Por Roberto Delgado
20 Abril 2010
El hombre apareció por el hotel como si fuera Lisbeth Salander y comenzara a explicar cómo se pueden hackear computadoras o recobrar mensajes de texto borrados de un celular. El ministro de Seguridad Ciudadana, varios fiscales, el legislador Daniel Heredia y los jefes de la Policía tucumana lo miraron extasiados, como si fueran Mikael Blomkvist, el otro protagonista de las novelas de Stieg Larsson. El experto en Informática mexicano Andrés Velázquez les hablaba de delitos informáticos y de estrategias para enfrentarlos en una provincia que, aunque no quiera, tiene que hacerse cargo de los problemas derivados de los adelantos tecnológicos. Bien dice la sentencia: "cuando una nueva tecnología aparece, o eres parte de la aplanadora, o eres parte de la carretera".
Los funcionarios tucumanos dicen que no quieren ser parte de la carretera: "todo esto se contempló en 2008, cuando se creó la División Homicidios y Delitos Complejos. Muchos de esos delitos ya se están produciendo y trabajamos para combatirlos", dijo el ministro Mario López Herrera, al cabo de la conferencia. Pero la verdad es que, hasta ahora, la preparación parece demasiado lejana. En esa oficina policial hay un solo agente que tiene medianos conocimientos de informática, con una sola y elemental computadora y con algunos programas; todo eso para combatir el sexting, el phishing y el hacking de los que habló Velázquez. La Policía aún no tiene idea de que las universidades tucumanas -la UNT y la UTN- hay gente bastante más preparada que ese agente y a la cual, sin embargo, también se comería viva Lisbeth Salander si decidiera hackearles los discos duros de sus notebooks.
En lo que hace a adelantos tecnológicos, en la seguridad tucumana todavía impera el problema de la crisis presupuestaria, agravado notoriamente porque, cuando se tiene los recursos, no se sabe bien qué se quiere hacer con ellos ni cómo invertirlos. Por caso, el avance de la instalación de cámaras de vigilancia -a nivel público y privado- no está siendo acompañado por los equipos complementarios. De eso se quejaba Alvaro Argüelles, comerciante que filmó al ladrón que asaltó a la empleada de su drugstore y puso el video en YouTube. "Invertí $ 500 en las cámaras de seguridad, pero la Policía ni siquiera tenía internet como para ver las grabaciones en 'YouTube'. Tuve que poner los archivos en un CD y llevarlos a la seccional 1ª", dijo. Cabe destacar que el ladrón fue detenido días después, pero porque era un viejo habitué de los calabozos y terminó siendo reconocido con el viejo y precario sistema de fotitos de prontuarios.
De hecho, después de la conferencia en el hotel, aún no está claro para qué vino Velázquez. ¿Ofrecerá un programa informático a quienes no tienen ni la idea más básica de lo que se quiere hacer en esta materia? ¿No deberían haber estado los expertos de la UNT y la UTN en esa charla, para saber hacia dónde puede ir la Policía tucumana en la carretera informática?
En realidad, de eso se trata. Si vamos hacia el desarrollo empujados por los adelanos tecnológicos, o si nos pisará la aplanadora. La Policía todavía se mueve con los esquemas de siempre y con elementos muy precarios. Las comisarías usan la vieja máquina de escribrir, papel carbónico y un pésimo sistema de recepción de denuncias (no se sabe cuántas presentaciones se hacen porque no se llevan estadísticas); los desafíos siguen siendo los mismos de hace 15 años -robos y asaltos de menor cuantía (aumentados)-; disputas vecinales; compraventa de droga (aumentada) en los barrios marginales y conflictos serios en las mismas zonas rojas (como Villa 9 de Julio). Frente a eso, responde de la manera de siempre. E incluso ocurren desviaciones terribles (como el ataque de dos policías a un vecino, el viernes) que parecen confirmar las reglas caóticas de su funcionamiento sin control.
Con ese panorama, nos ilusionamos con entrar en la carretera informática. Si apareciera Lisbeth Salander por acá, no nos daríamos cuenta.