Por Juan Manuel Montero
28 Noviembre 2010
Las imágenes de las calles de Río de Janeiro alarman. Lo que sucede en Colombia o en México también da la pauta de la situación del narcotráfico está absolutamente descontrolada. Pero esas mismas imágenes traen, al menos a Tucumán, un poco de esperanza. Evidentemente no hay punto de comparación con nuestra realidad. Pero las autoridades no deben equivocarse. Porque en esos países, y con algunas semejanzas en Buenos Aires, las organizaciones tienen tanto o más poder de fuego que la propia Policía o el ejército. Por eso se libra una verdadera guerra.
Ya lo saben en la Justicia Federal y lo sabe la Policía. Difícilmente los traficantes y vendedores tucumanos resistan su detención a balazos. Si en algún allanamiento se encuentran armas son en general viejos revólveres o escopetas más utilizadas para su propia seguridad que para comenzar un enfrentamiento con la Policía. Otra diferencia es que en Tucumán no hay "barones", no hay líderes de grandes organizaciones. Si hay, y muchas, redes internas que distribuyen la droga. Y eso es lo que se debe combatir. Este año, por primera vez, se está dando una saludable comunión entre la Policía de la provincia y de la Federal. Aúnan esfuerzos en las investigaciones y concretan operativos conjuntos. A ellos se suman la Aduana y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Gendarmería trabaja sobre todo en las rutas, y más en la zona de Salta y de Santiago del Estero. Hasta no hace mucho tiempo los celos impedían cualquier tipo de colaboración. Y en los dealers ganaban al tener a los "enemigos" divididos. Pero así y todo, nada parece ser suficiente. Se hacen allanamientos casi todas las semanas. Se recorre la provincia de punta a punta. Se descubren bandas familiares. Los jueces federales apoyan las investigaciones, algo que no siempre sucedió. Pero los vendedores de droga brotan de abajo de las baldosas. El tema pasa entonces por una cuestión de Estado. La Dirección de Drogas Peligrosas necesita más personas. Hacen todo a "pulmón". Ellos mismos reconocieron durante el juicio contra el clan Toro que sólo cuentan con una cámara de fotos y con una filmadora. Y cada investigación lleva meses. Es muy probable que esta guerra nunca se gane. El negocio es demasiado importante a nivel mundial y hay intereses millonarios detrás de cada gramo de cocaína. Pero hay que seguir ganando batallas. Cada dosis que se secuestra redunda en un poco más de vida para un joven adicto. Y eso siempre hay que defenderlo.
Ya lo saben en la Justicia Federal y lo sabe la Policía. Difícilmente los traficantes y vendedores tucumanos resistan su detención a balazos. Si en algún allanamiento se encuentran armas son en general viejos revólveres o escopetas más utilizadas para su propia seguridad que para comenzar un enfrentamiento con la Policía. Otra diferencia es que en Tucumán no hay "barones", no hay líderes de grandes organizaciones. Si hay, y muchas, redes internas que distribuyen la droga. Y eso es lo que se debe combatir. Este año, por primera vez, se está dando una saludable comunión entre la Policía de la provincia y de la Federal. Aúnan esfuerzos en las investigaciones y concretan operativos conjuntos. A ellos se suman la Aduana y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Gendarmería trabaja sobre todo en las rutas, y más en la zona de Salta y de Santiago del Estero. Hasta no hace mucho tiempo los celos impedían cualquier tipo de colaboración. Y en los dealers ganaban al tener a los "enemigos" divididos. Pero así y todo, nada parece ser suficiente. Se hacen allanamientos casi todas las semanas. Se recorre la provincia de punta a punta. Se descubren bandas familiares. Los jueces federales apoyan las investigaciones, algo que no siempre sucedió. Pero los vendedores de droga brotan de abajo de las baldosas. El tema pasa entonces por una cuestión de Estado. La Dirección de Drogas Peligrosas necesita más personas. Hacen todo a "pulmón". Ellos mismos reconocieron durante el juicio contra el clan Toro que sólo cuentan con una cámara de fotos y con una filmadora. Y cada investigación lleva meses. Es muy probable que esta guerra nunca se gane. El negocio es demasiado importante a nivel mundial y hay intereses millonarios detrás de cada gramo de cocaína. Pero hay que seguir ganando batallas. Cada dosis que se secuestra redunda en un poco más de vida para un joven adicto. Y eso siempre hay que defenderlo.
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