Por Álvaro José Aurane
17 Abril 2010
Políticamente hablando, hay dos clases de José Alperovich: el que está en campaña y el que no. El que retornó de los Estados Unidos, como integrante de la comitiva presidencial, es un gobernador en campaña hacia 2011, aunque no necesariamente para la recontra-reelección.
Distinguir a esos dos Alperovich no es complicado. El que está en campaña es el que dice que si hay algún inconveniente, por mínimo que sea, no hay que afectar tierras del parque Guillermina para construir un geriátrico. Por el contrario, hay que mudar el proyecto a otro emplazamiento. En cambio, el que no está en campaña es el que le ordena a intendentes y concejales de Tafí del Valle que modifiquen cuanta ordenanza deban cambiar para que se levante ahí un hotel de tres pisos, cuando la normativa municipal dice que, dada la altura máxima de 6 metros, ninguna construcción puede tener más de dos plantas. Después, ya en campaña, el mismo gobernador dice respecto del mismo hotel que si la obra tiene que detenerse, él no opone ninguna clase de reparos.
O sea, el Alperovich en campaña quiere entender a todos, mientras que el que no lo está exige que todos lo entiendan a él.
El Alperovich que volvió en campaña sobrevoló Tucumán en el Tango 01, procedente de Estados Unidos y camino a la Capital Federal, y desde las alturas vio esta semana que las posibilidades de continuar con su carrera política lejos de la provincia comienzan a cobrar más cuerpo que el año pasado.
El gobernador acaricia ahora, más que nunca, el sueño de integrar la fórmula presidencial de 2011. Claro que, por un lado, todavía tiene que pasar mucha agua bajo el puente que conecta la política con la realidad. Pero no menos cierto es, por otra parte, que ahora -a diferencia del año pasado-, ser señalado por la pingüinera para tamaña empresa ya no constituye una pesadilla. Lo era hace 10 meses, tras la derrota en las urnas el 28 de junio. Ahora la historia es otra gracias a unos aliados que, más allá de sus discursos, vienen mostrándose incondicionales al kirchnerismo: los opositores.
Alergia al poder
Los presuntos adversarios al oficialismo han inaugurado un nuevo ciclo decadente en la Argentina: ganar elecciones para perder en el Congreso. Hay que tenerle alergia al poder para acometer la sistemática serie de papelones que los denominados "anti-K" han protagonizado en este cuatrimestre, y que le han permitido a los kirchneristas capear el temporal y hasta hacer olvidar que los que perdieron y están en minoría son ellos mismos.
Acaso el Senado es donde la oposición ha enseñado su costado más lamentable. En la primera sesión de la nueva composición, dieron quórum para que el kirchnerismo ungiera a José Pampuro como presidente provisional de la Cámara Alta: inmediatamente después, el oficialismo dejó sin quórum el recinto.
El miércoles pasó algo similar: los antikirchneristas amenazaron con modificar la coparticipación del Impuesto al Cheque a fin de hacer más justa su distribución para las provincias y consiguieron el quórum para iniciar las deliberaciones, pero accedieron a que primero se discutiera el pliego de Mercedes Marcó del Pont como titular del Banco Central. Después, Carlos Menem se fue y se quedaron sin los 37 votos para cambiar el reparto de la recaudación del Impuesto a los Débitos y los Créditos Bancarios, y terminaron modificando un artículo de la norma, medida que será judicializada por el Gobierno.
Es decir, dos veces cayeron en la misma trampa de los pingüinos. La primera, vaya y pase. Pero la reincidencia es sinónimo de pocas luces o de oscuras agachadas. Por cierto, afirmar que se confiaba en que Menem tendría otra postura, lejos de una justificación, es un agravante.
Ayer y hoy, aquí y allá
Ese escenario nacional no es ajeno a la actualidad política provincial. Todo por el contrario. Es ahí donde, si se agudiza el oído, se escucha que el sendero alperovichista camino a la Casa Rosada tiene dos bifurcaciones. La primera determina que si alguno de los Kirchner es el candidato a Presidente, o si son ellos exclusivamente los que van a designar la dupla que los suceda, el tucumano es casi número puesto para la fórmula. El segundo es que si el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, va a ser el candidato a Presidente "K" y tiene margen para incidir en la elección de su compañero de campaña, en la ecuación hay que tener en cuenta entonces al mandatario de San Juan, José Luis Gioja.
En este tablero juegan tanto la historia como la actualidad.
No soy yo, sos vos
Horas después de la derrota electoral del 28 de junio de 2009, Néstor Kirchner renunció a la presidencia del Partido Justicialista. El PJ nunca trató esa dimisión y por eso, este año, el ex jefe de Estado reasumió la conducción del partido oficialista. Pero a mediados del año pasado, cuando dio el portazo, del "muerto" debió hacerse cargo Scioli, quien como vicepresidente primero de la fuerza política convocó a los gobernadores a dialogar acerca de qué hacer con el movimiento. Alperovich (como muchos de sus pares) le dio la espalda. Gioja, en cambio, asistió al convite.
