19 Junio 2011
"Quienes son felices, normalmente, no producen grandes obras"
Es uno de los mayores especialistas en literatura latinoamericana de la Academia norteamericana. Discípulo del crítico que bautizó al Boom latinoamericano, en medio de una reciente visita a Buenos Aires, nos cuenta cómo se gestó uno de los movimientos literarios más relevantes del siglo XX. También nos habla sobre la revolución cubana, Mario Vargas Llosa y los escritores ocultos.
El Boom
- Cuatro décadas atrás, las figuras más rutilantes del Boom latinoamericano eran cuatro jóvenes: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Los primeros tres son hoy los escritores latinoamericanos más destacados. ¿Qué nos dice esta continuidad sobre nuestra literatura?
- La respuesta pone en juego la idea del canon. Si uno entra dentro del Olimpo literario, ¿puede en algún momento caer? Bueno, es posible mantenerse si uno sigue produciendo de la manera extraordinaria con que lo han hecho Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez. Algo interesante es que estas tres figuras del Boom no son solamente técnicos de la ficción, escritores que se limitan a escribir libros; son intelectuales, críticos del poder, hombres que también se mueven fuera de la literatura. Recuerdo una tapa de la revista del New York Times, en los 70, dedicada a los escritores latinoamericanos, ilustrada con una foto en la que aparecen el altísimo Cortázar, Borges con su bastón, un Rulfo dipsómano, García Márquez y Vargas Llosa en un costado, Fuentes con su bigotazo, y Octavio Paz de perfil. En ese momento cuaja la idea de que el Boom latinoamericano no se reduce a una expresión novelística de mercadeo. Incluye una visión sobre la sociedad y sobre la política en medio de una época crucial para América latina.
- ¿Cree que el Boom estaba conformado por un grupo cohesionado y con características comunes o que fue más una construcción artificial?
- Octavio Paz siempre contestaba a preguntas de este tipo diciendo "sí y no". Yo tengo que contestar de la misma manera. Guillermo Cabrera Infante decía que era un club en el que no había presidente y además que, si era un club exclusivo, él prefería no pertenecer. Parafraseaba a Groucho Marx: ¡no quería formar parte de cualquier club que lo incluyese! Emir Rodríguez Monegal, a quienes muchos consideran que fue el primero en nombrar al grupo con la palabra Boom, decía que se trataba de un concepto comercial asociado al consumo. Aunque esta connotación seguramente es más aplicable al denominado Postboom. Un libro como Los nuestros (1966), de Luis Harss, inicia el proceso de canonización. A partir de entonces los escritores del Boom comenzaron a convertirse en superestrellas.
- Un momento clave en la historia del Boom es la publicación de Cien años de Soledad, en Buenos Aires, en 1967.
Recuerdo a mi padre tirando Cien años de soledad contra una pared y diciéndome: "¿Para qué me diste a leer esta novela si todo lo que cuenta es verdad?". Lo había leído como una crónica de lo que había ocurrido en América latina. Algo parecido me dijo Borges pero refiriéndose a Kafka: "El problema con la literatura es que todo lo que nos dice es verdad". Ese es el efecto que logra todo gran escritor. Gregory Rabassa, el traductor al inglés de Cien años de soledad, me confesó que esa novela había sido la que menos le había costado traducir. Ocurría porque encontraba allí las historias que viven todas las familias.
- ¿Qué papel jugó Carmen Balcells, la agente literaria que actuó como promotora del Boom?
- Si hay alguien que inventó el Boom tal vez haya sido ella. No solamente negoció derechos para traducciones sino que se dedicó a publicitar a los escritores latinoamericanos. El fenómeno de la globalización de la literatura latinoamericana se debe a Balcells y también a Cien años de soledad. Cuando García Márquez ganó el Nobel, en el 82, se lo asoció indefectiblemente a esa novela. Ocurrió algo parecido a lo que había pasado, siglos antes, con la recepción de El Quijote. Son las obras que hicieron conocida a nuestra cultura.
Cuba
- La revolución cubana fue otro factor asociado al Boom.
