02 Mayo 2010
EN DIALOGO. La especialista Viviana Bilezker afirma: "es importante aprender a despedirse". LA GACETA/ARCHIVO
"Trabajar con un adulto mayor su biografía, que la persona pueda simplemente ser escuchada, que pueda narrar sus experiencias de vida, eso lo revitaliza. Que pueda conectarse con lo que va a legar, no sólo en términos materiales, sino en términos de lo que cree que deja; invitar a la persona a que reflexione sobre eso, revitaliza. Y eso no es prolongarle la vida, sino, simplemente, aceptar el estado en el que está, y apoyarlo", afirma Viviana Bilezker, desde Buenos Aires, en diálogo con LA GACETA.
Formada como psicoterapeuta -en Tucumán, su "casa" es el Centro Gestáltico San Isidro-, Bilezker se ha especializado en un tema que a la sociedad occidental le cuesta digerir: acompañar a las personas en el final de su vida. En la charla, la especialista no le quita gravedad a la problemática: pero asegura que es posible prepararse para que la muerte no nos tome tan de sorpresa.
- Nuestros viejos viven cada vez más, y eso implica aprender a acompañarlos al final del la vida. Es una problemática nueva?
- Es nueva y no lo es, a la vez. Cada ser humano, en algún momento de su vida, toma algún contacto con su finitud. Aun los niños lo hacen, cuando se muere una mascota, un compañerito. Ese registro, esa conciencia, despierta diferentes procesos, que están atravesados por creencias familiares, culturales, históricas, etc. A lo largo de la vida nos vamos formando algún tipo de concepto acerca de qué es la muerte, en qué consiste el proceso de morir, qué pasa después de la muerte, qué es la vejez, por qué envejecemos, qué hacer con la vejez. La propuesta que nosotros hacemos es la de crear conciencia de que es importante, necesario, -valga la redundancia - tomar conciencia, y prepararse.
- ¿Es posible prepararse para la muerte?
- Si uno considera la muerte como parte de la vida, uno tiene oportunidades de prepararse a través de múltiples micromuertes que se dan en la vida cotidiana. Permanentemente estamos experimentando micromuertes, toda vez que terminamos algo: un trabajo, una relación, una mudanza, una estación del año, una carrera. Permanentemente estamos experimentando esa situación de muerte y nacimiento.
- ¿Cómo hacer para que esas pérdidas no sean tan traumáticas?
- Es necesario tomar contacto a la vez con lo que se pierde y, a la vez, con lo que se obtiene. Es importante aprender a despedirse, y a recibir lo nuevo. Desde lo psicológico, es importante poder distinguir lo irrecuperable de lo recuperable. Y, si uno empieza a prestar atención, uno todos los días tiene por delante esas oportunidades. Creo que esa es una manera de empezar a prepararse para la gran despedida, que no es solo la de uno consigo mismo, sino con sus seres queridos, con sus objetos?Y de los demás con uno. Yo no digo que esto no conlleve tristeza, o no conlleve temor. Todo lo contrario. Pero la negación que nuestra cultura tiene de esta temática hace que el miedo y la tristeza sean más grandes.
- ¿Por qué cree usted que nuestra cultura le tiene tanto miedo a la muerte y a envejecer?
- Creo que porque no la ha explorado en profundidad. No se ha abierto a preguntas fundamentales. Porque, en definitiva, trabajar con la pregunta de qué es la muerte termina remitiéndote a qué es la vida. Y el tema del sentido de la vida, y del sentido de la muerte, es un tema postergado. Y como todo lo que se posterga, en cierta forma nos agarra de sorpresa, no preparados. Es como un círculo vicioso: los postergamos porque les tenemos miedo; porque es un misterio. Y como lo negamos, después se vuelve más misterioso, y más temido.
- ¿Cómo explica esto de esta sociedad que le rinde culto a querer ser siempre joven?
- Lo veo como algo ligado a no encontrarle beneficios al paso del tiempo. Por creer que la conservación de la felicidad está ligada a la juventud. Además, como estamos tan identificados con nuestro cuerpo físico, en lugar de encontrar otras maneras de encontrar bienestar, insistimos en estirarlo a ese cuerpo joven, muchas veces hasta el ridículo.
- Hay otra cuestión., como los padres viven más, los adultos seguimos siendo hijos más tiempo?
- Es verdad, a aquellos que estamos entre los 50 y los 60 nos toca ser padres y ser hijos, al mismo tiempo. Por otro lado, muchas veces nos encontramos con personas mayores que siguen vivas porque están sostenidas por la medicina, pero en realidad quieren morir, porque ya no le encuentran sentido a la vida.
- ¿Esta es una sociedad que expulsa al viejo?
- Así es, es una sociedad que no se sabe conectar con la pérdida del rendimiento físico, y que no sabe valorar el aporte espiritual que puede dar un viejo.
- Desde la práctica, ¿qué les dice a sus pacientes que lidian con hijos y con padres al mismo tiempo?
- Es una respuesta apresurada, porque cada caso es particular. Pero les diría que aprovechen cada una de esas situaciones para aprender más sobre la vida: Que es, precisamente, un espacio de aprendizaje.
- En estos nuevos encuadres sociales, un tema que se reitera es el de las familias en crisis ante el empoderamiento de la mujer, que en muchos casos es proveedora principal. Y, al parecer, muchos varones entraron en crisis?.
