15 Agosto 2010
En el Bicentenario de la patria, y en el del nacimiento de Juan Bautista Alberdi, mirando por el espejo retrovisor de la historia argentina, Natalio Botana observa que el designio alberdiano de "dar respuesta a una forma de civilización" está pendiente, tanto por "vicios políticos" como por retos propios del siglo XXI, que no excluyen el formidable impacto de las tecnologías en la vida individual y social.
"El esfuerzo de Alberdi consistió en la conciliación entre las lecciones que nos ofrece la Historia, enfocado en la Argentina del momento, con las teorías generales de la filosofía política entonces en boga", afirma Botana, que el martes, a las 20.30, hablará de la Constitución alberdiana en el Virla, en el ciclo de conferencias de LA GACETA.
- Usted destaca el reto de pensar la política sin perder de vista "el aquí y ahora" ...
- Fue un esfuerzo de síntesis que demuestra la intencionalidad de los grandes teóricos políticos que formaron el pensamiento de Alberdi, desde Montesquieu hasta Tocqueville, pasando por Joseph Story. Todos ellos buscaron no producir una teoría política abstracta; Alberdi, en esa circunstancia tan particular de 1852, todavía en el exilio, buscó dar respuesta a una fórmula de civilización, como decía él. Y yo lo defino como una suerte de ética reformista para actuar sobre la realidad y cambiarla.
- ¿Ese es, en su critterio, el gran aporte de Alberdi?
-Así es, porque estos esquemas de conciliación entre historia y economía política, tanto en la época de Alberdi como en la actual, también pueden dar lugar a proyectos reaccionarios. Esto es, entendamos la Historia tal cual es y hagamos una fórmula de gobierno que garantice el status quo. Una fórmula constitucional de raigambre conservadora. En Alberdi, la concepción es totalmente diferente: Alberdi toma la historia de su época para transformarla sobre la base de un gran programa civilizador contenido en el apotegma "gobernar es poblar", en que las constituciones deben ser los medios del progreso de la sociedades; en el siglo XIX, era sin dudas el desarrollo de la infraestructura de comunicaciones. Alberdi fue el gran heraldo de la integración física del país a través del ferrocarril, y desde la inmigración. En ese punto, él ponderó en exceso la inmigración de los países europeos del norte y desechó, con una mirada no tan optimista, a las poblaciones criollas de tanta importancia que estaban instaladas en el territorio.
- ¿Cuál el gran déficit de la Argentina de hoy, a la luz de sus padres fundacionales?
- Pensemos en Alberdi, que es un padre fundador de instituciones, instituciones que se plasman al principio en una Constitución escrita y que él desea realizarlas. Hay un recorrido interesante desde el momento en que se escriben "Las bases", y es que la Argentina ha tenido momentos de relativa consolidación institucional, que se van enhebrando en el proceso histórico, y van demostrando siempre una suerte de insuficiencia.
- ¿A qué atribuye usted esas oscilaciones?
- Hay que explicarlas a través de la historia. El sueño de Alberdi era instaurar una Constitución capaz de durar. El, en su vida personal fue el escritor de la ley, como lo llamó Oscar Terán; vivió muchas frustraciones, porque durante el período de 1862 y su retorno al país, en 1880, se sintió un autoexiliado. Acá hay un dato importante, y es que aquella política argentina que fue tan constructiva y capaz de transformar el perfil de una sociedad, fue también una política muy facciosa, ligada todavía a la violencia, donde primaron más los levantamientos y los alzamientos cívico militares que la deliberación y el consenso. Hubo momentos en que creímos que esa cultura facciosa se superaba; el momento constituyente de 1853 - 1860, el de la gran reforma política de 1910, el de la década del 40, cuando se incorpora la tradición europea y occidental del desarrollo de los derechos sociales; pero todos esos momentos han sufrido el embate de regresiones tremendas. Hasta 1983, la historia del siglo XX no es una historia para vanagloriarnos.
-En tiempos de cambios tan vertiginosos como los que vivimos ¿es posible pensar en Constituciones duraderas?