- Es muy distinto cómo se vivió la revolución dentro de Cuba a cómo se la vio desde fuera. Desde el principio, los cubanos sabíamos que se trataba de un fenómeno contradictorio. Por una parte, era una revolución en contra de los abusos del poder y, sin embargo, se imponía una nueva estructura de poder desde la que se cometían nuevos abusos; una revolución hecha para propagar derechos humanos que los revolucionarios violaban; una revolución para todo el pueblo pero gran parte del pueblo se tenía que ir del país. Pero fuera de Cuba, lo que se rescataba era la soberanía de los pueblos y la resistencia frente al imperialismo. Se liga con el Boom en cuanto ambos son fenómenos que destacan el particularismo de América latina.
- ¿Fue el caso Padilla lo que dividió a los miembros del Boom?
- A principios de los 70, el escritor Heberto Padilla fue arrestado y sometido a un juicio al estilo de los de Moscú. Ese fue el detonante que obligó a los escritores latinoamericanos o bien a expresar su solidaridad con el proceso político cubano o bien a romper con él. Los quiebres más resonantes tal vez fueron los de Vargas Llosa y Octavio Paz. Cortázar, en cambio, manifestó su adhesión al régimen. El caso de García Márquez es particular porque se politizó marcadamente a partir del caso Padilla. Vargas Llosa y García Márquez se cruzan políticamente en ese momento. Vargas Llosa se aleja de la izquierda y empieza su camino hacia el liberalismo, mientras García Márquez se aferra al castrismo, comienza a visitar La Habana con frecuencia, se hace amigo de Fidel y funda la escuela de cine de San Antonio de los Baños. La Historia nunca es un proceso lineal; está llena de cambios, paradojas y contradicciones. Por eso muchos creyeron, como los escritores del Boom y sus lectores, que la mejor manera de hacer Historia, a veces, es escribir novelas.
- ¿Por qué cree que el castrismo, después de medio siglo, sigue generando atracción entre los intelectuales y los jóvenes latinoamericanos?
- Sería interesante conectar a esos intelectuales y a esos jóvenes con la juventud y los intelectuales cubanos, que son los que más rechazan al régimen. Con los intelectuales de fuera, lo que ocurre, creo, es que rechazar al régimen de hoy implicaría aceptar la responsabilidad por el apoyo que le dieron ayer.
La literatura y el fuego
- ¿Qué opina de la polémica que se generó en la Argentina a raíz del intento de censura a Vargas Llosa en su presentación en la última Feria del Libro?
- Un escritor como Mario que siempre ha dicho que la literatura es fuego, cree que las opiniones de los escritores deben ser candentes, está acostumbrado al escándalo, al conflicto y todo este caso seguramente le hizo vender más libros. Vargas Llosa se nutre de los conflictos. Pero esta es una regla casi general para los escritores. Quienes son felices o pasivos, normalmente, no producen grandes obras. ¿Qué sería de los lectores de Neruda si él no se hubiese ido a Birmania, a vivir prácticamente solo durante seis años y sin hablar español, pero escribiendo Residencia en la tierra? La literatura suele ser un reflejo de angustias y de pérdidas. Borges decía que solamente lo muerto es nuestro. Lo único que nos permite recuperar lo que hemos perdido es la imaginación, el recuerdo y, a veces, la venganza. En Vargas Llosa, además, debe haber un sentimiento de culpa por haber apoyado a un proceso como el castrista que ha hecho sufrir a tanta gente. Muchos escritores no aceptan ese cambio.
- Hablamos sobre los escritores que se convierten en superestrellas. ¿Qué opina de sus opuestos, los escritores ocultos como Thomas Pynchon o Salinger?
- Hay escritores que desaparecen porque piensan que cualquier tipo de vedettismo implica una traición a su arte. El otro gran ejemplo es Henri Michaux, quien por cierto vivió en Buenos Aires y aquí se enamoró de una uruguaya. Michaux decía que la literatura, en la era de la televisión, había dejado de ser algo para iniciados. Lo que buscaban estos escritores secretos era generar una literatura para pocos lectores, reservada y con una dimensión sagrada. Pero tal parece que la época de los Pynchon, los Salinger y los Michaux ha pasado a la historia. Tal vez ese concepto de la literatura, como arte para iniciados, regrese con el tiempo.
© LA GACETA
PERFIL
Enrico Santí nació en Cuba, en 1950. En 1962 se exilió con su familia en los Estados Unidos. Se doctoró en literatura latinoamericana en la Universidad de Yale, donde se convirtió en discípulo del crítico Emir Rodríguez Monegal. Como profesor ocupó cátedras en las universidades de Duke, Cornell y Georgetown. Actualmente es profesor en la Universidad de Kentucky. Ha publicado libros sobre Neruda, Octavio Paz, Lezama Lima, Martí y Cabrera Infante. Ha dado conferencias en más de 50 universidades norteamericanas, europeas y latinoamericanas.