No puede saberse si fue una devolución de gentilezas o no, pero lo cierto es que el jefe del Ejecutivo tucumano ya se había indigestado en el pasado reciente con el ex motonauta. Ocurrió, más precisamente, el 6 de octubre de 2006, cuando Scioli (entonces vicepresidente de la Nación) quien vino a presidir la XXI reunión Plenaria del Parlamento del NOA, invitado por el entonces titular de la Legislatura, Fernando Juri, a quien llamó "el gran amigo vicegobernador". Juri ya había roto lanzas con el alperovichismo: en abril siguiente lo enfrentó en las internas en las que Beatriz Rojkés terminó ungida presidenta del peronismo local.
Más acá en el tiempo, los alperovichistas también tomaron nota de algunas cuestiones sutiles pero no por ello menores. Para el caso, cuando el mandatario tucumano estuvo recuperándose en la Capital Federal, durante 21 días, de la operación de reconstrucción de uretra, el vicegobernador de Buenos Aires, Alberto Balestrini (hoy en delicado estado de salud por un accidente cerebro vascular) fue personalmente a visitarlo. Scioli, en cambio, llamó por teléfono justo en la víspera de que Alperovich le dieran el alta.
Huelga decir que en la política y en el peronismo, llamar e ir son verbos que, al igual que en el español, se conjugan distinto.
Claro que el tucumano y el bonaerense vienen de compartir audiencias, almuerzos y cenas en Norteamérica con el matrimonio presidencial, por lo que en la Casa de Gobierno advierten que las relaciones entre ambos son muy buenas y que tienen un diálogo fluido. Pero, en verdad, Alperovich tiene diálogo fluido con medio país. Para el caso, en lo que va de abril (mes en el que ha estado más tiempo en Punta del Este y en EE.UU. que en Tucumán), ya habría recibido un llamado del diputado bonaerense Francisco De Narváez y otro del gobernador de Chubut, Mario Das Neves. Con este último, que en su visita a la provincia elogió la "experiencia" de gestión de Alperovich, dialogó también el jueves en el aeroparque porteño, cuando cada cual retornaba a su provincia.
Pero a pesar de las millas que acaban de recorrer juntos, parece que todavía hay asperezas por limar entre José y Daniel. De hecho, cuando el primero recalca con particular insistencia que gestionó que la Nación le pida al BID $ 400 millones para obras cloacales en San Miguel de Tucumán está marcando diferencias con el segundo, quien gestionó créditos directamente ante el Banco Interamericano de Desarrollo. O sea, Alperovich muestra que él va a deberle al Estado mientras que Scioli va a endeudarse con un organismo internacional de crédito.
No sale en la foto
Además del inventario de diferencias y desavenencias históricas, también hay razones actuales por las cuales el sanjuanino Gioja puede, eventualmente, cruzarse en el camino de Alperovich rumbo al Ejecutivo nacional.
Esos motivos, específicamente, tienen que ver con la manera evidente en que Alperovich descuidó toda inserción en el escenario nacional, a diferencia de su par cuyano. El propio entorno del tucumano no pocas veces le sugirió que tuviera una mayor presencia en los acontecimientos del peronismo nacional, pero él siempre contestaba lo mismo: "no me gustan esas reuniones".
Los dos Kirchner
Alperovich tiene fama de ser difícil de disuadir cuando tiene una decisión tomada de antemano. En términos barriales, terquedad. Es más, en la mesa chica del poder es mentada la anécdota referida a que el gobernador, cuando está decidido a tomar una medida polémica, sólo toma en cuenta la opinión de Magui. Magui, para más datos, es su perra. Y pretende la leyenda de la Casa de Gobierno que en alguna oportunidad, luego de consultar a sus hombres de confianza sobre una determinación y de obtener una cerrada opinión en contra, él -risueñamente-, se dirigió a su mascota. "¿Vos que opinás, Magui?". Y resultó que Magui opinaba que él tenía razón, así que había que proceder como él decía.
Ahora, se ve que hasta la Magui opinó que era hora de cruzar el río Salí y empezar a mostrarse fuera de Tucumán. Tanto es así que el miércoles de la semana pasada, en la víspera del viaje a los Estados Unidos, se presentó con su esposa a la cumbre del PJ nacional realizada en La Plata, nada menos que con Scioli como anfitrión, pero con Néstor Kirchner como plato fuerte. Y como ya fue a ese mitin, aunque el asunto no sea de su agrado, va a tener que ir a muchos más. Ya comprometió su presencia en el acto de la CGT en respaldo a la gestión K, el próximo 27 en Buenos Aires; y a la reunión del PJ en Entre Ríos, el 1 de mayo.
Simultáneamente, Alperovich aprovechó el viaje a Estados Unidos para gestionar la financiación necesaria para terminar todas las públicas en marcha en la provincia. Y también empezó a negociar "con Néstor" la posibilidad de refinanciar el total de la deuda pública provincial. Lo cual sería, a la vez, "moño" para la gestión en 2011, y lanzamiento oficial de la campaña. Todo esto, en el distendido clima del Tango 01, donde la propia Cristina mandó el martes a descorchar champaña "para brindar por el cumpleaños de José".
Porque para el alperovichismo en campaña, políticamente hablando, hay dos Kirchner: una para los actos oficiales y otro para las discusiones de poder.
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