16 Mayo 2011
AL FRENTE. Ciro toca y desde las primeras filas los teléfonos lo filman. Fue un gran show de Los Persas.
Una espiral de rock condujo la danza que, después de más de tres años, reencontró a los tucumanos con Andrés Ciro Martínez. Fue con él y con Los Persas, y no con Los Piojos, que de todos modos estuvieron presentes para alegría y nostalgia de los fieles.
"El viejo", de Pappo, fue el primer tema que se escuchó, después de la intro con sintetizadores que disparó uno de los asistentes mientras el escenario permanecía vacío. No es habitual que un cover-tributo abra un show, aunque este tema siempre está en la lista de Ciro. Cuando sonaron los acordes de "Antes y después" (de "Espejos", el primer disco del cantante con esta banda), quedó claro que podía parecerse a un ritual piojoso, aunque había algo más flotando en el aire.
Una nueva banda, canciones que la mayoría de quienes saltaron en Central Córdoba no habían escuchado en vivo todavía... el mismo Ciro. Movedizo, gestual y amable, repartió equitativamente la carga entre este proyecto y la nostalgia festiva por la banda que lideró durante 20 años.
La lista de temas mantuvo la tensión entre los viejo y lo nuevo. Se intercalaron el pasado y el presente en dosis justas. Cada cosa en su lugar: los cantos de aquellos rituales piojosos se escucharon, pero fueron más los que vivaron a Ciro. Los trapos sí ondearon por todo el club, como siempre. No hubo, por razones obvias, bengalas. El doble control estuvo de más, porque a nadie se le ocurrió llevar pirotecnia como en otros tiempos.
Tras el primer intermedio (hubo tres anuncios de despedida), Ciro y sus acompañantes regresaron al escenario vestidos de frac -él con chaleco de lentejuelas plateadas-, sonaron un rockito y el inevitable comentario del olor a asado que había en el club. Era el que él había pedido para compartir con su troupe al final el show, pero no se apuró y siguió una hora más.
Pasaron blues con armónica, reggaes guitarreros y muchos rocanroles en manos de una banda contundente y puntillosa, con músicos que llevan sólo un año juntos pero parecen conocerse de toda la vida.
El primer acercamiento piojoso había llegado con "Ando ganas (llora, llora)", la tercera canción de la noche, que puso a flamear más banderas y a agitar corazones. También sonaron "Ruleta", "Tan solo", "El farolito" (presentada por el bajista brasileño Broder Bastos y su incomprensible pronunciación) y "El balneario de los doctores crotos".
Del disco "Espejos", se pudo disfrutar de nueve de los 14 temas, cantados y bailados con ganas en una noche de rocanroles encendidos, reggaes agitados y blues sensibles.
"El viejo", de Pappo, fue el primer tema que se escuchó, después de la intro con sintetizadores que disparó uno de los asistentes mientras el escenario permanecía vacío. No es habitual que un cover-tributo abra un show, aunque este tema siempre está en la lista de Ciro. Cuando sonaron los acordes de "Antes y después" (de "Espejos", el primer disco del cantante con esta banda), quedó claro que podía parecerse a un ritual piojoso, aunque había algo más flotando en el aire.
Una nueva banda, canciones que la mayoría de quienes saltaron en Central Córdoba no habían escuchado en vivo todavía... el mismo Ciro. Movedizo, gestual y amable, repartió equitativamente la carga entre este proyecto y la nostalgia festiva por la banda que lideró durante 20 años.
La lista de temas mantuvo la tensión entre los viejo y lo nuevo. Se intercalaron el pasado y el presente en dosis justas. Cada cosa en su lugar: los cantos de aquellos rituales piojosos se escucharon, pero fueron más los que vivaron a Ciro. Los trapos sí ondearon por todo el club, como siempre. No hubo, por razones obvias, bengalas. El doble control estuvo de más, porque a nadie se le ocurrió llevar pirotecnia como en otros tiempos.
Tras el primer intermedio (hubo tres anuncios de despedida), Ciro y sus acompañantes regresaron al escenario vestidos de frac -él con chaleco de lentejuelas plateadas-, sonaron un rockito y el inevitable comentario del olor a asado que había en el club. Era el que él había pedido para compartir con su troupe al final el show, pero no se apuró y siguió una hora más.
Pasaron blues con armónica, reggaes guitarreros y muchos rocanroles en manos de una banda contundente y puntillosa, con músicos que llevan sólo un año juntos pero parecen conocerse de toda la vida.
El primer acercamiento piojoso había llegado con "Ando ganas (llora, llora)", la tercera canción de la noche, que puso a flamear más banderas y a agitar corazones. También sonaron "Ruleta", "Tan solo", "El farolito" (presentada por el bajista brasileño Broder Bastos y su incomprensible pronunciación) y "El balneario de los doctores crotos".
Del disco "Espejos", se pudo disfrutar de nueve de los 14 temas, cantados y bailados con ganas en una noche de rocanroles encendidos, reggaes agitados y blues sensibles.
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