23 Octubre 2010
EN TUCUMAN. Mazzuca presentó su libro en "El árbol de Galeano". LA GACETA / JORGE OLMOS SGROSSO
En "Funes el memorioso", Borges inventa el personaje del hombre condenado a recordarlo todo. En la figura de Charly García, afirma Marcelo Mazzuca, se representa el padecer de alguien condenado a oírlo todo; el padecer del dueño de un oído absoluto.
Mazzuca es psicoanalista, tiene 36 años, y ha "crecido" con la música de Charly. Pero dice que fue su interés por trabajar la relación entre el arte y el psicoanálisis. lo que lo condujo a escribir "Una voz que se hace letra. Lectura psicoanalítica de la biografía de Charly García", a partir de una biografía que el periodista Sergio Marchi publicó en 1997 bajo el título "No digas nada: una vida de Charly García",que es testimonio de 10 años de experiencia compartida con el músico. "En una entrevista, Charly hablaba de las consecuencias de su oído absoluto. Ahí había un testimonio de un doble efecto: por un lado, los beneficios que como músico podía obtener a partir de eso; por el otro, el padecimiento que eso le generaba", afirma Mazzuca, que está en Tucumán invitado por la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano -Tucumán/Salta.
- En "Cerca de la revolución", Charly dice: "me siento solo y confundido a la vez; los analistas no podrán entender..."
- Sí, pero también dice que genio es quien sabe hacer con su locura. Quizás en esta frase quede resumido cómo supo hacer a través del arte con su locura.
- ¿Ese libro fue un espacio terapéutico?
- Sí, Marchi fue, claramente, por momentos, una suerte de acompañante terapéutico. Me parece que él llegó a advertir esa suerte de interlocución que tenía con Marchi. Y si no fue una cura, una de las hipótesis de mi libro es que Charly necesitaba escribirse: que en el momento en que Charly demanda ser biografiado - justo después de su primera internación psiquiátrica, y muy poco antes de la segunda- sentía que estaba vacilando la identidad y el nombre de artista que se había construido con el tiempo. Hay una cierta terapéutica en la relación con Marchi. Me parece que el asunto era volver a hacerse un nombre, reinventarse. Como si algo en la identidad de Charly estuviera un poco "flojo". Me parece que esa es la razón por la cual fue transformando su nombre propio y su identidad, de Carlos Alberto García Moreno a Charly García. Después, por un momento, a Casandra Lange, después se sacó el apellido Moreno y se puso el de su abuela paterna. Luego, por un momento, fue "La Hija de la lágrima", disco que testimonia ciertos puntos de inflexión, y que es el punto intermedio entre la primera y la segunda internación. Creo que entonces sufrió el golpe de una suerte de acusación; como si lo estuvieran acusando de loco. Si uno atiende a cómo se gestó esa obra, es una ópera rock, en la que interroga sus propios orígenes y su arbol genealógico. En el libro voy recogiendo diversos testimonios, que señalan que "La hija de la lágrima" es una creación poética, musical y literaria para hablar de él mismo.
- ¿Por qué tu interés en "La hija de la lágrima?
- "La hija de la lágrima" y "Say no more" son dos discos autobiográficos; porque "Say no more", además de ser el nombre de una canción, de un disco, es un concepto artístico, una forma de grabar. Pero finalmente se convierte en una firma de actor y en un nombre propio, hasta finalmente ser conocido como Míster say no more. Me parece que no es casual que Charly pida ser biografiado después de haber sido tildado de loco, y de sentir la necesidad de reinventarse. De ahí en adelante, Charly se reinventa de la mano de Sergio Marchi.
-¿De qué dan cuenta las letras de Charly?
- Hay dos grandes períodos: creo que el primero que es el más creativo, por la profundidad poética de sus letras, que pintan una época. Lo más interesante, para mí, es cómo durante la dictadura, Charly pudo decir cosas eludiendo la censura; y el valor metafórico de sus letras fue muy liberador; consiguió decir lo que era díficil decir. Esa creatividad llega hasta "La hija de la lágrima". A eso lo trabajo en el capítulo central del libro, como un movimiento que llamo "de la creación a la invención". Charly se vuelve cada vez más literal, menos metafórico; hay cada vez menos creación poética, pero porque cada vez se va convirtiendo en ese "Say no more": Y en vez de nutrir a sus oyentes con sus composiciones poéticas, se pone en situación de interpelarlos. Y hay un desafío de ir en contra de la era digital, y de la democratización del arte.
