09 Julio 2011
Cuidado con el castor
LA DOBLE VIDA DE WALTER. Walter Black vive aparentemente una vida tranquila, en su trabajo y con su familia. Sin embargo, cae en una depresión terminal, de la que parece empezar a salir con la ayuda de un títere de puño que habla por él pero que, poco a poco, comienza a adueñarse de su existencia.
Jodie Foster vuelve a dirigir después de más de 15 años y elige una historia muy original, acerca de un hombre que encuentra en el títere de un castor un ancla con el mundo, del cual estaba casi totalmente apartado por una profunda depresión. Walter se convierte en protagonista excluyente de la película y es importante subrayar que la elección de Mel Gibson para encarnarlo resulta sumamente acertada; aquí, el protagonista de tantas aventuras alocadas y de vertiginosas historias de acción (y también de un recordable "Hamlet", de la mano de Franco Zeffirelli) confirma que es un gran actor; compenetrado al máximo con el papel, logra convencer al público de que un hombre, voluntaria e indisolublemente atado a un títere que habla por él, no sólo no resulta ridículo sino que puede ser tremendamente conmovedor. Walter, al borde del suicidio, se desdobla entre su propia persona (gris, débil, destrozada) y la fuerte personalidad del castor que lleva en su mano izquierda; el muñeco asume el comando de esta compleja entidad y parece que Walter va a encontrar un camino para resolver sus problemas. Pero las cosas no son tan sencillas, y paralelamente, se desarrolla el conflicto de su hijo mayor, obsesionado por la idea de tener que repetir el oscuro destino de su progenitor.
Un gran mérito de la directora es asumir sin complejos un asunto que, bajo otro tratamiento, podría caer fácilmente en el ridículo. Foster lo toma con naturalidad, lo narra hábilmente y, apoyada en un elenco sólido (que ella también integra), termina por entregar una de esas películas que dejan mucho margen para la reflexión. Otro rasgo de inteligencia de la directora está expresado en la evidente intención de escapar de las fórmulas del melodrama y de zafar, a través del humor y de la transgresión, de situaciones que la solemnidad condenaría irremisiblemente al ridículo.
Es posible que la película no conquiste al gran público; pero no deja de ser una propuesta más que interesante.
Un gran mérito de la directora es asumir sin complejos un asunto que, bajo otro tratamiento, podría caer fácilmente en el ridículo. Foster lo toma con naturalidad, lo narra hábilmente y, apoyada en un elenco sólido (que ella también integra), termina por entregar una de esas películas que dejan mucho margen para la reflexión. Otro rasgo de inteligencia de la directora está expresado en la evidente intención de escapar de las fórmulas del melodrama y de zafar, a través del humor y de la transgresión, de situaciones que la solemnidad condenaría irremisiblemente al ridículo.
Es posible que la película no conquiste al gran público; pero no deja de ser una propuesta más que interesante.
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