- Cuatro décadas atrás, las figuras más rutilantes del Boom latinoamericano eran cuatro jóvenes: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Los primeros tres son hoy los escritores latinoamericanos más destacados. ¿Qué nos dice esta continuidad sobre nuestra literatura?
- La respuesta pone en juego la idea del canon. Si uno entra dentro del Olimpo literario, ¿puede en algún momento caer? Bueno, es posible mantenerse si uno sigue produciendo de la manera extraordinaria con que lo han hecho Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez. Algo interesante es que estas tres figuras del Boom no son solamente técnicos de la ficción, escritores que se limitan a escribir libros; son intelectuales, críticos del poder, hombres que también se mueven fuera de la literatura. Recuerdo una tapa de la revista del New York Times, en los 70, dedicada a los escritores latinoamericanos, ilustrada con una foto en la que aparecen el altísimo Cortázar, Borges con su bastón, un Rulfo dipsómano, García Márquez y Vargas Llosa en un costado, Fuentes con su bigotazo, y Octavio Paz de perfil. En ese momento cuaja la idea de que el Boom latinoamericano no se reduce a una expresión novelística de mercadeo. Incluye una visión sobre la sociedad y sobre la política en medio de una época crucial para América latina.
- ¿Cree que el Boom estaba conformado por un grupo cohesionado y con características comunes o que fue más una construcción artificial?
- Octavio Paz siempre contestaba a preguntas de este tipo diciendo "sí y no". Yo tengo que contestar de la misma manera. Guillermo Cabrera Infante decía que era un club en el que no había presidente y además que, si era un club exclusivo, él prefería no pertenecer. Parafraseaba a Groucho Marx: ¡no quería formar parte de cualquier club que lo incluyese! Emir Rodríguez Monegal, a quienes muchos consideran que fue el primero en nombrar al grupo con la palabra Boom, decía que se trataba de un concepto comercial asociado al consumo. Aunque esta connotación seguramente es más aplicable al denominado Postboom. Un libro como Los nuestros (1966), de Luis Harss, inicia el proceso de canonización. A partir de entonces los escritores del Boom comenzaron a convertirse en superestrellas.
- Un momento clave en la historia del Boom es la publicación de Cien años de Soledad, en Buenos Aires, en 1967.
Recuerdo a mi padre tirando Cien años de soledad contra una pared y diciéndome: "¿Para qué me diste a leer esta novela si todo lo que cuenta es verdad?". Lo había leído como una crónica de lo que había ocurrido en América latina. Algo parecido me dijo Borges pero refiriéndose a Kafka: "El problema con la literatura es que todo lo que nos dice es verdad". Ese es el efecto que logra todo gran escritor. Gregory Rabassa, el traductor al inglés de Cien años de soledad, me confesó que esa novela había sido la que menos le había costado traducir. Ocurría porque encontraba allí las historias que viven todas las familias.
- ¿Qué papel jugó Carmen Balcells, la agente literaria que actuó como promotora del Boom?
- Si hay alguien que inventó el Boom tal vez haya sido ella. No solamente negoció derechos para traducciones sino que se dedicó a publicitar a los escritores latinoamericanos. El fenómeno de la globalización de la literatura latinoamericana se debe a Balcells y también a Cien años de soledad. Cuando García Márquez ganó el Nobel, en el 82, se lo asoció indefectiblemente a esa novela. Ocurrió algo parecido a lo que había pasado, siglos antes, con la recepción de El Quijote. Son las obras que hicieron conocida a nuestra cultura.
Cuba
- La revolución cubana fue otro factor asociado al Boom.
- Es muy distinto cómo se vivió la revolución dentro de Cuba a cómo se la vio desde fuera. Desde el principio, los cubanos sabíamos que se trataba de un fenómeno contradictorio. Por una parte, era una revolución en contra de los abusos del poder y, sin embargo, se imponía una nueva estructura de poder desde la que se cometían nuevos abusos; una revolución hecha para propagar derechos humanos que los revolucionarios violaban; una revolución para todo el pueblo pero gran parte del pueblo se tenía que ir del país. Pero fuera de Cuba, lo que se rescataba era la soberanía de los pueblos y la resistencia frente al imperialismo. Se liga con el Boom en cuanto ambos son fenómenos que destacan el particularismo de América latina.
