25 Abril 2010
DEUDAS. "Los argentinos se deben todavía la tarea de la reconstrucción democrática", afirmó Kirschbaum, en su diálogo con LA GACETA. LA GACETA / HECTOR PERALTA
Cada vez que vuelve a su Tucumán natal, Ricardo Kirschbaum busca los lugares que ya no están. El lo atribuye al "síndrome de los exiliados". "Uno cree que la realidad ha quedado congelada, como la dejó", afirma el editor general de "Clarín", con un dejo de melancolía. El periodista, que se fue de Tucumán en 1974, había sido citado para declarar el jueves pasado en los juicios por violaciones a los derechos humanos que lleva adelante la Justicia Federal. Finalmente, la audiencia se postergó, y Kirschabum - por ahora - no pudo dar testimonio. En cambio, sí habló con LA GACETA acerca de la tensión entre el kirchnerismo y los medios, del periodismo en tiempos de internet y de lo que le pasa cada vez que revive los años 70 en Tucumán.
-¿Cómo interpreta los pedidos de "juicios populares" para periodistas, con nombre y apellido?
- Yo creo que el Gobierno construye su identidad en base a la oposición al otro. La pertenencia al espacio oficialista es una pertenencia acrítica. Desaparece la especificidad del profesional y sobresale la del militante. Los periodistas oficialistas dicen que es hora de militancia, y no de periodismo. Esa reducción binaria de la realidad, ese reduccionismo extremo de la política hace que, o se es oficialista, o se pertenece a un pasado que tiene que explicar. Y eso empobrece la función crítica del periodismo, que es el arma fundamental de nuestra profesión. Esa visión permanentemente conspirativa termina por tratar de mellar la profundización de cualquier denuncia que uno haga. Aquella célebre pregunta de Kirchner: "Yo sé quien te manda a vos" , denota que el periodista va a preguntar en nombre de otros intereses. Y esa creencia delata la visión que tiene el kirchnerismo del periodismo. Para el kirchnerismo, el periodismo es propaganda o contrainformación.
- ¿Es una posición ideológica, o instrumental?
- Creo que hay mucha gente honesta que cree en ese proyecto - intelectuales, periodistas - que creen que forma parte de una épica ideológica; en cambio, yo creo que es una instrumentación de temas que han conmovido a nuestra sociedad, y que sirve de pantalla para un proyecto político personal. Lo que me preocupa es que muchos destacados intelectuales han resignado las armas de la crítica. Yo he pertenecido a algunas organizaciones de periodistas; y muchas de las personas que integraban esas organizaciones - destacados colegas - hubieran encabezado manifestaciones de repudio ante lo que estamos pasando ahora. Y hoy, lamentablemente, no. Que no se interprete esto como una descalificación; no creo en la descalificación como arma de la política, ni del periodismo. Cuando uno piensa que el periodismo sólo responde a un interés poco explicable, pareciera ser que los periodistas somos correas de transmisión de intereses que ni siquiera entendemos. Hay quienes han determinado quién es ético y quién no lo es. Se ha construido una nueva teoría de los dos demonios, en la que se utiliza toda la artillería del Estado, del aparato oficialista, contra un demonio que son los medios que no se resignan a cumplir el papel que ellos pretenden que cumpla.
-¿Cómo explica usted esta coyuntura?
- Los argentinos se deben todavía la tarea de la reconstrucción democrática. Desde 1983 para acá hemos hecho un largo camino, pero la democracia no termina de encontrar un marco institucional en el que esté contemplada la crítica y la disidencia. Es una nueva caza de brujas. Y este fenómeno que tan auspiciosamente había comenzado a generarse en Argentina en el 2003, que la sociedad mayoritariamente apoyó, se fue desvirtuando paulatinamente, en la medida de la aparición de muchos factores, entre ellos el hecho de que esto es un proyecto de poder; y la defensa del poder justifica cualquier tipo de acción. Desde el punto de vista estratégico, estos patéticos tribunales populares son, a mi juicio, procesos que terminan excluyendo.
-¿Cabe alguna autocrítica por parte de los medios?
- Muchísimas. Por ejemplo, la mala praxis diaria, que es un tema que tenemos continuamente que corregir. Muchas veces no está internalizado que la aparición de nuevos soportes ha creado un periodismo nuevo que está fijando nuevas realidades: la incerteza, la publicación de rumores, el no chequeo riguroso de datos, la participación, consciente o no, en operaciones políticas, han hecho que debamos repensar permanentemente los mecanismos de control de calidad y de buena praxis, que muchas veces se nos escapan. Es cierto que la influencia mediática sobre la sociedad es muy intensa. Entonces, hay que aumentar los mecanismos de responsabilidad en el ejercicio periodístico. No voy a hablar del aporte increíble que significa internet para el conocimiento humano. Pero muchas veces se siente demasiado el mal aliento de esa cloaca que es el permanente acoso, la difamación que se esconde detrás del anonimato.