- El ejemplo de que eso es posible son los Estados Unidos; por cierto que las Constituciones tienen que adaptarse, para eso están las enmiendas. Pero lo importante es que esa Constitución navegue a través del tiempo adaptándose. Nuestra Constitución, desgraciadamente, había tenido una navegación importante entre 1860 y 1930. El golpe de Estado aciago de 1930 quebró esa legitimidad en ciernes y abrió el espacio a un periodo de golpes militares que en sus versiones populares o reaccionarias provocaron una crisis de legitimidad que duró más de 50 años.
- ¿Cómo la lee a la última Reforma?
- Como un intento de poner a la Constitución en un nivel más alto de modernización, como se pensó en 1994. En lo personal, creo que esta reforma del '94 tiene un conjunto de promesas escritas en cuanto a la realización de lo social, de derechos ambientales, de derechos culturales, de los derechos étnicos, que la Constitución de Alberdi no reconocía, de las poblaciones originarias. Todo eso me parece un maravilloso abanico de promesas. El gran desafío de la reforma de 1994 es que, en la medida en que se amplía el abanico de promesas, se amplía también el abanico de las expectativas. Hay una gran tensión entre normas escritas en la Constitución y las demandas que nacen del proceso propio de la democracia. El otro aspecto, creo, es que en la Constitución de 1994 no se ha resuelto uno de los problemas históricos que atraviesa a toda la Argentina, y que es el problema del federalismo, tanto en su dimensión política como en su dimensión fiscal. Porque en la reforma del 94 hubo una promesa que no se cumplió. Ello hace que la Argentina de hoy se presente como un régimen federal, aunque su envoltura es unitaria.
- ¿Cómo se quiebra ese unitarismo?
- Como decía Aristóbulo del Valle allá por los años 1880, que es bueno que atendamos a los procesos de reformas que vienen de la periferia hacia el centro. Me da la impresión de que, sobre todo en las provincias medianas, ha habido un desarrollo importante, y ahí, evidentemente, hay que procurar ir, entre todos, generando el perfil de un nuevo liderazgo al que yo llamo liderazgo de reconstrucción institucional. Pero un liderazgo así tiene que tomar en sus manos la brasa de la provincia de Buenos Aires, cuya formación demográfica contiene en su seno a la suma de las poblaciones de las provincias medianas del país.
- ¿Fondos de repatriación al interior, por ejemplo?
- Ese sería un plan. Y yo, en mi último libro, en colaboración, "Argentina 2010 entre la desesperación y la esperanza", propongo que, en función de la deliberación y el consenso, se piense en la posible división de la provincia de Buenos Aires. Allí hay dos estructuras muy diferentes, una es la provincia histórica, con fuerte arraigo agropecuario y con ciudades con un potente desarrollo industrial. Pero el otro gran problema argentino, que contiene a todo el país, es el conurbano, el Gran Buenos Aires, cuya composición demográfica y étnica es la Argentina profunda del interior que ha venido a poblar esa región urbana, en la que coexisten los niveles más profundos de desigualdad. Mientras tanto, habría que avanzar en una reforma de la coparticipación federal en su nivel primario y secundario.
- Al poder político debe inquietarle una propuesta como la división de Buenos Aires...
- Así es; desde que la elección ya no es por Colegio Electoral, sino directa, quien controle el poder en el Gran Buenos Aires tiene en sus manos una de las dos o tres llaves electorales con que cuenta el país.
- Usted planteaba que esta Constitución amplió el repertorio de derechos....Hoy eso se ve plasmado en la educación, con la ley que impulsa el secundario universal...
- Esto tiene dos dimensiones para mí muy claras. La primera de ellas está vinculada con la reforma fiscal; en tiempos de Cavallo se hizo una descentralización de la educación secundaria en manos de las provincias sin pensar en los medios fiscales como para que las provincias puedan definir la educación secundaria que el país merece. El segundo punto es que la educación está hoy cercada por el estallido de las redes comunicacionales. La educación en tiempos de Alberdi y Sarmiento provenía de un solo centro, el único conflicto que tenían era cómo trasladar el centro de la Iglesia al centro de un estado con características laicas. Pero había un centro; y ese centro ha estallado en una infinidad de redes que solicitan constantemente nuestra atención; de modo que, en el mundo de hoy, nosotros somos ignorantes informados.
- ¿Es optimista con respecto al uso de la tecnología como herramienta de ciudadanía?