- El dice que se siente un ser analógico en un mundo digital...
- Sí, eso dice. Cada vez va quedando más claro que él está en posición de interpelar una época. El cree que cualquiera cree que puede ser artista y que eso no es para cualquiera.
Mazzuca es psicoanalista, tiene 36 años, y ha "crecido" con la música de Charly. Pero dice que fue su interés por trabajar la relación entre el arte y el psicoanálisis. lo que lo condujo a escribir "Una voz que se hace letra. Lectura psicoanalítica de la biografía de Charly García", a partir de una biografía que el periodista Sergio Marchi publicó en 1997 bajo el título "No digas nada: una vida de Charly García",que es testimonio de 10 años de experiencia compartida con el músico. "En una entrevista, Charly hablaba de las consecuencias de su oído absoluto. Ahí había un testimonio de un doble efecto: por un lado, los beneficios que como músico podía obtener a partir de eso; por el otro, el padecimiento que eso le generaba", afirma Mazzuca, que está en Tucumán invitado por la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano -Tucumán/Salta.
- En "Cerca de la revolución", Charly dice: "me siento solo y confundido a la vez; los analistas no podrán entender..."
- Sí, pero también dice que genio es quien sabe hacer con su locura. Quizás en esta frase quede resumido cómo supo hacer a través del arte con su locura.
- ¿Ese libro fue un espacio terapéutico?
- Sí, Marchi fue, claramente, por momentos, una suerte de acompañante terapéutico. Me parece que él llegó a advertir esa suerte de interlocución que tenía con Marchi. Y si no fue una cura, una de las hipótesis de mi libro es que Charly necesitaba escribirse: que en el momento en que Charly demanda ser biografiado - justo después de su primera internación psiquiátrica, y muy poco antes de la segunda- sentía que estaba vacilando la identidad y el nombre de artista que se había construido con el tiempo. Hay una cierta terapéutica en la relación con Marchi. Me parece que el asunto era volver a hacerse un nombre, reinventarse. Como si algo en la identidad de Charly estuviera un poco "flojo". Me parece que esa es la razón por la cual fue transformando su nombre propio y su identidad, de Carlos Alberto García Moreno a Charly García. Después, por un momento, a Casandra Lange, después se sacó el apellido Moreno y se puso el de su abuela paterna. Luego, por un momento, fue "La Hija de la lágrima", disco que testimonia ciertos puntos de inflexión, y que es el punto intermedio entre la primera y la segunda internación. Creo que entonces sufrió el golpe de una suerte de acusación; como si lo estuvieran acusando de loco. Si uno atiende a cómo se gestó esa obra, es una ópera rock, en la que interroga sus propios orígenes y su arbol genealógico. En el libro voy recogiendo diversos testimonios, que señalan que "La hija de la lágrima" es una creación poética, musical y literaria para hablar de él mismo.
- ¿Por qué tu interés en "La hija de la lágrima?
- "La hija de la lágrima" y "Say no more" son dos discos autobiográficos; porque "Say no more", además de ser el nombre de una canción, de un disco, es un concepto artístico, una forma de grabar. Pero finalmente se convierte en una firma de actor y en un nombre propio, hasta finalmente ser conocido como Míster say no more. Me parece que no es casual que Charly pida ser biografiado después de haber sido tildado de loco, y de sentir la necesidad de reinventarse. De ahí en adelante, Charly se reinventa de la mano de Sergio Marchi.
-¿De qué dan cuenta las letras de Charly?
- Hay dos grandes períodos: creo que el primero que es el más creativo, por la profundidad poética de sus letras, que pintan una época. Lo más interesante, para mí, es cómo durante la dictadura, Charly pudo decir cosas eludiendo la censura; y el valor metafórico de sus letras fue muy liberador; consiguió decir lo que era díficil decir. Esa creatividad llega hasta "La hija de la lágrima". A eso lo trabajo en el capítulo central del libro, como un movimiento que llamo "de la creación a la invención". Charly se vuelve cada vez más literal, menos metafórico; hay cada vez menos creación poética, pero porque cada vez se va convirtiendo en ese "Say no more": Y en vez de nutrir a sus oyentes con sus composiciones poéticas, se pone en situación de interpelarlos. Y hay un desafío de ir en contra de la era digital, y de la democratización del arte.
- El dice que se siente un ser analógico en un mundo digital...
- Sí, eso dice. Cada vez va quedando más claro que él está en posición de interpelar una época. El cree que cualquiera cree que puede ser artista y que eso no es para cualquiera.
Lo más popular