Por Carlos Páez de la Torre H
03 Agosto 2010
JULIO ARGENTINO ROCA. Aparece a la derecha, en esta foto de los años 1880. A la izquierda, el doctor Carlos Pellegrini. LA GACETA / ARCHIVO
En política, se hace lo que se puede y no lo que se quiere. Esto es muy claro, pero muchos se empeñan en no comprenderlo", escribía el general Julio Argentino Roca (1843-1914) a Mariano de Vedia. Reflexionaba que "la fortuna es una diosa soberbia, pero rara vez ingrata con los que perseveran, con los que se gobiernan a sí mismos, con los que en vez de declararse vencidos a los primeros golpes, saben hacer frente a las infinitas adversidades de la vida".
"No se debe herir nunca el sentimiento de equidad de un pueblo, con actos que hasta los partidarios más decididos encontrarían injustos y poco hábiles en el fondo de su conciencia", escribía desaprobando el golpe armado de 1887 contra el Gobierno de Tucumán, apoyado por el presidente Juárez Celman. "En política, como en todas las cosas, no hay falta que, tarde o temprano, no se pague. Aunque es verdad que el arte del gobierno y sobre todo de gobiernos de opinión, es un arte complicado y dificilísimo, que requiere antes de tomar la más insignificante medida, de dar el más tímido paso, pensarlo y meditarlo cien veces".
Cuando se proyectaba vender las Obras Sanitarias de la Nación, juzgó a esa posibilidad como un gran desacierto y escribió a otro de los Vedia, Agustín. Le parecía que si la iniciativa "rechazada casi por unanimidad en la forma de contrato, se convierte en ley, será una ley contraria a los intereses públicos en el sentir de la mayoría de la opinión de esa Capital, tan esquilmada por las compañías de gas y otros servicios".
Además, "a estar a las teorías de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno por inútil, y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al Telégrafo, a los puertos, a las oficinas de rentas, al Ejército y a todo lo que constituye el ejercicio y los deberes del poder".
"No se debe herir nunca el sentimiento de equidad de un pueblo, con actos que hasta los partidarios más decididos encontrarían injustos y poco hábiles en el fondo de su conciencia", escribía desaprobando el golpe armado de 1887 contra el Gobierno de Tucumán, apoyado por el presidente Juárez Celman. "En política, como en todas las cosas, no hay falta que, tarde o temprano, no se pague. Aunque es verdad que el arte del gobierno y sobre todo de gobiernos de opinión, es un arte complicado y dificilísimo, que requiere antes de tomar la más insignificante medida, de dar el más tímido paso, pensarlo y meditarlo cien veces".
Cuando se proyectaba vender las Obras Sanitarias de la Nación, juzgó a esa posibilidad como un gran desacierto y escribió a otro de los Vedia, Agustín. Le parecía que si la iniciativa "rechazada casi por unanimidad en la forma de contrato, se convierte en ley, será una ley contraria a los intereses públicos en el sentir de la mayoría de la opinión de esa Capital, tan esquilmada por las compañías de gas y otros servicios".
Además, "a estar a las teorías de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno por inútil, y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al Telégrafo, a los puertos, a las oficinas de rentas, al Ejército y a todo lo que constituye el ejercicio y los deberes del poder".