18 Julio 2010
El desconcertante Dr. House
Hugh Laurie encarna a uno de los personajes más originales de la televisión. El médico cínico, que define al embarazo como un quiste que dura nueve meses, despierta simultáneamente rechazo y atracción. ¿Qué hay detrás de esta creación que se apoya en un guión que tiene la lógica de una novela policial y que es seguida por 80 millones de personas alrededor del mundo?
ENTRONIZADO. El doctor Gregory House, con su bastón que es también su cetro, y el séquito de médicos a los que él atormenta y, a la vez, deslumbra y seduce.
Los caprichos de un médico genial
Por Juan Carlos Di Lullo
Para LA GACETA - Tucuman
El doctor Gregory House es genial, altivo, generalmente está de pésimo humor, camina apoyándose en un bastón y es adicto a los analgésicos; trata impiadosamente a los médicos que colaboran con él pero sus diagnósticos son certeros. Y es, además, el eje de una de las series televisivas de mayor éxito en los últimos años.
House, encarnado por el actor británico Hugh Laurie (que tuvo que disimular su acento natal para conseguir el papel), es una suerte de antihéroe; recorre los pasillos de un imaginario hospital de Nueva Jersey rodeado de internistas que padecen sus incisivas observaciones, pero que terminan rendidos ante su sagacidad para detectar las enfermedades que aquejan a sus pacientes.
"No soy el único de mi equipo, pero en mi equipo soy único", es una de las sentencias que masculla entre dientes, y que pueden ayudar a calibrar su personalidad. Otra: discutiendo con un colega la medicación para un paciente, dice: "pongámosle inmunoglobina ya; si mejora, gano yo; si muere, tú".
El médico es adicto a los calmantes (los necesita para mitigar el dolor que siente por la necrosis muscular que padece en su pierna), y no tiene problemas en asumir su condición. Sin embargo, rehuye las curas y las internaciones para desintoxicarse que le sugieren sus colegas y amigos. House dista mucho de ser un héroe clásico, y el durísimo trato que le dispensa a sus subordinados no se enmarca precisamente en la corrección política.
Antecedentes
El ambiente de los hospitales siempre fue una fuente de inspiración para los guionistas de la televisión. En Tucumán, en la era de las transmisiones en blanco y negro, tuvimos la oportunidad de disfrutar de dos series que quedaron en el recuerdo: Ben Casey, protagonizada por Vince Edwards, y Dr. Kildare, encarnado por Richard Chamberlain. La difusión del cable y de las señales satelitales, con canales dedicados exclusivamente a la emisión de series televisivas, nos permitió ser parte del fenómeno de E.R. Emergencias y, en los tiempos actuales, interesarnos por las andanzas (fundamentalmente erótico-sentimentales) de los protagonistas de Grey´s Anatomy o de Private practice, o disfrutar de las desopilantes situaciones que, en clave de humor, propone Scrubs.
Hollywood parece haber encontrado en las series para la televisión un campo fértil para desarrollar guiones con más sustancia dramática que los que sirven para alimentar a la industria del cine; las remakes de éxitos de antaño o las recreaciones de argumentos recogidos de otras cinematografías -cuando no la apelación a consagrados personajes de historieta- parecen demostrar que las ideas originales no encuentran terreno propicio para cuajar en producciones destinadas a la pantalla grande.
En cambio, el éxito de ciertas series para la televisión (que a veces se extiende a lo largo de cinco, seis o más temporadas) permite a los guionistas calar más hondo en los personajes y construir relatos de una densidad mucho mayor que aquella que permite el formato del cine.
Dr. House, a través de sus seis temporadas, ha significado para una legión de seguidores una atractiva síntesis entre las "series de hospital" y las de suspenso; los más atrevidos han trazado un paralelo entre el crispado galeno y el detective Sherlock Holmes, no sólo porque ambos son capaces de establecer las relaciones más remotas para resolver los enigmas que enfrentan, sino porque además, son arrogantes, adictos a las drogas, amantes de la música y los dos tienen un interlocutor que les sirve para explicitar sus geniales deducciones: el Dr. Watson en el caso del detective, y el oncólogo James Wilson en la serie televisiva.
Con todo, pareciera ser que el gran hallazgo de Dr. House es el perfil insólito del protagonista; está claro que ningún espectador puede permanecer indiferente ante un personaje que, por ejemplo, comenta que a causa de su bastón lo confunden con un paciente y, cuando le sugieren que use una bata como todos sus colegas, responde horrorizado: "No, porque entonces parecería un médico".
© LA GACETA
Juan Carlos Di Lullo - Crítico de cine, actor,
periodista de Espectáculos de LA GACETA.
Por Juan Carlos Di Lullo
Para LA GACETA - Tucuman
El doctor Gregory House es genial, altivo, generalmente está de pésimo humor, camina apoyándose en un bastón y es adicto a los analgésicos; trata impiadosamente a los médicos que colaboran con él pero sus diagnósticos son certeros. Y es, además, el eje de una de las series televisivas de mayor éxito en los últimos años.
House, encarnado por el actor británico Hugh Laurie (que tuvo que disimular su acento natal para conseguir el papel), es una suerte de antihéroe; recorre los pasillos de un imaginario hospital de Nueva Jersey rodeado de internistas que padecen sus incisivas observaciones, pero que terminan rendidos ante su sagacidad para detectar las enfermedades que aquejan a sus pacientes.
"No soy el único de mi equipo, pero en mi equipo soy único", es una de las sentencias que masculla entre dientes, y que pueden ayudar a calibrar su personalidad. Otra: discutiendo con un colega la medicación para un paciente, dice: "pongámosle inmunoglobina ya; si mejora, gano yo; si muere, tú".
El médico es adicto a los calmantes (los necesita para mitigar el dolor que siente por la necrosis muscular que padece en su pierna), y no tiene problemas en asumir su condición. Sin embargo, rehuye las curas y las internaciones para desintoxicarse que le sugieren sus colegas y amigos. House dista mucho de ser un héroe clásico, y el durísimo trato que le dispensa a sus subordinados no se enmarca precisamente en la corrección política.
Antecedentes
El ambiente de los hospitales siempre fue una fuente de inspiración para los guionistas de la televisión. En Tucumán, en la era de las transmisiones en blanco y negro, tuvimos la oportunidad de disfrutar de dos series que quedaron en el recuerdo: Ben Casey, protagonizada por Vince Edwards, y Dr. Kildare, encarnado por Richard Chamberlain. La difusión del cable y de las señales satelitales, con canales dedicados exclusivamente a la emisión de series televisivas, nos permitió ser parte del fenómeno de E.R. Emergencias y, en los tiempos actuales, interesarnos por las andanzas (fundamentalmente erótico-sentimentales) de los protagonistas de Grey´s Anatomy o de Private practice, o disfrutar de las desopilantes situaciones que, en clave de humor, propone Scrubs.
Hollywood parece haber encontrado en las series para la televisión un campo fértil para desarrollar guiones con más sustancia dramática que los que sirven para alimentar a la industria del cine; las remakes de éxitos de antaño o las recreaciones de argumentos recogidos de otras cinematografías -cuando no la apelación a consagrados personajes de historieta- parecen demostrar que las ideas originales no encuentran terreno propicio para cuajar en producciones destinadas a la pantalla grande.
En cambio, el éxito de ciertas series para la televisión (que a veces se extiende a lo largo de cinco, seis o más temporadas) permite a los guionistas calar más hondo en los personajes y construir relatos de una densidad mucho mayor que aquella que permite el formato del cine.
Dr. House, a través de sus seis temporadas, ha significado para una legión de seguidores una atractiva síntesis entre las "series de hospital" y las de suspenso; los más atrevidos han trazado un paralelo entre el crispado galeno y el detective Sherlock Holmes, no sólo porque ambos son capaces de establecer las relaciones más remotas para resolver los enigmas que enfrentan, sino porque además, son arrogantes, adictos a las drogas, amantes de la música y los dos tienen un interlocutor que les sirve para explicitar sus geniales deducciones: el Dr. Watson en el caso del detective, y el oncólogo James Wilson en la serie televisiva.
Con todo, pareciera ser que el gran hallazgo de Dr. House es el perfil insólito del protagonista; está claro que ningún espectador puede permanecer indiferente ante un personaje que, por ejemplo, comenta que a causa de su bastón lo confunden con un paciente y, cuando le sugieren que use una bata como todos sus colegas, responde horrorizado: "No, porque entonces parecería un médico".
© LA GACETA
Juan Carlos Di Lullo - Crítico de cine, actor,
periodista de Espectáculos de LA GACETA.