29 Marzo 2011
Impopular, o cuando menos, controvertido. Así será este "premio Rodolfo Walsh, presidente latinoamericano por la comunicación popular", que le entregará la Universidad de La Plata al presidente venezolano, Hugo Chávez, por su "aporte a la comunicación popular, a la democracia y a la libertad de los pueblos".
Cuesta pensar que al jefe del Estado venezolano, en cuya administración las señales de cientos de emisoras de radio y TV privadas pasaron a manos del Gobierno por excusas administrativas o no renovación de concesiones, se le dé un premio por su aporte a la libertad y a la democracia.
También es difícil digerir que el presidente Chávez sea premiado por "defender los Derechos Humanos" cuando en su Gobierno no se ha procesado y ni se ha enjuiciado a quienes públicamente agredieron físicamente a medios de comunicación y a periodistas en diversos episodios. Esos agresores laboran en medios de comunicación del Estado, y son claramente afectos al Gobierno.
También es difícil entender cómo se reconoce el "ser consecuente con los valores democráticos" cuando el Estado venezolano ha sido denunciado ante instancias internacionales por las violaciones y por los ataques a la libertad de expresión e información, ocurridos durante el gobierno del presidente Chávez.
Un premio "por la comunicación popular" sólo parece justo cuando se evalúan las cualidades de gran comunicador del presidente Chávez, el gran dictador de las líneas políticas en temas de opinión pública y sin las cuales los funcionarios no saben cómo manifestarse públicamente para evitar equivocarse.
Esas mismas aptitudes de Chávez lo hacen mantener una importante popularidad en los sectores más pobres de la población, con quienes constantemente intenta fortalecer su conexión sentimental-política utilitaria, fundamental para los procesos electorales a los que debe someterse.
Para el presidente Chávez, más que un premio a la comunicación popular, es merecido un galardón a la comunicación populista.
Cuesta pensar que al jefe del Estado venezolano, en cuya administración las señales de cientos de emisoras de radio y TV privadas pasaron a manos del Gobierno por excusas administrativas o no renovación de concesiones, se le dé un premio por su aporte a la libertad y a la democracia.
También es difícil digerir que el presidente Chávez sea premiado por "defender los Derechos Humanos" cuando en su Gobierno no se ha procesado y ni se ha enjuiciado a quienes públicamente agredieron físicamente a medios de comunicación y a periodistas en diversos episodios. Esos agresores laboran en medios de comunicación del Estado, y son claramente afectos al Gobierno.
También es difícil entender cómo se reconoce el "ser consecuente con los valores democráticos" cuando el Estado venezolano ha sido denunciado ante instancias internacionales por las violaciones y por los ataques a la libertad de expresión e información, ocurridos durante el gobierno del presidente Chávez.
Un premio "por la comunicación popular" sólo parece justo cuando se evalúan las cualidades de gran comunicador del presidente Chávez, el gran dictador de las líneas políticas en temas de opinión pública y sin las cuales los funcionarios no saben cómo manifestarse públicamente para evitar equivocarse.
Esas mismas aptitudes de Chávez lo hacen mantener una importante popularidad en los sectores más pobres de la población, con quienes constantemente intenta fortalecer su conexión sentimental-política utilitaria, fundamental para los procesos electorales a los que debe someterse.
Para el presidente Chávez, más que un premio a la comunicación popular, es merecido un galardón a la comunicación populista.
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