23 Octubre 2010
ENTREGA TOTAL. En soledad, Carnota entregó sus canciones entre comentarios, bromas y guiños cómplices.
Un hombre simple, sensible y generoso subió al escenario con su guitarra para entregarse a sus canciones y al público. El Teatro San Martín podría haber sido un patio con piso de tierra o un living en el que un grupo de contertulios se sentaron alrededor de Raúl Carnota para escucharlo tocar, cantar y contar.
El músico y compositor presentó "Runa" -su nuevo disco-, en el que esos aspectos, y otras características del ser humano, se despiertan en forma de canciones folclóricas. El concepto termina de cerrar con el diccionario quechua-español, que dice que runa significa hombre, ser humano.
"Runa" resume buena parte de la esencia de la música popular argentina, con ritmos tradicionales que en manos de Carnota adquieren distintos significados, y con otros que de a poco parecen ir perdiéndose en la inmesidad. En la globalización, dice él en alguna de sus canciones, como buscando respuestas a tantos conflictos existentes.
Es el caso de "Cadencia y trigo", una huella que estuvo entre los primeros temas que tocó en soledad. Al presentar ese ritmo tan poco tocado en estos días se definió como un artista que hace cosas que no están de moda.
El recital tuvo cierto orden geográfico, y empezó con vidalas ("Eran las tres de la tarde") o candombes ("Artesano del silencio"), en una equilibrada mezcla de inmensidad pampeana y bulliciosa vida rioplatense. Sus orígenes, explicó.
Gradualmente fue subiendo en el mapa con chacareras ("La Sixto violín", acompañado por la impecable interpretación de Manuel Sija en violín), o zambas ("Camino hacia Quimilí", con Bruno Resino en percusión y Carlos Carrizo en guitarra).
El recorrido fue completo e incluyó valsecitos, un huayno y varios gatos, todos con su impronta personal.
Siempre generoso
El compositor se permite en sus obras derribar barreras y traspasar límites, aunque con generosidad piensa en improvisaciones y deslices que cede gentilmente. Así lo hizo con Carrizo, a quien él prefirió escuchar: Carnota dejó de tocar para disfrutar una secuencia de acordes en los que el folclore y el jazz se hermanaron. Luego lo aplaudió, como todos.
Carnota admitió que durante los primeros 10 años de su carrera fue un mercenario que tocaba lo que le pedían. Pero que le sirvió para conocer gente y compartir escenarios con grandes maestros de la música argentina. Como Adolfo Ábalos, "el músico de Los hermanos Ábalos", asegura, con quien solía tocar "Gatito de Tchaikovsky", esa pieza genial de la música que -según Ábalos- demostraba que Piotr Tchaikovsky era santiagueño...
En el cierre, antes de los bises -que le pidieron y él hizo de buena gana solo con la guitarra-, incluyó a Leopoldo Deza en flauta traversa, junto a Carrizo y Resino, en versiones grupales de temas incluidos en el disco.
Un anfitrión de lujo para un maestro de la música popular
"Un artista es aquel que trabaja a riesgo, el que sube al escenario y entrega el corazón a su suerte", definió Raúl Carnota. No hablaba de sí mismo, sino de Lucho Hoyos (foto), quien había tocado antes y fue el responsable de la producción del recital. Varias veces repitió su agradecimiento y admiración, y contó que disfrutó mucho la actuación de Lucho detrás de bambalinas. Como el púbico desde sus butacas. Lucho tocó y cantó seis canciones propias o de autoría compartida. Actuó junto al guitarrista Eduardo Rosales, y con sus compañeros Carlos Carrizo (guitarra) y Bruno Resino (percusión).
El músico y compositor presentó "Runa" -su nuevo disco-, en el que esos aspectos, y otras características del ser humano, se despiertan en forma de canciones folclóricas. El concepto termina de cerrar con el diccionario quechua-español, que dice que runa significa hombre, ser humano.
"Runa" resume buena parte de la esencia de la música popular argentina, con ritmos tradicionales que en manos de Carnota adquieren distintos significados, y con otros que de a poco parecen ir perdiéndose en la inmesidad. En la globalización, dice él en alguna de sus canciones, como buscando respuestas a tantos conflictos existentes.
Es el caso de "Cadencia y trigo", una huella que estuvo entre los primeros temas que tocó en soledad. Al presentar ese ritmo tan poco tocado en estos días se definió como un artista que hace cosas que no están de moda.
El recital tuvo cierto orden geográfico, y empezó con vidalas ("Eran las tres de la tarde") o candombes ("Artesano del silencio"), en una equilibrada mezcla de inmensidad pampeana y bulliciosa vida rioplatense. Sus orígenes, explicó.
Gradualmente fue subiendo en el mapa con chacareras ("La Sixto violín", acompañado por la impecable interpretación de Manuel Sija en violín), o zambas ("Camino hacia Quimilí", con Bruno Resino en percusión y Carlos Carrizo en guitarra).
El recorrido fue completo e incluyó valsecitos, un huayno y varios gatos, todos con su impronta personal.
Siempre generoso
El compositor se permite en sus obras derribar barreras y traspasar límites, aunque con generosidad piensa en improvisaciones y deslices que cede gentilmente. Así lo hizo con Carrizo, a quien él prefirió escuchar: Carnota dejó de tocar para disfrutar una secuencia de acordes en los que el folclore y el jazz se hermanaron. Luego lo aplaudió, como todos.
Carnota admitió que durante los primeros 10 años de su carrera fue un mercenario que tocaba lo que le pedían. Pero que le sirvió para conocer gente y compartir escenarios con grandes maestros de la música argentina. Como Adolfo Ábalos, "el músico de Los hermanos Ábalos", asegura, con quien solía tocar "Gatito de Tchaikovsky", esa pieza genial de la música que -según Ábalos- demostraba que Piotr Tchaikovsky era santiagueño...
En el cierre, antes de los bises -que le pidieron y él hizo de buena gana solo con la guitarra-, incluyó a Leopoldo Deza en flauta traversa, junto a Carrizo y Resino, en versiones grupales de temas incluidos en el disco.
Un anfitrión de lujo para un maestro de la música popular
"Un artista es aquel que trabaja a riesgo, el que sube al escenario y entrega el corazón a su suerte", definió Raúl Carnota. No hablaba de sí mismo, sino de Lucho Hoyos (foto), quien había tocado antes y fue el responsable de la producción del recital. Varias veces repitió su agradecimiento y admiración, y contó que disfrutó mucho la actuación de Lucho detrás de bambalinas. Como el púbico desde sus butacas. Lucho tocó y cantó seis canciones propias o de autoría compartida. Actuó junto al guitarrista Eduardo Rosales, y con sus compañeros Carlos Carrizo (guitarra) y Bruno Resino (percusión).
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