Por Gustavo Martinelli
14 Julio 2011
¡Larga vida a Harry Potter!
La Orden del Fénix sigue trabajando como puede para impedir el avance de Lord Voldemort, mientras Harry, Hermione y Ron buscan el resto de los horrocruxes para destruirlos. La batalla final se librará en la misma escuela Hogwarts.. Todo concluye. Incluso la saga mágica que mantuvo en vilo a toda una generación de lectores. Una hora antes del mediodía, en el complejo de cines Sunstar, LA GACETA y Warnes Bros. Pictures ofrecieron a más de 200 fans la posibilidad de ver por adelantado "Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2". Aplausos, lágrimas y melancolía fueron la constante.
"Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2"
Aventuras PM/13 - MUY BUENA
"It all ends here". Todo termina aquí, se lee en el afiche. Y el vaticinio se cumple a rajatabla. Así está escrito. La última aventura del mago más famoso del mundo será recordada finalmente como uno de esos acontecimientos cinematográficos más impactantes de la historia del cine. Con buena parte del camino dramático ya recorrido en "Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 1", el director David Yates afronta esta segunda parte con las fuerzas bien dosificadas. Una vez más demuestra que se trata de un realizador contundente: consigue narrar con entusiasmo y pulcritud un final que tiene decididamente ribetes épicos.
La acción comienza exactamente donde la dejó en la primera película: un Voldemort victorioso eleva a los cielos la varita de Sauco extraída de la tumba del profesor Dumbledore. Yates no se toma el trabajo de recapitular o resumir los acontecimientos narrados anteriormente. Por el contrario, decide sumergir de lleno al espectador en esa lucha entre el bien y el mal. Y lo hace con equilibrio. Sin salirse de los límites. Mientras Harry y sus amigos deambulan buscando los horrocruxes que les permitirán destruir al que ahora sí puede ser nombrado, el resto del mundo mágico se alista para la batalla final. Yates aprovecha este enfrentamiento para atar cabos sueltos. Así, por ejemplo, el espectador descubre el verdadero rostro de Severus Snape (un magistral Alan Rickman), quien en realidad es el protector de Harry y el eterno enamorado de su madre, Lily. Lamentablemente no vive para contarlo y muere a manos de Voldemort, al igual que otros personajes queridos por los fans, como uno de los gemelos Wesley o el licántropo Remus Lupin y su esposa Tonks. El vértigo de la narración no decae en ningún momento. Esa es la mayor virtud del filme y la diferencia con su antecesor. Mientras la primera parte trabajó sobre lo conspirativo y lo conjeturable, la segunda lo hace sobre la acción.
El trío protagonista cumple correctamente la compleja tarea de dotar a sus personajes de una madurez más visible. Sin embargo, la poca pasión que transmiten los jóvenes actores convierte algunas escenas en meros devaneos infantiles. Sobre todo en el caso de Daniel Radcliffe (Harry), quien entrega el beso menos atractivo y convincente de la historia del cine. Lo opuesto sucede con el elenco de estrellas de factura británica, a quienes les basta una leve aparición para brillar en todo su esplendor. Fiennes, como Voldemort, hiela la sangre; Helena Bonham-Carter, como la trastornada Bellatrix Lestrange, perturba y Maggie Smith, como la profesora Minerva McGonagall, llega arrancar una sonrisa en el momento más dramático de la historia.
Otra de las fortalezas del filme radica en su asombrosa factura técnica. En realidad, esta última película de la saga es el resultado de un largo y meticuloso período de posproducción, en el que se han corregido fallas y añadido efectos gracias a los prodigios de la tecnología digital. Las dos últimas películas se rodaron entre el 19 de febrero de 2009 y el 21 de diciembre de 2010, pero es obvio que el mundo de Harry tiene mucho de ilusión, y eso es imposible de reflejar mediante los métodos tradicionales. Este filme es, además, el único que se estrenó en el formato 3D, lo que le agrega un atractivo adicional.
Por último, en este final de saga es posible reconocer algunos recursos narrativos usados, por ejemplo, en "La guerra de las galaxias", "Matrix" o "El señor de los anillos". En un momento de la película, Harry nos recuerda a Luke frente a Darth Vader o a Frodo ante el abismo, tentado por la posibilidad de adquirir un poder inconcebible gracias a la varita de Sauco. Incluso hay una escena donde la realidad y el mundo espiritual (o virtual) se confunden, como ocurría con Neo en la trilogía "Matrix".
De cualquier forma, Yates demostró que sabe manejar el suspenso mucho mejor que las escenas de guerra. Y entrega una película poderosa, destinada a dejar su huella. En esto también tiene mucho que ver el guión, a cargo del infatigable Steve Kloves, quien ha trabajado otra vez bajo la atenta mirada de la propia J. K. Rowling, productora junto a David Heyman y David Barron. Por lo tanto, es de suponer que nada de lo que la película ofrece, incluidos ciertos cambios respecto de la obra literaria, se ha hecho sin el consentimiento de la máxima responsable de la franquicia.