- Ahí hay algo muy interesante, que tiene que ver con saber dónde tiene uno puesta su identidad. Y en el trabajo de la preparación para el morir, es algo muy importante. Como te decía antes, en la pérdida de una situación a la que uno estaba habituado, que uno tenía definido como un rol inherente - y en el caso del varón es el de proveer - ahí hay interesantes oportunidades de revisar la propia identidad; qué otros aspectos de mí puedo desarrollar. En lo que hay que tener mucho cuidado es en no plantear esto en términos de "compitamos". En eso hay que desarrollar una actitud de suma, no de resta.
Formada como psicoterapeuta -en Tucumán, su "casa" es el Centro Gestáltico San Isidro-, Bilezker se ha especializado en un tema que a la sociedad occidental le cuesta digerir: acompañar a las personas en el final de su vida. En la charla, la especialista no le quita gravedad a la problemática: pero asegura que es posible prepararse para que la muerte no nos tome tan de sorpresa.
- Nuestros viejos viven cada vez más, y eso implica aprender a acompañarlos al final del la vida. Es una problemática nueva?
- Es nueva y no lo es, a la vez. Cada ser humano, en algún momento de su vida, toma algún contacto con su finitud. Aun los niños lo hacen, cuando se muere una mascota, un compañerito. Ese registro, esa conciencia, despierta diferentes procesos, que están atravesados por creencias familiares, culturales, históricas, etc. A lo largo de la vida nos vamos formando algún tipo de concepto acerca de qué es la muerte, en qué consiste el proceso de morir, qué pasa después de la muerte, qué es la vejez, por qué envejecemos, qué hacer con la vejez. La propuesta que nosotros hacemos es la de crear conciencia de que es importante, necesario, -valga la redundancia - tomar conciencia, y prepararse.
- ¿Es posible prepararse para la muerte?
- Si uno considera la muerte como parte de la vida, uno tiene oportunidades de prepararse a través de múltiples micromuertes que se dan en la vida cotidiana. Permanentemente estamos experimentando micromuertes, toda vez que terminamos algo: un trabajo, una relación, una mudanza, una estación del año, una carrera. Permanentemente estamos experimentando esa situación de muerte y nacimiento.
- ¿Cómo hacer para que esas pérdidas no sean tan traumáticas?
- Es necesario tomar contacto a la vez con lo que se pierde y, a la vez, con lo que se obtiene. Es importante aprender a despedirse, y a recibir lo nuevo. Desde lo psicológico, es importante poder distinguir lo irrecuperable de lo recuperable. Y, si uno empieza a prestar atención, uno todos los días tiene por delante esas oportunidades. Creo que esa es una manera de empezar a prepararse para la gran despedida, que no es solo la de uno consigo mismo, sino con sus seres queridos, con sus objetos?Y de los demás con uno. Yo no digo que esto no conlleve tristeza, o no conlleve temor. Todo lo contrario. Pero la negación que nuestra cultura tiene de esta temática hace que el miedo y la tristeza sean más grandes.
- ¿Por qué cree usted que nuestra cultura le tiene tanto miedo a la muerte y a envejecer?
- Creo que porque no la ha explorado en profundidad. No se ha abierto a preguntas fundamentales. Porque, en definitiva, trabajar con la pregunta de qué es la muerte termina remitiéndote a qué es la vida. Y el tema del sentido de la vida, y del sentido de la muerte, es un tema postergado. Y como todo lo que se posterga, en cierta forma nos agarra de sorpresa, no preparados. Es como un círculo vicioso: los postergamos porque les tenemos miedo; porque es un misterio. Y como lo negamos, después se vuelve más misterioso, y más temido.
- ¿Cómo explica esto de esta sociedad que le rinde culto a querer ser siempre joven?
- Lo veo como algo ligado a no encontrarle beneficios al paso del tiempo. Por creer que la conservación de la felicidad está ligada a la juventud. Además, como estamos tan identificados con nuestro cuerpo físico, en lugar de encontrar otras maneras de encontrar bienestar, insistimos en estirarlo a ese cuerpo joven, muchas veces hasta el ridículo.
- Hay otra cuestión., como los padres viven más, los adultos seguimos siendo hijos más tiempo?
- Es verdad, a aquellos que estamos entre los 50 y los 60 nos toca ser padres y ser hijos, al mismo tiempo. Por otro lado, muchas veces nos encontramos con personas mayores que siguen vivas porque están sostenidas por la medicina, pero en realidad quieren morir, porque ya no le encuentran sentido a la vida.
- ¿Esta es una sociedad que expulsa al viejo?
- Así es, es una sociedad que no se sabe conectar con la pérdida del rendimiento físico, y que no sabe valorar el aporte espiritual que puede dar un viejo.
- Desde la práctica, ¿qué les dice a sus pacientes que lidian con hijos y con padres al mismo tiempo?
- Es una respuesta apresurada, porque cada caso es particular. Pero les diría que aprovechen cada una de esas situaciones para aprender más sobre la vida: Que es, precisamente, un espacio de aprendizaje.
- En estos nuevos encuadres sociales, un tema que se reitera es el de las familias en crisis ante el empoderamiento de la mujer, que en muchos casos es proveedora principal. Y, al parecer, muchos varones entraron en crisis?.
- Ahí hay algo muy interesante, que tiene que ver con saber dónde tiene uno puesta su identidad. Y en el trabajo de la preparación para el morir, es algo muy importante. Como te decía antes, en la pérdida de una situación a la que uno estaba habituado, que uno tenía definido como un rol inherente - y en el caso del varón es el de proveer - ahí hay interesantes oportunidades de revisar la propia identidad; qué otros aspectos de mí puedo desarrollar. En lo que hay que tener mucho cuidado es en no plantear esto en términos de "compitamos". En eso hay que desarrollar una actitud de suma, no de resta.