13 Mayo 2010
Contar con el apoyo militar era fundamental para cualquier movimiento que se intentase en contra del virrey Cisneros. En ese sentido, resultaba clave el poderoso regimiento de Patricios cuyo jefe era el altoperuano Cornelio Saavedra. Se descontaba la fidelidad de la tropa, y tanto los capitanes como los comandantes del resto de los cuerpos nativos coincidían en apoyar el movimiento, dice Mitre. Pero Saavedra, según este historiador, no estaba del todo bien avenido con la totalidad de los jefes, y era indudablemente "el árbitro en cuanto a la oportunidad". El punto era importante y requería solucionarse.
Fue entonces que volvió a escena Juan Martín de Pueyrredón. Héroe de las invasiones inglesas, Pueyrredón había vivido horas azarosas por su declarada mentalidad revolucionaria: arrestado primero por Elío y después por Cisneros, las dos veces pudo fugarse. Se había refugiado en Río de Janeiro, de donde también se vio obligado a salir. Vuelto a Buenos Aires, convocó a su casa a todos los jefes militares, "entre los cuales se contaban algunos españoles", cuenta Mitre.
El doctor Manuel Belgrano era partidario de lanzarse de inmediato, postura que no todos compartían. Un jefe español, Pedro Andrés García, cuyos juicios eran escuchados siempre por Saavedra, se declaró partidario de aplazar el movimiento para más adelante.
Expresa el historiador citado que, luego de sopesar los distintos argumentos, "Saavedra dominó tranquilamente todas las opiniones, declarando que él se pondría a la cabeza de los Patricios para apoyar al pueblo, ni bien Sevilla cayese en poder de los franceses cuyos ejércitos amagaban, según las últimas noticias, el antemural de Sierra Morena". Los presentes convinieron en que así se haría. Y "desde entonces todos esperaron con impaciencia que sonase la hora que el resposado comandante de Patricios había señalado con el índice inflexible del destino".
Fue entonces que volvió a escena Juan Martín de Pueyrredón. Héroe de las invasiones inglesas, Pueyrredón había vivido horas azarosas por su declarada mentalidad revolucionaria: arrestado primero por Elío y después por Cisneros, las dos veces pudo fugarse. Se había refugiado en Río de Janeiro, de donde también se vio obligado a salir. Vuelto a Buenos Aires, convocó a su casa a todos los jefes militares, "entre los cuales se contaban algunos españoles", cuenta Mitre.
El doctor Manuel Belgrano era partidario de lanzarse de inmediato, postura que no todos compartían. Un jefe español, Pedro Andrés García, cuyos juicios eran escuchados siempre por Saavedra, se declaró partidario de aplazar el movimiento para más adelante.
Expresa el historiador citado que, luego de sopesar los distintos argumentos, "Saavedra dominó tranquilamente todas las opiniones, declarando que él se pondría a la cabeza de los Patricios para apoyar al pueblo, ni bien Sevilla cayese en poder de los franceses cuyos ejércitos amagaban, según las últimas noticias, el antemural de Sierra Morena". Los presentes convinieron en que así se haría. Y "desde entonces todos esperaron con impaciencia que sonase la hora que el resposado comandante de Patricios había señalado con el índice inflexible del destino".