28 Febrero 2010
Suelo decir que confundimos la lengua hablada con la escrita. No se escribe como se habla, de la misma manera que uno no se viste igual en casa que fuera de ella. Si no nos atrevemos a salir de casa en pantuflas, por muy lindas que sean, ¿por qué nos atrevemos a escribir tan coloquialmente? Escribir con las mismas formas que usamos en la calle es equivalente a ir a una fiesta en piyama. Peor, diría yo.
Además, nuestra escritura habla de cómo somos: si metódicos, si nos importa todo un comino, si somos aplicados o vagos. Habla de nuestra superficialidad o de si tenemos una formación que nos permite explayarnos más. Habla también sobre si nuestros padres han sido aplicados con nosotros.
Con 15 años te enamoras de la cara linda de tu compañera de clase, pero con 25 no basta con eso: en este momento es la cabeza, cómo uno piensa y se expresa, más importante que lo que uno aparenta. En esos pequeños detalles consiste la personalidad, la salsa de las personas, lo que las define y diferencia del resto.
¿Cómo podemos no cuidar lo que va a demostrar a primera vista si somos gente de mundo, gente que lee, que se cultiva, o gente que sólo ve televisión? No es cuestión de engañar a nadie, pero uno pierde puntos si no se ve bien (no sólo se ve con los ojos). Es una lástima que una mala impresión nos evite conocer a alguien más a fondo.
En el aspecto práctico, escribir bien evita malentendidos, sirve para buscar trabajo, etcétera. La lengua es nuestra carta de presentación. Hace poco pedí a una amiga que me consiguiese alojamiento en una ciudad que no era la mía. Como respuesta obtuve un mensaje de texto: "ste es el numero de Fatima, y amala si hace falta". Sólo cuando lo leí por tercera vez, pude comprobar que no era una proposición indecente. Primero sentí mucha curiosidad por conocer a Fátima. Después me sentí ridículo al descubrir la palabra "llámala".
Además, nuestra escritura habla de cómo somos: si metódicos, si nos importa todo un comino, si somos aplicados o vagos. Habla de nuestra superficialidad o de si tenemos una formación que nos permite explayarnos más. Habla también sobre si nuestros padres han sido aplicados con nosotros.
Con 15 años te enamoras de la cara linda de tu compañera de clase, pero con 25 no basta con eso: en este momento es la cabeza, cómo uno piensa y se expresa, más importante que lo que uno aparenta. En esos pequeños detalles consiste la personalidad, la salsa de las personas, lo que las define y diferencia del resto.
¿Cómo podemos no cuidar lo que va a demostrar a primera vista si somos gente de mundo, gente que lee, que se cultiva, o gente que sólo ve televisión? No es cuestión de engañar a nadie, pero uno pierde puntos si no se ve bien (no sólo se ve con los ojos). Es una lástima que una mala impresión nos evite conocer a alguien más a fondo.
En el aspecto práctico, escribir bien evita malentendidos, sirve para buscar trabajo, etcétera. La lengua es nuestra carta de presentación. Hace poco pedí a una amiga que me consiguiese alojamiento en una ciudad que no era la mía. Como respuesta obtuve un mensaje de texto: "ste es el numero de Fatima, y amala si hace falta". Sólo cuando lo leí por tercera vez, pude comprobar que no era una proposición indecente. Primero sentí mucha curiosidad por conocer a Fátima. Después me sentí ridículo al descubrir la palabra "llámala".
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