13 Mayo 2010
Los medicamentos y los argentinos parecieran tener una relación de dependencia que cada vez se vuelve más peligrosa. Hace pocos días, informamos que en el país el nivel de abuso en el consumo de psicofármacos es dos veces y media más alto que en los Estados Unidos. A esta noticia preocupante se suma la encuesta efectuada por el Colegio de Farmacéuticos de Buenos Aires.
El estudio mostró que la aspirina es usada por el 50% de las personas que se automedican; le sigue la amoxicilina (un antibiótico) con el 42% y el antiinflamatorio ibuprofeno, con el 38%. Según la Confederación Farmacéutica Argentina, los problemas de salud relacionados con la automedicación significan un gasto extra anual de $ 1.700 millones.
Se indicó que el 12% de las consultas en hospitales se debe a la autoadministración o a la ingestión de remedios en mal estado. El mal empleo de los medicamentos provoca la muerte de más de 700 personas cada año y alrededor de 100.000 internaciones. Si bien las cifras, no son nuevas, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat) dijo que entre el 7% y el 10 % de los medicamentos que se venden en el país están adulterados o son falsificados. Los comprimidos falsificados suelen estar compuestos por talco, almidón o componentes que se utilizan para unir la pasta, que incluso podrían ser tóxicos.
En un intento de impedir la venta de medicamentos en negocios que no sean farmacias, en noviembre de 2009 se sancionó la ley 26.567 que prescribe que la preparación de recetas, la venta de medicamentos y de drogas, inclusive los denominados de venta libre, se lleven a cabo sólo en las farmacias habilitadas. La iniciativa derogó el decreto del PEN N° 2.284 de 1991, por el que se autorizó la venta de medicamentos de expendio libre, en aquellos negocios no comprendidos en la ley Nº 17.565. A partir de la sanción de ese decreto sobre desregulación económica se pretendió generalizar la comercialización de medicamentos de venta libre. El argumento fue la baja toxicidad y la supuesta disminución de los precios que generaría la sobreoferta, pero como era de suponer, el precio de los medicamentos aumentó -pese a la convertilidad- más de un 140% en 10 años.
Tucumán se anticipó a la iniciativa nacional sancionada en 2009. En 2004 se promulgó la ley provincial 7.317 que prohibía la venta de medicamentos fuera de las farmacias, anulando así una ordenanza municipal que había habilitado a quioscos y drugstores a expender algunos fármacos.
Se trata de un problema que debería ser tomado con la seriedad del caso. Según algunos especialistas, el consumo inadecuado de los medicamentos está relacionado con la gran cantidad de productos que hay en plaza para pocas enfermedades. En una reciente jornada realizada en Buenos Aires, un representante de la Confederación Médica Argentina dijo que el interés de las empresas farmacéuticas es vender sus productos y ampliar mercados. Señaló que existe la posibilidad de un adoctrinamiento de los médicos para que transformen a los pacientes en clientes, convirtiendo avatares de la vida en enfermedades susceptibles de ser medicadas. Recomendó que los médicos se actualizaran en forma permanente en farmacología. De hecho, es la industria farmacéutica la principal auspiciante de congresos, jornadas, posgrados y simposios.
Se trata, por cierto, de una problemática compleja, cuya solución podría tal vez comenzar por educar a la sociedad -bombardeada en forma constante por la publicidad de productos aparentemente inocuos- sobre los riesgos de la automedicación. La acción del Estado es esencial porque debe velar por la salud del ciudadano. Las leyes por sí solas no pueden lograr nada.
El estudio mostró que la aspirina es usada por el 50% de las personas que se automedican; le sigue la amoxicilina (un antibiótico) con el 42% y el antiinflamatorio ibuprofeno, con el 38%. Según la Confederación Farmacéutica Argentina, los problemas de salud relacionados con la automedicación significan un gasto extra anual de $ 1.700 millones.
Se indicó que el 12% de las consultas en hospitales se debe a la autoadministración o a la ingestión de remedios en mal estado. El mal empleo de los medicamentos provoca la muerte de más de 700 personas cada año y alrededor de 100.000 internaciones. Si bien las cifras, no son nuevas, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat) dijo que entre el 7% y el 10 % de los medicamentos que se venden en el país están adulterados o son falsificados. Los comprimidos falsificados suelen estar compuestos por talco, almidón o componentes que se utilizan para unir la pasta, que incluso podrían ser tóxicos.
En un intento de impedir la venta de medicamentos en negocios que no sean farmacias, en noviembre de 2009 se sancionó la ley 26.567 que prescribe que la preparación de recetas, la venta de medicamentos y de drogas, inclusive los denominados de venta libre, se lleven a cabo sólo en las farmacias habilitadas. La iniciativa derogó el decreto del PEN N° 2.284 de 1991, por el que se autorizó la venta de medicamentos de expendio libre, en aquellos negocios no comprendidos en la ley Nº 17.565. A partir de la sanción de ese decreto sobre desregulación económica se pretendió generalizar la comercialización de medicamentos de venta libre. El argumento fue la baja toxicidad y la supuesta disminución de los precios que generaría la sobreoferta, pero como era de suponer, el precio de los medicamentos aumentó -pese a la convertilidad- más de un 140% en 10 años.
Tucumán se anticipó a la iniciativa nacional sancionada en 2009. En 2004 se promulgó la ley provincial 7.317 que prohibía la venta de medicamentos fuera de las farmacias, anulando así una ordenanza municipal que había habilitado a quioscos y drugstores a expender algunos fármacos.
Se trata de un problema que debería ser tomado con la seriedad del caso. Según algunos especialistas, el consumo inadecuado de los medicamentos está relacionado con la gran cantidad de productos que hay en plaza para pocas enfermedades. En una reciente jornada realizada en Buenos Aires, un representante de la Confederación Médica Argentina dijo que el interés de las empresas farmacéuticas es vender sus productos y ampliar mercados. Señaló que existe la posibilidad de un adoctrinamiento de los médicos para que transformen a los pacientes en clientes, convirtiendo avatares de la vida en enfermedades susceptibles de ser medicadas. Recomendó que los médicos se actualizaran en forma permanente en farmacología. De hecho, es la industria farmacéutica la principal auspiciante de congresos, jornadas, posgrados y simposios.
Se trata, por cierto, de una problemática compleja, cuya solución podría tal vez comenzar por educar a la sociedad -bombardeada en forma constante por la publicidad de productos aparentemente inocuos- sobre los riesgos de la automedicación. La acción del Estado es esencial porque debe velar por la salud del ciudadano. Las leyes por sí solas no pueden lograr nada.
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