- Yo pertenezco a la tradición de la Ilustración que abonaron Alberdi y Sarmiento, por lo tanto, soy un optimista. Pero, como nos enseñó Raymond Aron, soy un optimista razonable. Creo que la tecnología es como lengua de ofidio: puede tener una orientación de carácter moral y constructivo, pero no olvidemos la trágica lección del siglo XX; sin tecnología industrial no hubiéramos tenido el Holocausto. Vivimos en la ambivalencia del progreso. Pero no podemos negar la historia.
- ¿Cómo lo ve al escenario de la representación política en la Argentina?
- Muy complicado. Cuando Alberdi y Sarmiento pensaron la República, el escenario de la representación política era un escenario pequeño, al que ellos soñaban con ampliar. Ahora bien, el escenario se ha ampliado, y está atravesado por las redes comunicacionales. Y en tiempos del kirchnerismo, en tiempos del menemismo, en tiempos de los gobiernos radicales, el gran problema que tiene Argentina es el de la mediación política. Nuestros partidos son profundamente débiles. En Argentina tenemos un gran partido de poder, que es el kirchnerismo, tenemos un partido radical que lentamente se va reconstruyendo y después tenemos facciones personalistas, radicadas en las provincias o bien en las zonas urbanas más concentradas. La gran tarea consiste en encarar la rehabilitación de los partidos políticos.
- ¿Qué cree que pasará con los partidos tradicionales?
- El peronismo aparece dividido; pero me da la impresión de que el radicalismo se está reconstruyendo lentamente, mostrando un dinamismo que indica que se están construyendo nuevos liderazgos.
- ¿Qué dice del kirchnerismo?
- Han estructurado un partido de poder. Están buscando la reelección, favorecidos por la reforma de la Constitución del 94, que es reeleccionista, morigerada por el hecho de que se puede ser elegido cuatro años más otros cuatro; se descansa un período y se vuelve. Y como se trata de un matrimonio, eso está resuelto.
- En Tucumán, el gobernador Alperovich busca la reelección...
- Creo que el reeleccionismo no es positivo para superar la insuficiencia institucional. Sin hacer ningún juicio personal, Tucumán se inscribe en una tradición de provincias chicas que, en general, están fundadas en la reelección indefinida; y creo que eso debería cambiar.
"El esfuerzo de Alberdi consistió en la conciliación entre las lecciones que nos ofrece la Historia, enfocado en la Argentina del momento, con las teorías generales de la filosofía política entonces en boga", afirma Botana, que el martes, a las 20.30, hablará de la Constitución alberdiana en el Virla, en el ciclo de conferencias de LA GACETA.
- Usted destaca el reto de pensar la política sin perder de vista "el aquí y ahora" ...
- Fue un esfuerzo de síntesis que demuestra la intencionalidad de los grandes teóricos políticos que formaron el pensamiento de Alberdi, desde Montesquieu hasta Tocqueville, pasando por Joseph Story. Todos ellos buscaron no producir una teoría política abstracta; Alberdi, en esa circunstancia tan particular de 1852, todavía en el exilio, buscó dar respuesta a una fórmula de civilización, como decía él. Y yo lo defino como una suerte de ética reformista para actuar sobre la realidad y cambiarla.
- ¿Ese es, en su critterio, el gran aporte de Alberdi?
-Así es, porque estos esquemas de conciliación entre historia y economía política, tanto en la época de Alberdi como en la actual, también pueden dar lugar a proyectos reaccionarios. Esto es, entendamos la Historia tal cual es y hagamos una fórmula de gobierno que garantice el status quo. Una fórmula constitucional de raigambre conservadora. En Alberdi, la concepción es totalmente diferente: Alberdi toma la historia de su época para transformarla sobre la base de un gran programa civilizador contenido en el apotegma "gobernar es poblar", en que las constituciones deben ser los medios del progreso de la sociedades; en el siglo XIX, era sin dudas el desarrollo de la infraestructura de comunicaciones. Alberdi fue el gran heraldo de la integración física del país a través del ferrocarril, y desde la inmigración. En ese punto, él ponderó en exceso la inmigración de los países europeos del norte y desechó, con una mirada no tan optimista, a las poblaciones criollas de tanta importancia que estaban instaladas en el territorio.
