privilegio de no haber faltado nunca a clases. Leyeron bien: nunca a lo largo de los años. Por esta y otras razones relacionadas con su buen comportamiento llevó la bandera papal durante la reciente ceremonia de fin de clases.
En realidad "Mili", como la llaman sus amigos, podría superar el récord de asistencia de cualquier estudiante argentino. Es que, con documentos en la mano, está en condiciones de demostrar que nunca estuvo ausente en una clase desde la primaria.
"Jamás falté a la escuela. Además de que es un hábito incorporado desde niña, en el aula siempre me sentí cómoda y atraída por las enseñanzas de los profesores. Por otro lado, afortunadamente nunca me enfermé como para quedarme en casa", afirma. Los papás de "Mili" son Marta del Valle Gramajo, docente jubilada, y Jorge Aragón, transportista rural que padece la grave falta de trabajo que castiga al pueblo desde que cerró el ingenio santaluceño.
La notable estudiante, testigo de las frustraciones que sufren muchos jóvenes del lugar que no pudieron seguir estudios superiores, ya se prepara para rendir el ingreso a la Facultad de Medicina de la UNT. Es un enorme esfuerzo económico que están dispuestos a hacer sus padres, cuyos ingresos son escasos.
"Desde que tenía tres años ya decía que quería ser doctora, y por eso le tuvimos que regalar una cajita con estetoscopio y jeringas de juguetes", cuenta Marta.
- ¿Qué te llevó a no faltar nunca a la escuela?
- Está la costumbre que adquirís en la casa. Además me acompaña la suerte de tener ya definida una meta. No sé por qué influencia asumí que tengo que ser médica. Siempre supe que debo sacrificarme para conseguir lo que quiero.
- ¿Tus compañeros nunca te dijeron nada sobre tu asistencia perfecta?
- Siempre me hicieron bromas. Mucho más cuando terminaban las clases y me daban el diploma por no haber faltado ni un día al aula. En el mismo Instituto me llegaron a decir que podía faltar si quería, pero yo no podía hacerlo sin una razón valedera. Incluso, cuando los limoneros cortaron la ruta a causa de los reclamos salariales llegué a hacer hasta tres trasbordos en ómnibus para llegar a clase. Esos días sólo estuve en el aula con tres compañeras.
- ¿Qué significó llevar la bandera papal?
- Un orgullo, porque representa un reconocimiento no sólo al esfuerzo, sino también al respeto a los compañeros, a los profesores. De todos modos, si estudio o tengo un buen comportamiento no es para cosechar distinciones, sino porque asumo que hay que estudiar para progresar y tratar de ser buena persona, tal como me lo enseñaron en mi casa.
- ¿Te gusta salir a divertirte?
- Sí, por supuesto. A veces lo hago con mis compañeras o amigos. Cuando salimos siempre hay un padre que nos va a buscar y nos deja en casa.
- ¿Cómo ves a tu pueblo?
- Es como que quiere cambiar. Pero está estancado desde hace tiempo. Lo más grave es que aquí los chicos terminan el secundario y se les acaba el estudio. Se quedan ahí. Son muy pocos los que consiguen avanzar hacia estudios superiores. También están los que los inician y luego los abandonan por cuestiones económicas o porque descubren que no es la carrera para ellos. El pueblo debe crecer y lo tiene que hacer brindando más posibilidades de estudio a la juventud.
- ¿Es verdad que preparás a estudiantes adultos?
- Sí, los ayudo con frecuencia. Son alumnos de escuelas nocturnas que quieren salir adelante, progresar. La última vez preparamos una monografía. Esta tarea la comparto con mi madre, que es docente jubilada. Ellos nos enseñan que nunca es tarde para aprender.
- ¿Qué les dirías a los jóvenes de tu edad?
- Que piensen en el futuro. Que es posible conseguir todo en la medida en que uno le pone el corazón a lo que quiere. Hay que fijarse metas y luchar para alcanzarlas.
En realidad "Mili", como la llaman sus amigos, podría superar el récord de asistencia de cualquier estudiante argentino. Es que, con documentos en la mano, está en condiciones de demostrar que nunca estuvo ausente en una clase desde la primaria.
"Jamás falté a la escuela. Además de que es un hábito incorporado desde niña, en el aula siempre me sentí cómoda y atraída por las enseñanzas de los profesores. Por otro lado, afortunadamente nunca me enfermé como para quedarme en casa", afirma. Los papás de "Mili" son Marta del Valle Gramajo, docente jubilada, y Jorge Aragón, transportista rural que padece la grave falta de trabajo que castiga al pueblo desde que cerró el ingenio santaluceño.
La notable estudiante, testigo de las frustraciones que sufren muchos jóvenes del lugar que no pudieron seguir estudios superiores, ya se prepara para rendir el ingreso a la Facultad de Medicina de la UNT. Es un enorme esfuerzo económico que están dispuestos a hacer sus padres, cuyos ingresos son escasos.
"Desde que tenía tres años ya decía que quería ser doctora, y por eso le tuvimos que regalar una cajita con estetoscopio y jeringas de juguetes", cuenta Marta.
- ¿Qué te llevó a no faltar nunca a la escuela?
- Está la costumbre que adquirís en la casa. Además me acompaña la suerte de tener ya definida una meta. No sé por qué influencia asumí que tengo que ser médica. Siempre supe que debo sacrificarme para conseguir lo que quiero.
- ¿Tus compañeros nunca te dijeron nada sobre tu asistencia perfecta?
- Siempre me hicieron bromas. Mucho más cuando terminaban las clases y me daban el diploma por no haber faltado ni un día al aula. En el mismo Instituto me llegaron a decir que podía faltar si quería, pero yo no podía hacerlo sin una razón valedera. Incluso, cuando los limoneros cortaron la ruta a causa de los reclamos salariales llegué a hacer hasta tres trasbordos en ómnibus para llegar a clase. Esos días sólo estuve en el aula con tres compañeras.
- ¿Qué significó llevar la bandera papal?
- Un orgullo, porque representa un reconocimiento no sólo al esfuerzo, sino también al respeto a los compañeros, a los profesores. De todos modos, si estudio o tengo un buen comportamiento no es para cosechar distinciones, sino porque asumo que hay que estudiar para progresar y tratar de ser buena persona, tal como me lo enseñaron en mi casa.
- ¿Te gusta salir a divertirte?
- Sí, por supuesto. A veces lo hago con mis compañeras o amigos. Cuando salimos siempre hay un padre que nos va a buscar y nos deja en casa.
- ¿Cómo ves a tu pueblo?
- Es como que quiere cambiar. Pero está estancado desde hace tiempo. Lo más grave es que aquí los chicos terminan el secundario y se les acaba el estudio. Se quedan ahí. Son muy pocos los que consiguen avanzar hacia estudios superiores. También están los que los inician y luego los abandonan por cuestiones económicas o porque descubren que no es la carrera para ellos. El pueblo debe crecer y lo tiene que hacer brindando más posibilidades de estudio a la juventud.
- ¿Es verdad que preparás a estudiantes adultos?
- Sí, los ayudo con frecuencia. Son alumnos de escuelas nocturnas que quieren salir adelante, progresar. La última vez preparamos una monografía. Esta tarea la comparto con mi madre, que es docente jubilada. Ellos nos enseñan que nunca es tarde para aprender.
- ¿Qué les dirías a los jóvenes de tu edad?
- Que piensen en el futuro. Que es posible conseguir todo en la medida en que uno le pone el corazón a lo que quiere. Hay que fijarse metas y luchar para alcanzarlas.