- ¿Fue el caso Padilla lo que dividió a los miembros del Boom?
- A principios de los 70, el escritor Heberto Padilla fue arrestado y sometido a un juicio al estilo de los de Moscú. Ese fue el detonante que obligó a los escritores latinoamericanos o bien a expresar su solidaridad con el proceso político cubano o bien a romper con él. Los quiebres más resonantes tal vez fueron los de Vargas Llosa y Octavio Paz. Cortázar, en cambio, manifestó su adhesión al régimen. El caso de García Márquez es particular porque se politizó marcadamente a partir del caso Padilla. Vargas Llosa y García Márquez se cruzan políticamente en ese momento. Vargas Llosa se aleja de la izquierda y empieza su camino hacia el liberalismo, mientras García Márquez se aferra al castrismo, comienza a visitar La Habana con frecuencia, se hace amigo de Fidel y funda la escuela de cine de San Antonio de los Baños. La Historia nunca es un proceso lineal; está llena de cambios, paradojas y contradicciones. Por eso muchos creyeron, como los escritores del Boom y sus lectores, que la mejor manera de hacer Historia, a veces, es escribir novelas.
- ¿Por qué cree que el castrismo, después de medio siglo, sigue generando atracción entre los intelectuales y los jóvenes latinoamericanos?
- Sería interesante conectar a esos intelectuales y a esos jóvenes con la juventud y los intelectuales cubanos, que son los que más rechazan al régimen. Con los intelectuales de fuera, lo que ocurre, creo, es que rechazar al régimen de hoy implicaría aceptar la responsabilidad por el apoyo que le dieron ayer.
La literatura y el fuego
- ¿Qué opina de la polémica que se generó en la Argentina a raíz del intento de censura a Vargas Llosa en su presentación en la última Feria del Libro?
- Un escritor como Mario que siempre ha dicho que la literatura es fuego, cree que las opiniones de los escritores deben ser candentes, está acostumbrado al escándalo, al conflicto y todo este caso seguramente le hizo vender más libros. Vargas Llosa se nutre de los conflictos. Pero esta es una regla casi general para los escritores. Quienes son felices o pasivos, normalmente, no producen grandes obras. ¿Qué sería de los lectores de Neruda si él no se hubiese ido a Birmania, a vivir prácticamente solo durante seis años y sin hablar español, pero escribiendo Residencia en la tierra? La literatura suele ser un reflejo de angustias y de pérdidas. Borges decía que solamente lo muerto es nuestro. Lo único que nos permite recuperar lo que hemos perdido es la imaginación, el recuerdo y, a veces, la venganza. En Vargas Llosa, además, debe haber un sentimiento de culpa por haber apoyado a un proceso como el castrista que ha hecho sufrir a tanta gente. Muchos escritores no aceptan ese cambio.
- Hablamos sobre los escritores que se convierten en superestrellas. ¿Qué opina de sus opuestos, los escritores ocultos como Thomas Pynchon o Salinger?
- Hay escritores que desaparecen porque piensan que cualquier tipo de vedettismo implica una traición a su arte. El otro gran ejemplo es Henri Michaux, quien por cierto vivió en Buenos Aires y aquí se enamoró de una uruguaya. Michaux decía que la literatura, en la era de la televisión, había dejado de ser algo para iniciados. Lo que buscaban estos escritores secretos era generar una literatura para pocos lectores, reservada y con una dimensión sagrada. Pero tal parece que la época de los Pynchon, los Salinger y los Michaux ha pasado a la historia. Tal vez ese concepto de la literatura, como arte para iniciados, regrese con el tiempo.
© LA GACETA
PERFIL
Enrico Santí nació en Cuba, en 1950. En 1962 se exilió con su familia en los Estados Unidos. Se doctoró en literatura latinoamericana en la Universidad de Yale, donde se convirtió en discípulo del crítico Emir Rodríguez Monegal. Como profesor ocupó cátedras en las universidades de Duke, Cornell y Georgetown. Actualmente es profesor en la Universidad de Kentucky. Ha publicado libros sobre Neruda, Octavio Paz, Lezama Lima, Martí y Cabrera Infante. Ha dado conferencias en más de 50 universidades norteamericanas, europeas y latinoamericanas.
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