13 Septiembre 2010
Fue una de la figuras centrales en la historia argentina. Personaje polémico si los hubo, Domingo Faustino Sarmiento fue uno de los argentinos que más hizo por el desarrollo de la educación. "Lo que necesitamos primero -decía- es civilizarnos, no unos 200 individuos que cursan las aulas, sino unos 200.000 que no cursan ni las escuelas". Consideraba que "la educación primaria es la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización". En 1943, la Conferencia Interamericana de Educación, reunida en Panamá, estableció el 11 de septiembre como Día del Maestro, en consonancia con el aniversario de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento.
Hasta pocos lustros atrás, el educador era una de las personas más respetadas por la comunidad. La mayoría de las generaciones de adultos fueron criadas con el concepto que la maestra era la segunda madre. Esta concepción se hacía aún más notable en las escuelas rurales, donde muchas veces el educador oficiaba también de padre. Por diversas crisis económicas, sociales, culturales, el sistema educativo y la sociedad misma comenzaron a naufragar y los valores esenciales del ser humano entraron en crisis. En la década de 1990, comenzaron a producirse hechos impensados: ataques de alumnos y de padres a docentes, cuando estos los reprobaban en algún examen o aplicaban alguna sanción disciplinaria.
El educador comenzó a perder la autoridad y el espacio que históricamente la sociedad le había dado. A ello se sumaron cambios en el sistema educativo en el afán de actualizarlo, de incorporar el avance vertiginoso de la tecnología, de los nuevos intereses y exigencias del medio y del mercado laboral. De ese modo, su tarea se hizo más que difícil porque debía enseñar contenidos para los cuales no había sido preparado. Por ejemplo, en materia de internet y computación pasó a ser alumno de sus alumnos, es decir que los roles se invirtieron. La tendencia ahora es la informatización de la educación; sin embargo, la paradoja es que una porción significativa de docentes aún no ha ingresado a la era digital.
Lo que no ha cambiado o no debería ocurrir es la actitud del educador. "La función del maestro, en cualquier época, en cualquier sociedad y en todas partes del mundo es saber encontrar la riqueza de cada alumno. Toda persona siempre tiene algo que dar, y la inteligencia del maestro consiste tal vez, en pedirle al alumno lo que tiene y no lo que el maestro quisiera recibir", dijo una docente que enseñó 56 años en la Escuela Sarmiento. Sus reflexiones justamente apuntan a la bisagra en que se halla el educador actual. "El mundo cambia, y lo difícil es, quizás, el hecho de que los cambios ocurran tan aceleradamente. Antes gozábamos de una evolución más pausada. La vida de hoy, pasando por los principios hasta las tecnologías, ha cambiado de modo tan radical, que parecería que no es el mismo mundo. Pero es el mundo donde tenemos que vivir, y para el que tenemos que ayudar a vivir. La responsabilidad del maestro es adecuarse para este mundo, porque este es el mundo de los chicos. Ellos no van a vivir nuestra vida, la vida de ellos es esta realidad", aseveró.
Tal vez se deba debatir a fondo cuál es la educación que queremos. Si el objetivo es ser un rebote de los constantes cambios de lo que puede considerarse herramienta educativa (la PC, internet), se perderán de vista los contenidos que construyen los cimientos de un individuo. El manejo óptimo de la tecnología no garantiza que un niño se convierta en un buen ciudadano, con principios éticos, y que honre el oficio o la profesión que elija o su participación en la política. Los mejores maestros son aquellos que saben transformarse en puentes, y que invitan a sus discípulos a franquearlos, decía el escritor Nikos Kazantzakis.
Hasta pocos lustros atrás, el educador era una de las personas más respetadas por la comunidad. La mayoría de las generaciones de adultos fueron criadas con el concepto que la maestra era la segunda madre. Esta concepción se hacía aún más notable en las escuelas rurales, donde muchas veces el educador oficiaba también de padre. Por diversas crisis económicas, sociales, culturales, el sistema educativo y la sociedad misma comenzaron a naufragar y los valores esenciales del ser humano entraron en crisis. En la década de 1990, comenzaron a producirse hechos impensados: ataques de alumnos y de padres a docentes, cuando estos los reprobaban en algún examen o aplicaban alguna sanción disciplinaria.
El educador comenzó a perder la autoridad y el espacio que históricamente la sociedad le había dado. A ello se sumaron cambios en el sistema educativo en el afán de actualizarlo, de incorporar el avance vertiginoso de la tecnología, de los nuevos intereses y exigencias del medio y del mercado laboral. De ese modo, su tarea se hizo más que difícil porque debía enseñar contenidos para los cuales no había sido preparado. Por ejemplo, en materia de internet y computación pasó a ser alumno de sus alumnos, es decir que los roles se invirtieron. La tendencia ahora es la informatización de la educación; sin embargo, la paradoja es que una porción significativa de docentes aún no ha ingresado a la era digital.
Lo que no ha cambiado o no debería ocurrir es la actitud del educador. "La función del maestro, en cualquier época, en cualquier sociedad y en todas partes del mundo es saber encontrar la riqueza de cada alumno. Toda persona siempre tiene algo que dar, y la inteligencia del maestro consiste tal vez, en pedirle al alumno lo que tiene y no lo que el maestro quisiera recibir", dijo una docente que enseñó 56 años en la Escuela Sarmiento. Sus reflexiones justamente apuntan a la bisagra en que se halla el educador actual. "El mundo cambia, y lo difícil es, quizás, el hecho de que los cambios ocurran tan aceleradamente. Antes gozábamos de una evolución más pausada. La vida de hoy, pasando por los principios hasta las tecnologías, ha cambiado de modo tan radical, que parecería que no es el mismo mundo. Pero es el mundo donde tenemos que vivir, y para el que tenemos que ayudar a vivir. La responsabilidad del maestro es adecuarse para este mundo, porque este es el mundo de los chicos. Ellos no van a vivir nuestra vida, la vida de ellos es esta realidad", aseveró.
Tal vez se deba debatir a fondo cuál es la educación que queremos. Si el objetivo es ser un rebote de los constantes cambios de lo que puede considerarse herramienta educativa (la PC, internet), se perderán de vista los contenidos que construyen los cimientos de un individuo. El manejo óptimo de la tecnología no garantiza que un niño se convierta en un buen ciudadano, con principios éticos, y que honre el oficio o la profesión que elija o su participación en la política. Los mejores maestros son aquellos que saben transformarse en puentes, y que invitan a sus discípulos a franquearlos, decía el escritor Nikos Kazantzakis.
Lo más popular