28 Agosto 2010
La fraternidad es uno de los sentimientos más nobles que puede surgir entre los seres humanos. "Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales". "Unión y buena correspondencia entre hermanos o entre un grupo de personas" son dos de las definiciones de esta acción que integra el lema de la Revolución Francesa: Libertad, igualdad, fraternidad". "Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera", escribió José Hernández en su poema "Martín Fierro".
En estos días se llevó a cabo el Multiespacio Fraternidad, un foro organizado por la Secretaría de Planeamiento de la Provincia, la Universidad Tecnológica Nacional, la Universidad Nacional de Tucumán, la San Pablo T y la Unsta.
Durante el transcurso del encuentro distintos especialistas plantearon interesantes reflexiones sobre la ética, la profesión y la búsqueda del bien común. Un ingeniero chileno señaló que el terremoto ocurrido este año en su país, les permitió a los profesionales y en especial a los ingenieros, replantear la cuestión de la ética en la formación, y ver cuál es la relación que tienen con la sociedad. Señaló que uno de los asuntos que más le preocupa a la universidad chilena es el bien común. "Los alumnos lo ven al título universitario como la retribución de lo que invirtieron (la carrera de ingeniería pública es paga y cuesta alrededor de 800 dólares mensuales); entonces, la vocación termina siendo un bien de mercado, y sólo para pocos. Los ingenieros trabajamos en las mineras porque nos dan buenos sueldos. Sin embargo, nos enfrentamos a un modelo de explotación de nuestros recursos naturales, a lo que se suma una legislación demasiada permisiva. El terremoto nos enfrentó con una cuestión ética. Y este multiespacio nos permite pensar que la universidad no sólo debe formar profesionales sino buscar el bien común; redefinir qué queremos de nuestros egresados y para qué país estamos formando", aseveró, mientras que un politólogo de su misma nacionalidad señaló que después de la Revolución Francesa, y a lo largo de los más de 200 años, la fraternidad quedó eclipsada por la libertad y la igualdad. "La fraternidad es la síntesis de ambas, y esa síntesis se llama democracia. En el caso chileno la democratización llegó con la concertación, vale decir con la democracia interna, con la alianza de los socialistas que lograron encontrarse en un punto común. Pasaron 60 años confrontados pero fueron capaces de enfrentar la dictadura y armar un proyecto de construcción de un país común", dijo.
Un filósofo romano, por su parte, propuso que nos preguntáramos si nuestra incapacidad para resolver los conflictos no tiene que ver con que hemos dejado olvidado el concepto de fraternidad.
Estas palabras deberían hacernos repensar sobre el rol de nuestras universidades que suelen formar, en general, profesionales desvinculados del medio, posiblemente porque no aprenden en los claustros la historia del lugar donde viven. En ese sentido, en algunas carreras, como la de Medicina, si bien no se estudia la historia provincial, los alumnos que en el séptimo año realizan el practicantado rural, tienen contacto con realidades de carencias y dolor que viven los comprovincianos, y contribuye a reafirmar su vocación de servicio y a conocer cómo se vive fuera de las cuatro avenidas.
Este contacto social contribuye de alguna manera a evitar que la vocación se transforme en un bien de mercado. Si se nos enseñara a recrear los lazos de fraternidad a partir de conocimiento de la comunidad y de su historia, probablemente surgirían de las universidades profesionales más comprometidos con la sociedad y haríamos de la fraternidad un ejercicio constante.
En estos días se llevó a cabo el Multiespacio Fraternidad, un foro organizado por la Secretaría de Planeamiento de la Provincia, la Universidad Tecnológica Nacional, la Universidad Nacional de Tucumán, la San Pablo T y la Unsta.
Durante el transcurso del encuentro distintos especialistas plantearon interesantes reflexiones sobre la ética, la profesión y la búsqueda del bien común. Un ingeniero chileno señaló que el terremoto ocurrido este año en su país, les permitió a los profesionales y en especial a los ingenieros, replantear la cuestión de la ética en la formación, y ver cuál es la relación que tienen con la sociedad. Señaló que uno de los asuntos que más le preocupa a la universidad chilena es el bien común. "Los alumnos lo ven al título universitario como la retribución de lo que invirtieron (la carrera de ingeniería pública es paga y cuesta alrededor de 800 dólares mensuales); entonces, la vocación termina siendo un bien de mercado, y sólo para pocos. Los ingenieros trabajamos en las mineras porque nos dan buenos sueldos. Sin embargo, nos enfrentamos a un modelo de explotación de nuestros recursos naturales, a lo que se suma una legislación demasiada permisiva. El terremoto nos enfrentó con una cuestión ética. Y este multiespacio nos permite pensar que la universidad no sólo debe formar profesionales sino buscar el bien común; redefinir qué queremos de nuestros egresados y para qué país estamos formando", aseveró, mientras que un politólogo de su misma nacionalidad señaló que después de la Revolución Francesa, y a lo largo de los más de 200 años, la fraternidad quedó eclipsada por la libertad y la igualdad. "La fraternidad es la síntesis de ambas, y esa síntesis se llama democracia. En el caso chileno la democratización llegó con la concertación, vale decir con la democracia interna, con la alianza de los socialistas que lograron encontrarse en un punto común. Pasaron 60 años confrontados pero fueron capaces de enfrentar la dictadura y armar un proyecto de construcción de un país común", dijo.
Un filósofo romano, por su parte, propuso que nos preguntáramos si nuestra incapacidad para resolver los conflictos no tiene que ver con que hemos dejado olvidado el concepto de fraternidad.
Estas palabras deberían hacernos repensar sobre el rol de nuestras universidades que suelen formar, en general, profesionales desvinculados del medio, posiblemente porque no aprenden en los claustros la historia del lugar donde viven. En ese sentido, en algunas carreras, como la de Medicina, si bien no se estudia la historia provincial, los alumnos que en el séptimo año realizan el practicantado rural, tienen contacto con realidades de carencias y dolor que viven los comprovincianos, y contribuye a reafirmar su vocación de servicio y a conocer cómo se vive fuera de las cuatro avenidas.
Este contacto social contribuye de alguna manera a evitar que la vocación se transforme en un bien de mercado. Si se nos enseñara a recrear los lazos de fraternidad a partir de conocimiento de la comunidad y de su historia, probablemente surgirían de las universidades profesionales más comprometidos con la sociedad y haríamos de la fraternidad un ejercicio constante.