09 Diciembre 2011
Vivió en Angola, en España, en Bahía, en India y ahora planea instalarse en Indochina. Antes pasará por París, donde dictará un ciclo de conferencias, y luego emprenderá su marcha hacia Sumatra. Allí hablará sobre su obra. Sin embargo, el escritor, poeta y doctor en Psicología Hugo Finkelstein sigue siendo tan tucumano como el cerro San Javier. Y no puede ser de otra manera: aquí nació, creció y se formó como profesional. Después la vida lo llevó por los más diversos caminos. "Soy un viajero empedernido. Me fui hace mucho tiempo, pero vengo seguido a ver a mi familia", sentencia el autor del "Libro del no amor".
Días atrás, Finkelstein presentó en Tucumán su más reciente obra -titulada "Del amor"-, que reúne sus poemas, aforismos y reflexiones más aclamadas. "Curiosamente nunca presenté un libro en esta provincia. Esta es la primera vez, lo cual me llena de orgullo. Además, hace ocho años que no publico en la Argentina. Mis últimos trabajos se editaron en Europa. De manera que es una oportunidad linda para encontrarme con gente que no veo desde hace tiempo", destacó.
Sobre el amor
A pesar de sus viajes y de su preferencia por las culturas orientales, Finkelstein no se define como orientalista. Afirma que toma de cada país donde le tocó vivir elementos que lo ayudan a crecer como individuo. "Al hombre moderno le resulta difícil ser humano. En occidente todavía vivimos con muchas ataduras -analizó-. El matrimonio, por ejemplo, así como está planteado en nuestra sociedad, tiende a desaparecer porque representa una condena perpetua. En otras culturas, por ejemplo, no existe esta condena".
En este sentido, el amor -hilo conductor de toda la obra de Finkelstein- es una fuerza que sufre constantes agresiones; sobre todo en la convulsionada vida moderna, ya que la tecnología está jugando un papel clave en las relaciones humanas. "El amor a Dios es un amor incuestionable que parte de la fe. En cambio el amor filial, es decir el amor a los hijos, sigue siendo amor por uno mismo. Amar a los hijos de uno es amarse a uno mismo. Amar a los hijos de otros es amar al otro. Si realmente esta prédica funcionara, por ejemplo, a los palestinos e israelíes les dolería mucho matar a los hijos de sus vecinos", manifestó. Y agregó: "hoy se ha perdido el valor de la palabra. Casi no se puede confiar en nadie. Mucho menos en los políticos, que con sus discursos hicieron descreer a todo al pueblo. Por eso, el único recurso que le queda a esta sociedad es ese concepto que se llama amor por otro. Aunque es el sentimiento más difícil de cumplir, porque hay que ceder el amor por uno mismo".
Días atrás, Finkelstein presentó en Tucumán su más reciente obra -titulada "Del amor"-, que reúne sus poemas, aforismos y reflexiones más aclamadas. "Curiosamente nunca presenté un libro en esta provincia. Esta es la primera vez, lo cual me llena de orgullo. Además, hace ocho años que no publico en la Argentina. Mis últimos trabajos se editaron en Europa. De manera que es una oportunidad linda para encontrarme con gente que no veo desde hace tiempo", destacó.
Sobre el amor
A pesar de sus viajes y de su preferencia por las culturas orientales, Finkelstein no se define como orientalista. Afirma que toma de cada país donde le tocó vivir elementos que lo ayudan a crecer como individuo. "Al hombre moderno le resulta difícil ser humano. En occidente todavía vivimos con muchas ataduras -analizó-. El matrimonio, por ejemplo, así como está planteado en nuestra sociedad, tiende a desaparecer porque representa una condena perpetua. En otras culturas, por ejemplo, no existe esta condena".
En este sentido, el amor -hilo conductor de toda la obra de Finkelstein- es una fuerza que sufre constantes agresiones; sobre todo en la convulsionada vida moderna, ya que la tecnología está jugando un papel clave en las relaciones humanas. "El amor a Dios es un amor incuestionable que parte de la fe. En cambio el amor filial, es decir el amor a los hijos, sigue siendo amor por uno mismo. Amar a los hijos de uno es amarse a uno mismo. Amar a los hijos de otros es amar al otro. Si realmente esta prédica funcionara, por ejemplo, a los palestinos e israelíes les dolería mucho matar a los hijos de sus vecinos", manifestó. Y agregó: "hoy se ha perdido el valor de la palabra. Casi no se puede confiar en nadie. Mucho menos en los políticos, que con sus discursos hicieron descreer a todo al pueblo. Por eso, el único recurso que le queda a esta sociedad es ese concepto que se llama amor por otro. Aunque es el sentimiento más difícil de cumplir, porque hay que ceder el amor por uno mismo".