Por Federico Diego van Mameren
19 Octubre 2011
El chiste suele repetirse. Son las cuatro de la mañana. El hombre pincha una goma. Se baja y comprueba que no tiene gato. Mira a su alrededor y ve una luz diminuta a lo lejos. Hacia ella va. A medida que avanza su cabeza empieza a jugarle en contra. "¿Cómo lo voy a despertar? Apenas toque el timbre el hombre me pega un tiro. No le puedo pedir un gato. Mejor me vuelvo. Seguro que llego y el hombre me atiende en calzoncillos y me lanza tantos improperios que me dejará sin palabras". Finalmente, luego de caminar un kilómetro, llega a la puerta de la casita, toca el timbre, abre la puerta un hombre y, antes de escuchar el saludo, el dueño del auto está tan cargado que lo reta y le dice: "¿Sabe qué? Guárdese su gato, no lo necesito"...
Esta humorada más de uno la vive antes de tomar un taxi: "Mejor me voy caminando, no tengo monedas y apenas llegue el chofer me va a retar. Si tomo el ómnibus evito el mal trato. Tengo un billete de $ 10 o de $ 20, pero ninguno de $ 2, subo y el hombre me va a preguntar si tengo cambio. Voy aquí cerquita, a unas cuadras; pero seguro que el hombre empieza a quejarse del calor, del tránsito y del viaje corto y terminamos discutiendo. Mejor no subo, está lleno de tierra y acabo de salir de casa y terminaré sucio". Finalmente, y por lo general, el viaje se hace bajo un clima de mal humor. Pero el sábado pasado a las 8.45 de la mañana todo fue distinto. El hombre paró en Corrientes y 25 de Mayo y empezó a hablar: "Mire qué lindo día. Ah, va hasta Bomberos, aquí cerca. Le cuento que me levanté a las 6 y al ver este hermoso día me bañé y salí en el acto a trabajar; eso sí, con el mate a cuestas". Llegamos. "Son $ 6,60, pero no importa déme $6. ¿Vio que siempre los pasajeros se enojan por las monedas? Yo no discuto, es tan lindo vivir tranquilo y compartir sonrisas...". Finalmente, uno paga $ 7, agradece y saluda.
Todo dicho. Qué fácil y simple es ayudar a comenzar un día con felicidad. Un saludo y buena onda transforman un servicio crítico en un gran viaje.
Esta humorada más de uno la vive antes de tomar un taxi: "Mejor me voy caminando, no tengo monedas y apenas llegue el chofer me va a retar. Si tomo el ómnibus evito el mal trato. Tengo un billete de $ 10 o de $ 20, pero ninguno de $ 2, subo y el hombre me va a preguntar si tengo cambio. Voy aquí cerquita, a unas cuadras; pero seguro que el hombre empieza a quejarse del calor, del tránsito y del viaje corto y terminamos discutiendo. Mejor no subo, está lleno de tierra y acabo de salir de casa y terminaré sucio". Finalmente, y por lo general, el viaje se hace bajo un clima de mal humor. Pero el sábado pasado a las 8.45 de la mañana todo fue distinto. El hombre paró en Corrientes y 25 de Mayo y empezó a hablar: "Mire qué lindo día. Ah, va hasta Bomberos, aquí cerca. Le cuento que me levanté a las 6 y al ver este hermoso día me bañé y salí en el acto a trabajar; eso sí, con el mate a cuestas". Llegamos. "Son $ 6,60, pero no importa déme $6. ¿Vio que siempre los pasajeros se enojan por las monedas? Yo no discuto, es tan lindo vivir tranquilo y compartir sonrisas...". Finalmente, uno paga $ 7, agradece y saluda.
Todo dicho. Qué fácil y simple es ayudar a comenzar un día con felicidad. Un saludo y buena onda transforman un servicio crítico en un gran viaje.