10 Febrero 2011
GRATIFICADO. Ariel insiste en agradecer a la Escuela Nacional de Árbitros. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
"Con toda razón se persigna al entrar, no bien se asoma a la multitud que ruge. Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos los odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden". (Eduardo Galeano, en "Fútbol a Sol y Sombra").
El referato es, cuando menos, una actividad de alto riesgo. No se puede catalogar de otra manera a un trabajo que consiste en plantarse a imponer juicio y cordura en medio de un campo rodeado de ánimos en ebullición y gargantas hostiles. En una profesión tan llena de contras y tan carente de pros, la temeridad parece ser la clave. Pero para Ariel Montero, árbitro y policía oriundo de Tafí Viejo, la palabra mágica es otra: vocación.
"Te tiene que gustar el arbitraje. No cualquiera se banca que la insulten desde los cuatro costados. El árbitro no tiene hinchada y, si no te gusta, tarde o temprano te vas a hacer a un costado. Muchos no soportaron y se dedicaron a otra cosa", cuenta Ariel.
Hace cinco años que Montero integra la plantilla referal de AFA, y en enero fue convocado por primera vez para realizar pretemporada en Mar del Plata junto a los árbitros de Primera. "Fue una experiencia muy buena, sobre todo para alguien como yo, que la vengo peleando desde abajo", relata. "Me di cuenta que estaba representando no sólo a Tafí Viejo sino a todo Tucumán y a todo el norte, porque fui el único árbitro de la región que fue a la pretemporada", amplía luego, valiéndose de sus manos para graficar su relato.
"Entrenarme con árbitros de la talla de Pablo Lunati o Héctor Baldassi, que dirigió en un Mundial, fue algo muy enriquecedor", prosigue antes de ventilar un secreto que no sorprende a nadie: "jugamos un par de partidos y ahí me di cuenta de que por algo somos árbitros, je".
No hace falta ser muy sagaz para deducir que su sueño es el del pibe: llegar a Primera. Y él sabe que haber sido llamado a codearse durante 10 días con los jueces de la máxima categoría será sin duda un punto de inflexión en su camino. "Que te convoquen no significa necesariamente que mañana vayas a dirigir en Primera, pero sí que te tienen en cuenta y que estás en un nivel por lo menos para ?B? Nacional. Y, si hacés un buen trabajo, podés llegar arriba en cualquier momento", explica esperanzado .
Montero dirigió Atlético Rafaela- Aldosivi el viernes, en el reinicio de la "B" Nacional, y mañana dirigirá el clásico salteño entre Juventud Antonia y Central Norte, por el Argentino "A".
A contrario del común de los mortales, a Montero le place el peso sobre los hombros. "Cuanta más presión haya, mejor. Por eso me gusta dirigir finales", dice quien en 2005 impartió justicia en un Atlético-San Martín. Hay, sin embargo, una explicación lógica: "Cuando hay más gente, se entiende menos lo que te gritan. En cambio, cuando hay dos gatos locos en la tribuna, los insultos se escuchan clarito".
Sólo Dios sabe si el futuro le deparará un destino mundialista, pero él asegura que jamás olvidará un partido de Liga que le valió una poco envidiable anécdota. "Fue en un día helado y lluvioso. Estaba de asistente y la gente me tiraba de todo, hasta cerveza. Pero lo peor fue cuando sentí, en medio de todo ese frío, algo bien caliente que me bajaba por la espalda. ¡Las toxinas que debía tener eso! Por eso digo que, si no dejé el arbitraje en ese momento, es porque tengo vocación", finaliza Ariel, estremecido ante el mero recuerdo.
"Durante más de medio siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores". Sabias palabras las de Galeano.
El referato es, cuando menos, una actividad de alto riesgo. No se puede catalogar de otra manera a un trabajo que consiste en plantarse a imponer juicio y cordura en medio de un campo rodeado de ánimos en ebullición y gargantas hostiles. En una profesión tan llena de contras y tan carente de pros, la temeridad parece ser la clave. Pero para Ariel Montero, árbitro y policía oriundo de Tafí Viejo, la palabra mágica es otra: vocación.
"Te tiene que gustar el arbitraje. No cualquiera se banca que la insulten desde los cuatro costados. El árbitro no tiene hinchada y, si no te gusta, tarde o temprano te vas a hacer a un costado. Muchos no soportaron y se dedicaron a otra cosa", cuenta Ariel.
Hace cinco años que Montero integra la plantilla referal de AFA, y en enero fue convocado por primera vez para realizar pretemporada en Mar del Plata junto a los árbitros de Primera. "Fue una experiencia muy buena, sobre todo para alguien como yo, que la vengo peleando desde abajo", relata. "Me di cuenta que estaba representando no sólo a Tafí Viejo sino a todo Tucumán y a todo el norte, porque fui el único árbitro de la región que fue a la pretemporada", amplía luego, valiéndose de sus manos para graficar su relato.
"Entrenarme con árbitros de la talla de Pablo Lunati o Héctor Baldassi, que dirigió en un Mundial, fue algo muy enriquecedor", prosigue antes de ventilar un secreto que no sorprende a nadie: "jugamos un par de partidos y ahí me di cuenta de que por algo somos árbitros, je".
No hace falta ser muy sagaz para deducir que su sueño es el del pibe: llegar a Primera. Y él sabe que haber sido llamado a codearse durante 10 días con los jueces de la máxima categoría será sin duda un punto de inflexión en su camino. "Que te convoquen no significa necesariamente que mañana vayas a dirigir en Primera, pero sí que te tienen en cuenta y que estás en un nivel por lo menos para ?B? Nacional. Y, si hacés un buen trabajo, podés llegar arriba en cualquier momento", explica esperanzado .
Montero dirigió Atlético Rafaela- Aldosivi el viernes, en el reinicio de la "B" Nacional, y mañana dirigirá el clásico salteño entre Juventud Antonia y Central Norte, por el Argentino "A".
A contrario del común de los mortales, a Montero le place el peso sobre los hombros. "Cuanta más presión haya, mejor. Por eso me gusta dirigir finales", dice quien en 2005 impartió justicia en un Atlético-San Martín. Hay, sin embargo, una explicación lógica: "Cuando hay más gente, se entiende menos lo que te gritan. En cambio, cuando hay dos gatos locos en la tribuna, los insultos se escuchan clarito".
Sólo Dios sabe si el futuro le deparará un destino mundialista, pero él asegura que jamás olvidará un partido de Liga que le valió una poco envidiable anécdota. "Fue en un día helado y lluvioso. Estaba de asistente y la gente me tiraba de todo, hasta cerveza. Pero lo peor fue cuando sentí, en medio de todo ese frío, algo bien caliente que me bajaba por la espalda. ¡Las toxinas que debía tener eso! Por eso digo que, si no dejé el arbitraje en ese momento, es porque tengo vocación", finaliza Ariel, estremecido ante el mero recuerdo.
"Durante más de medio siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores". Sabias palabras las de Galeano.
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