- ¿Qué propone usted, ante ese cambio en las reglas del juego?
- No me atrevo a dar una propuesta; merece una reflexión que no implique ningún tipo de censura. Otro problema es que en internet ha aparecido un ejercicio de periodismo no riguroso, pero al que el usuario de internet le cree. Pero el periodismo en papel exige una serie de reglas que, dicho sea de paso, no siempre se cumplen, y que deberíamos cumplir más estrictamente. Pero en internet no se cumple ninguna. Tal vez, uno debería pensar que hay que establecer otro tipo de reglas para el periodismo en internet. Para ser benévolos, el periodismo de internet no sigue las mismas reglas que el periodismo en papel. Así como hay perlas, hay también mucha basura informática. Vamos al periodismo ciudadano: es magnífico, en términos teóricos. Ahora, al rigor del periodismo ciudadano lo tiene que dar un periodista profesional. Que un señor vea un bache, y haga una foto, es un fenómeno muy interesante. Pero hay que reflexionar sobre eso.
- ¿Cómo incide la cuestión generacional?
- Muchísimo. Es una cuestión cultural. Creo que los diarios tienen lectores cada vez más grandes porque tienen una relación cultural con el objeto libro y diario en papel. Yo tengo el kindle y el I pad; pero leo libros en papel. Y a mi hijo le pasa a la inversa. Entonces, creo que uno de los mayores desafíos para los periodistas es ver cómo reconvertimos nuestras incumbencias para atender ese fenómeno.
- Vino a Tucumán para ser testigo en un juicio contra Bussi...
- La querella me citó como testigo, y no pude declarar por problemas procesales internos. Me citó el abogado de Eduardo Ramos. Pero yo los conozco a todos: a Ricardo Torres Correa, a Adriana Mitrovich, a Graciela Bustamante, a Horacio Ferreyra...Y yo venía mentalizándome para meterme de nuevo en esa época, que nunca nos abandonó. Tucumán fue como un laboratorio de un genocidio que se extendió por todo el país. Me parece que la Argentina debe buscar una fórmula para saldar cuentas con ese pasado.
- ¿Qué le pasa a usted , en lo personal, cuando vuelve a esa época?
- Que podría haber sido yo. Ayer, miraba las caras de los chicos desaparecidos entonces. Y pensé que la mía podría haber estado tranquilamente ahí; que el azar jugó su papel.
-¿Cómo interpreta los pedidos de "juicios populares" para periodistas, con nombre y apellido?
- Yo creo que el Gobierno construye su identidad en base a la oposición al otro. La pertenencia al espacio oficialista es una pertenencia acrítica. Desaparece la especificidad del profesional y sobresale la del militante. Los periodistas oficialistas dicen que es hora de militancia, y no de periodismo. Esa reducción binaria de la realidad, ese reduccionismo extremo de la política hace que, o se es oficialista, o se pertenece a un pasado que tiene que explicar. Y eso empobrece la función crítica del periodismo, que es el arma fundamental de nuestra profesión. Esa visión permanentemente conspirativa termina por tratar de mellar la profundización de cualquier denuncia que uno haga. Aquella célebre pregunta de Kirchner: "Yo sé quien te manda a vos" , denota que el periodista va a preguntar en nombre de otros intereses. Y esa creencia delata la visión que tiene el kirchnerismo del periodismo. Para el kirchnerismo, el periodismo es propaganda o contrainformación.
- ¿Es una posición ideológica, o instrumental?
- Creo que hay mucha gente honesta que cree en ese proyecto - intelectuales, periodistas - que creen que forma parte de una épica ideológica; en cambio, yo creo que es una instrumentación de temas que han conmovido a nuestra sociedad, y que sirve de pantalla para un proyecto político personal. Lo que me preocupa es que muchos destacados intelectuales han resignado las armas de la crítica. Yo he pertenecido a algunas organizaciones de periodistas; y muchas de las personas que integraban esas organizaciones - destacados colegas - hubieran encabezado manifestaciones de repudio ante lo que estamos pasando ahora. Y hoy, lamentablemente, no. Que no se interprete esto como una descalificación; no creo en la descalificación como arma de la política, ni del periodismo. Cuando uno piensa que el periodismo sólo responde a un interés poco explicable, pareciera ser que los periodistas somos correas de transmisión de intereses que ni siquiera entendemos. Hay quienes han determinado quién es ético y quién no lo es. Se ha construido una nueva teoría de los dos demonios, en la que se utiliza toda la artillería del Estado, del aparato oficialista, contra un demonio que son los medios que no se resignan a cumplir el papel que ellos pretenden que cumpla.