No vale la pena contar más datos del argumento. Basta decir que las revelaciones son decisivas e inesperadas, y ello asegura un buen puñado de sorpresas para aquel espectador que no ha leído los siete libros de la saga. Así, el final llega como una despedida entre amigos, al pie del andén en la estación y con los protagonistas junto a sus hijos. Como deseando vivir de nuevos esas mágicas aventuras. ¡Larga vida a Harry Potter!
Aventuras PM/13 - MUY BUENA
"It all ends here". Todo termina aquí, se lee en el afiche. Y el vaticinio se cumple a rajatabla. Así está escrito. La última aventura del mago más famoso del mundo será recordada finalmente como uno de esos acontecimientos cinematográficos más impactantes de la historia del cine. Con buena parte del camino dramático ya recorrido en "Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 1", el director David Yates afronta esta segunda parte con las fuerzas bien dosificadas. Una vez más demuestra que se trata de un realizador contundente: consigue narrar con entusiasmo y pulcritud un final que tiene decididamente ribetes épicos.
La acción comienza exactamente donde la dejó en la primera película: un Voldemort victorioso eleva a los cielos la varita de Sauco extraída de la tumba del profesor Dumbledore. Yates no se toma el trabajo de recapitular o resumir los acontecimientos narrados anteriormente. Por el contrario, decide sumergir de lleno al espectador en esa lucha entre el bien y el mal. Y lo hace con equilibrio. Sin salirse de los límites. Mientras Harry y sus amigos deambulan buscando los horrocruxes que les permitirán destruir al que ahora sí puede ser nombrado, el resto del mundo mágico se alista para la batalla final. Yates aprovecha este enfrentamiento para atar cabos sueltos. Así, por ejemplo, el espectador descubre el verdadero rostro de Severus Snape (un magistral Alan Rickman), quien en realidad es el protector de Harry y el eterno enamorado de su madre, Lily. Lamentablemente no vive para contarlo y muere a manos de Voldemort, al igual que otros personajes queridos por los fans, como uno de los gemelos Wesley o el licántropo Remus Lupin y su esposa Tonks. El vértigo de la narración no decae en ningún momento. Esa es la mayor virtud del filme y la diferencia con su antecesor. Mientras la primera parte trabajó sobre lo conspirativo y lo conjeturable, la segunda lo hace sobre la acción.
El trío protagonista cumple correctamente la compleja tarea de dotar a sus personajes de una madurez más visible. Sin embargo, la poca pasión que transmiten los jóvenes actores convierte algunas escenas en meros devaneos infantiles. Sobre todo en el caso de Daniel Radcliffe (Harry), quien entrega el beso menos atractivo y convincente de la historia del cine. Lo opuesto sucede con el elenco de estrellas de factura británica, a quienes les basta una leve aparición para brillar en todo su esplendor. Fiennes, como Voldemort, hiela la sangre; Helena Bonham-Carter, como la trastornada Bellatrix Lestrange, perturba y Maggie Smith, como la profesora Minerva McGonagall, llega arrancar una sonrisa en el momento más dramático de la historia.
Otra de las fortalezas del filme radica en su asombrosa factura técnica. En realidad, esta última película de la saga es el resultado de un largo y meticuloso período de posproducción, en el que se han corregido fallas y añadido efectos gracias a los prodigios de la tecnología digital. Las dos últimas películas se rodaron entre el 19 de febrero de 2009 y el 21 de diciembre de 2010, pero es obvio que el mundo de Harry tiene mucho de ilusión, y eso es imposible de reflejar mediante los métodos tradicionales. Este filme es, además, el único que se estrenó en el formato 3D, lo que le agrega un atractivo adicional.
Por último, en este final de saga es posible reconocer algunos recursos narrativos usados, por ejemplo, en "La guerra de las galaxias", "Matrix" o "El señor de los anillos". En un momento de la película, Harry nos recuerda a Luke frente a Darth Vader o a Frodo ante el abismo, tentado por la posibilidad de adquirir un poder inconcebible gracias a la varita de Sauco. Incluso hay una escena donde la realidad y el mundo espiritual (o virtual) se confunden, como ocurría con Neo en la trilogía "Matrix".
De cualquier forma, Yates demostró que sabe manejar el suspenso mucho mejor que las escenas de guerra. Y entrega una película poderosa, destinada a dejar su huella. En esto también tiene mucho que ver el guión, a cargo del infatigable Steve Kloves, quien ha trabajado otra vez bajo la atenta mirada de la propia J. K. Rowling, productora junto a David Heyman y David Barron. Por lo tanto, es de suponer que nada de lo que la película ofrece, incluidos ciertos cambios respecto de la obra literaria, se ha hecho sin el consentimiento de la máxima responsable de la franquicia.
No vale la pena contar más datos del argumento. Basta decir que las revelaciones son decisivas e inesperadas, y ello asegura un buen puñado de sorpresas para aquel espectador que no ha leído los siete libros de la saga. Así, el final llega como una despedida entre amigos, al pie del andén en la estación y con los protagonistas junto a sus hijos. Como deseando vivir de nuevos esas mágicas aventuras. ¡Larga vida a Harry Potter!