- ¿Cuál el gran déficit de la Argentina de hoy, a la luz de sus padres fundacionales?
- Pensemos en Alberdi, que es un padre fundador de instituciones, instituciones que se plasman al principio en una Constitución escrita y que él desea realizarlas. Hay un recorrido interesante desde el momento en que se escriben "Las bases", y es que la Argentina ha tenido momentos de relativa consolidación institucional, que se van enhebrando en el proceso histórico, y van demostrando siempre una suerte de insuficiencia.
- ¿A qué atribuye usted esas oscilaciones?
- Hay que explicarlas a través de la historia. El sueño de Alberdi era instaurar una Constitución capaz de durar. El, en su vida personal fue el escritor de la ley, como lo llamó Oscar Terán; vivió muchas frustraciones, porque durante el período de 1862 y su retorno al país, en 1880, se sintió un autoexiliado. Acá hay un dato importante, y es que aquella política argentina que fue tan constructiva y capaz de transformar el perfil de una sociedad, fue también una política muy facciosa, ligada todavía a la violencia, donde primaron más los levantamientos y los alzamientos cívico militares que la deliberación y el consenso. Hubo momentos en que creímos que esa cultura facciosa se superaba; el momento constituyente de 1853 - 1860, el de la gran reforma política de 1910, el de la década del 40, cuando se incorpora la tradición europea y occidental del desarrollo de los derechos sociales; pero todos esos momentos han sufrido el embate de regresiones tremendas. Hasta 1983, la historia del siglo XX no es una historia para vanagloriarnos.
-En tiempos de cambios tan vertiginosos como los que vivimos ¿es posible pensar en Constituciones duraderas?
- El ejemplo de que eso es posible son los Estados Unidos; por cierto que las Constituciones tienen que adaptarse, para eso están las enmiendas. Pero lo importante es que esa Constitución navegue a través del tiempo adaptándose. Nuestra Constitución, desgraciadamente, había tenido una navegación importante entre 1860 y 1930. El golpe de Estado aciago de 1930 quebró esa legitimidad en ciernes y abrió el espacio a un periodo de golpes militares que en sus versiones populares o reaccionarias provocaron una crisis de legitimidad que duró más de 50 años.
- ¿Cómo la lee a la última Reforma?
- Como un intento de poner a la Constitución en un nivel más alto de modernización, como se pensó en 1994. En lo personal, creo que esta reforma del '94 tiene un conjunto de promesas escritas en cuanto a la realización de lo social, de derechos ambientales, de derechos culturales, de los derechos étnicos, que la Constitución de Alberdi no reconocía, de las poblaciones originarias. Todo eso me parece un maravilloso abanico de promesas. El gran desafío de la reforma de 1994 es que, en la medida en que se amplía el abanico de promesas, se amplía también el abanico de las expectativas. Hay una gran tensión entre normas escritas en la Constitución y las demandas que nacen del proceso propio de la democracia. El otro aspecto, creo, es que en la Constitución de 1994 no se ha resuelto uno de los problemas históricos que atraviesa a toda la Argentina, y que es el problema del federalismo, tanto en su dimensión política como en su dimensión fiscal. Porque en la reforma del 94 hubo una promesa que no se cumplió. Ello hace que la Argentina de hoy se presente como un régimen federal, aunque su envoltura es unitaria.
- ¿Cómo se quiebra ese unitarismo?
- Como decía Aristóbulo del Valle allá por los años 1880, que es bueno que atendamos a los procesos de reformas que vienen de la periferia hacia el centro. Me da la impresión de que, sobre todo en las provincias medianas, ha habido un desarrollo importante, y ahí, evidentemente, hay que procurar ir, entre todos, generando el perfil de un nuevo liderazgo al que yo llamo liderazgo de reconstrucción institucional. Pero un liderazgo así tiene que tomar en sus manos la brasa de la provincia de Buenos Aires, cuya formación demográfica contiene en su seno a la suma de las poblaciones de las provincias medianas del país.
- ¿Fondos de repatriación al interior, por ejemplo?