-¿Cómo explica usted esta coyuntura?
- Los argentinos se deben todavía la tarea de la reconstrucción democrática. Desde 1983 para acá hemos hecho un largo camino, pero la democracia no termina de encontrar un marco institucional en el que esté contemplada la crítica y la disidencia. Es una nueva caza de brujas. Y este fenómeno que tan auspiciosamente había comenzado a generarse en Argentina en el 2003, que la sociedad mayoritariamente apoyó, se fue desvirtuando paulatinamente, en la medida de la aparición de muchos factores, entre ellos el hecho de que esto es un proyecto de poder; y la defensa del poder justifica cualquier tipo de acción. Desde el punto de vista estratégico, estos patéticos tribunales populares son, a mi juicio, procesos que terminan excluyendo.
-¿Cabe alguna autocrítica por parte de los medios?
- Muchísimas. Por ejemplo, la mala praxis diaria, que es un tema que tenemos continuamente que corregir. Muchas veces no está internalizado que la aparición de nuevos soportes ha creado un periodismo nuevo que está fijando nuevas realidades: la incerteza, la publicación de rumores, el no chequeo riguroso de datos, la participación, consciente o no, en operaciones políticas, han hecho que debamos repensar permanentemente los mecanismos de control de calidad y de buena praxis, que muchas veces se nos escapan. Es cierto que la influencia mediática sobre la sociedad es muy intensa. Entonces, hay que aumentar los mecanismos de responsabilidad en el ejercicio periodístico. No voy a hablar del aporte increíble que significa internet para el conocimiento humano. Pero muchas veces se siente demasiado el mal aliento de esa cloaca que es el permanente acoso, la difamación que se esconde detrás del anonimato.
- ¿Qué propone usted, ante ese cambio en las reglas del juego?
- No me atrevo a dar una propuesta; merece una reflexión que no implique ningún tipo de censura. Otro problema es que en internet ha aparecido un ejercicio de periodismo no riguroso, pero al que el usuario de internet le cree. Pero el periodismo en papel exige una serie de reglas que, dicho sea de paso, no siempre se cumplen, y que deberíamos cumplir más estrictamente. Pero en internet no se cumple ninguna. Tal vez, uno debería pensar que hay que establecer otro tipo de reglas para el periodismo en internet. Para ser benévolos, el periodismo de internet no sigue las mismas reglas que el periodismo en papel. Así como hay perlas, hay también mucha basura informática. Vamos al periodismo ciudadano: es magnífico, en términos teóricos. Ahora, al rigor del periodismo ciudadano lo tiene que dar un periodista profesional. Que un señor vea un bache, y haga una foto, es un fenómeno muy interesante. Pero hay que reflexionar sobre eso.
- ¿Cómo incide la cuestión generacional?
- Muchísimo. Es una cuestión cultural. Creo que los diarios tienen lectores cada vez más grandes porque tienen una relación cultural con el objeto libro y diario en papel. Yo tengo el kindle y el I pad; pero leo libros en papel. Y a mi hijo le pasa a la inversa. Entonces, creo que uno de los mayores desafíos para los periodistas es ver cómo reconvertimos nuestras incumbencias para atender ese fenómeno.
- Vino a Tucumán para ser testigo en un juicio contra Bussi...
- La querella me citó como testigo, y no pude declarar por problemas procesales internos. Me citó el abogado de Eduardo Ramos. Pero yo los conozco a todos: a Ricardo Torres Correa, a Adriana Mitrovich, a Graciela Bustamante, a Horacio Ferreyra...Y yo venía mentalizándome para meterme de nuevo en esa época, que nunca nos abandonó. Tucumán fue como un laboratorio de un genocidio que se extendió por todo el país. Me parece que la Argentina debe buscar una fórmula para saldar cuentas con ese pasado.
- ¿Qué le pasa a usted , en lo personal, cuando vuelve a esa época?
- Que podría haber sido yo. Ayer, miraba las caras de los chicos desaparecidos entonces. Y pensé que la mía podría haber estado tranquilamente ahí; que el azar jugó su papel.
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular