Por Juan José Domínguez
12 Julio 2010
MADRID (Por Juan José Domínguez, de LA GACETA).- Fue la fiesta más grande y espontánea en los más de cinco siglos de historia de España. El regodeo comenzó en la medianoche del domingo y terminó hoy, cuando los jugadores de "la roja" fueron recibidos como héroes en el Paseo de la Castellana, la principal avenida madrileña. Allí se habían congregado más de 250.000 personas entre las plazas de Colón y Cibeles para ver la final contra Holanda.
Fue una gran masa roja, amarilla, exultante. Y, aunque este entusiasmo y fervor inéditos son frutos de la obtención de la Copa del Mundo, en verdad encierran una serie de aspectos extrafutbolísticos que no pasan inadvertidos: en lo económico, un golpe de ánimo para un país sorprendido y vapuleado por la crisis financiera; en lo deportivo, el corolario de una catarata de recientes éxitos deportivos notables; y en lo político y en lo social, la purificación de una conciencia nacional degenerada por el franquismo (1939-1975) y después magullada por los nacionalismos.
Hoy, en democracia, se puede gritar "¡Viva España!" en Madrid, y también en el País Vasco y Cataluña, donde, en efecto, se reunieron 75.000 personas para celebrar sin complejos ni violencia.
Más confianza en la economía
La tasa de desempleo en España sigue siendo del 20,06% y el FMI continúa estimando que el PBI del país se contraerá este año un 0,4%. Con o sin Mundial, los empleados públicos sufrirán un recorte de un 5% en sus salarios y todos los ciudadanos deberán pagar un 2% más de IVA por cada producto que compren. La economía no anda bien.
Sin embargo, en el sector privado y en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero están convencidos de que el éxito futbolístico estimulará el consumo interno y la dinamizará. El banco ABN Amro señaló que la victoria en un Mundial puede añadir hasta un 0,7% al PBI. A su vez, las empresas que patrocinaron al equipo dirigido por Vicente del Bosque invirtieron 26 millones de euros en publicidades y promociones y aseguraron que obtendrán rápidamente sus retornos. Hablaron de duplicarlos.
Saga de conquistas
Los medios de comunicación españoles ya hablan de la edad de oro del deporte español. Y no es descabellado pensar en ello, si se tienen en cuenta los radiantes desempeños del tenista Rafael Nadal, del basquetbolista Pau Gasol, del piloto de Fórmula 1 Fernando Alonso o del ciclista Alberto Contador.
A ellos se les suma nada menos que la selección de fútbol que, por primera vez desde 1930, consiguió no sólo cruzar la barrera de los cuartos de final, sino ganar la Copa del Mundo. Es la coronación de un tiempo de gloria, cimentado en un trabajo en equipo que se traslada al imaginario social como el ejemplo a seguir para solucionar los problemas del país: los nuevos, los de la crisis, y los de siempre, las divisiones sociales, culturales e ideológicas.
Ser español
Yo soy español, español, español. Yo soy español, español, español. El cántico, aunque resonó fuerte en la capital española, se entonó a viva voz en toda España. Esto jamás había sucedido, según aseguraron emocionados los españoles que consultó LA GACETA el domingo, tras la victoria, en la plaza de Colón. El fútbol consiguió lo que un despiadado y cruel régimen militar y la torpeza política no pudieron: una expresión masiva y genuina de españolidad, un grito de unidad de quienes en silencio, dignamente y en paz se sintieron españoles desde siempre.
La victoria mundialista le permite a un país desarrollado recuperar el crédito en su economía, que aún ostenta el noveno puesto en el mundo; a una nación nostálgica de los éxitos deportivos, sentirse orgullosa de sus deportistas; a una sociedad fastidiada por las divisiones históricas, tolerarse más. LA GACETA ©
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