- Ese sería un plan. Y yo, en mi último libro, en colaboración, "Argentina 2010 entre la desesperación y la esperanza", propongo que, en función de la deliberación y el consenso, se piense en la posible división de la provincia de Buenos Aires. Allí hay dos estructuras muy diferentes, una es la provincia histórica, con fuerte arraigo agropecuario y con ciudades con un potente desarrollo industrial. Pero el otro gran problema argentino, que contiene a todo el país, es el conurbano, el Gran Buenos Aires, cuya composición demográfica y étnica es la Argentina profunda del interior que ha venido a poblar esa región urbana, en la que coexisten los niveles más profundos de desigualdad. Mientras tanto, habría que avanzar en una reforma de la coparticipación federal en su nivel primario y secundario.
- Al poder político debe inquietarle una propuesta como la división de Buenos Aires...
- Así es; desde que la elección ya no es por Colegio Electoral, sino directa, quien controle el poder en el Gran Buenos Aires tiene en sus manos una de las dos o tres llaves electorales con que cuenta el país.
- Usted planteaba que esta Constitución amplió el repertorio de derechos....Hoy eso se ve plasmado en la educación, con la ley que impulsa el secundario universal...
- Esto tiene dos dimensiones para mí muy claras. La primera de ellas está vinculada con la reforma fiscal; en tiempos de Cavallo se hizo una descentralización de la educación secundaria en manos de las provincias sin pensar en los medios fiscales como para que las provincias puedan definir la educación secundaria que el país merece. El segundo punto es que la educación está hoy cercada por el estallido de las redes comunicacionales. La educación en tiempos de Alberdi y Sarmiento provenía de un solo centro, el único conflicto que tenían era cómo trasladar el centro de la Iglesia al centro de un estado con características laicas. Pero había un centro; y ese centro ha estallado en una infinidad de redes que solicitan constantemente nuestra atención; de modo que, en el mundo de hoy, nosotros somos ignorantes informados.
- ¿Es optimista con respecto al uso de la tecnología como herramienta de ciudadanía?
- Yo pertenezco a la tradición de la Ilustración que abonaron Alberdi y Sarmiento, por lo tanto, soy un optimista. Pero, como nos enseñó Raymond Aron, soy un optimista razonable. Creo que la tecnología es como lengua de ofidio: puede tener una orientación de carácter moral y constructivo, pero no olvidemos la trágica lección del siglo XX; sin tecnología industrial no hubiéramos tenido el Holocausto. Vivimos en la ambivalencia del progreso. Pero no podemos negar la historia.
- ¿Cómo lo ve al escenario de la representación política en la Argentina?
- Muy complicado. Cuando Alberdi y Sarmiento pensaron la República, el escenario de la representación política era un escenario pequeño, al que ellos soñaban con ampliar. Ahora bien, el escenario se ha ampliado, y está atravesado por las redes comunicacionales. Y en tiempos del kirchnerismo, en tiempos del menemismo, en tiempos de los gobiernos radicales, el gran problema que tiene Argentina es el de la mediación política. Nuestros partidos son profundamente débiles. En Argentina tenemos un gran partido de poder, que es el kirchnerismo, tenemos un partido radical que lentamente se va reconstruyendo y después tenemos facciones personalistas, radicadas en las provincias o bien en las zonas urbanas más concentradas. La gran tarea consiste en encarar la rehabilitación de los partidos políticos.
- ¿Qué cree que pasará con los partidos tradicionales?
- El peronismo aparece dividido; pero me da la impresión de que el radicalismo se está reconstruyendo lentamente, mostrando un dinamismo que indica que se están construyendo nuevos liderazgos.
- ¿Qué dice del kirchnerismo?
- Han estructurado un partido de poder. Están buscando la reelección, favorecidos por la reforma de la Constitución del 94, que es reeleccionista, morigerada por el hecho de que se puede ser elegido cuatro años más otros cuatro; se descansa un período y se vuelve. Y como se trata de un matrimonio, eso está resuelto.
- En Tucumán, el gobernador Alperovich busca la reelección...
- Creo que el reeleccionismo no es positivo para superar la insuficiencia institucional. Sin hacer ningún juicio personal, Tucumán se inscribe en una tradición de provincias chicas que, en general, están fundadas en la reelección indefinida; y creo que eso debería cambiar.
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