21 Febrero 2010
EN EL CAMINO. Dhyan Anala y Cecilia Graña al costado del camino, antes de llegar a Las Lagunas, en Córdoba. LA GACETA / ARCHIVO
"Ese hombre que pedaleaba y pedaleaba en la India me parecía un loco o que no tenía dinero para tener otro vehículo más confortable", cuenta Dhyan Anala. Era 1993 y Anala recorría la India pero en moto. El ’loco’ resultó ser un millonario francés que, a los 42 años y jubilado, disfrutaba de los placeres de hacer turismo en bicicleta o, como se lo llama usualmente, practicar cicloturismo.
Anala, de 44 años de edad, y su mujer Cecilia Graña, una tucumana de 34 años y férrea deportista de toda la vida, diseñan ambientes con pautas ecológicas. A 17 años de la anécdota del francés, la pareja emprendió un ’ecoviaje’ en bicicleta desde Buenos Aires para llegar hasta Alaska. Ahora se encuentran en La Laguna, Córdoba, y desde allí hablaron con LA GACETA.
"Salimos el 14 de diciembre desde la ciudad de Buenos Aires a bordo de nuestros ’caballitos metálicos’, como llamamos a nuestras bicicletas. A medida que avanzamos damos charlas y talleres sobre los beneficios que tiene el cicloturismo para el medioambiente", dice Graña. Y añade que, como parte de los programas de ecología que emprenden, les pareció interesante publicitar la bicicleta como un medio de transporte de bajo impacto. "Queremos decirle a la gente que larguen el auto y agarre más la bici", resumió.
Dos años entrenando
El viaje de Cecilia y Anala fue planeado durante dos años. "Entrenamos con cicloturistas del exterior e hicimos viajes desde Buenos Aires a otros puntos de la provincia de Buenos Aires y a Entre Ríos", cuenta Graña.
Viajar sin apuros
Ambos aclaran que, como parte de un viaje ecológico, cuando decidieron partir determinaron que cada cosa que dejaban fuera utilizada por personas que lo necesitaran. "Hay que estar muy bien parado psicológicamente para emprender un viaje semejante y tener clara una proyección de cómo se encarará el plan de viaje", explica Anala que vivió en Japón, Europa, Estados Unidos y visitó ocho veces la India. "Cuando conocí a Anala, en Buenos Aires, él estaba viajando a Estados Unidos. A mí siempre me gustó viajar y tenía ganas de hacerlo con alguien. Digamos que encontré un compañero acorde", completa sonriendo Cecilia.
"Vamos conociendo y viviendo cada parada; disfrutando, enseñando y aprendiendo de la gente de cada lugar. Esta es la filosofía de nuestro viaje y, por lo tanto, no tenemos ningún apuro en llegar a Alaska. Además, vamos muy cargados porque llevamos herramientas y elementos para trabajar y también mucho abrigo. A medida que avanzamos nos proveemos con agua, que también cargamos, porque en muchos lugares las napas están contaminadas o son muy salitrosas. Mi bicicleta pesa 70 kilos y la de Cecilia 50", describe el hombre de cabellos revueltos.
Estos aventureros ya cruzaron, en dirección noroeste, la provincia de Buenos Aires y Santa Fe. Suelen dormir en los cuarteles de bomberos de cada localidad y, con una simpatía natural en ellos, hacen muchos amigos en su recorrido (los relatos actualizados están en el sitio web www.mundoenbicicleta.com.ar).
Peripecias
La rotura de una cubierta, lluvias y fuertes vientos son parte del viaje. "Al llegar a Córdoba nos dio la bienvenida un tornado de gran magnitud. Estaba oscureciendo, el aire era caliente y una gran cantidad de mosquitos. De pronto, comenzó a soplar un fuerte viento helado que nos separó de las bicicletas y nos dejó tirados a unos 15 o 20 metros de ellas", detalla Graña.
"Llovía torrencialmente. De golpe, el viento paró y fue entonces cuando fimos a buscar nuestros vehículos y nos metimos en un zanjón justo cuando un ruido similar al de una turbina de un avión, el tornado en toda su magnitud, nos ensordeció", recuerda emocionada.
Anala y Graña dicen que esperan cosechar miles de historias como esta. "Cada día es diferente y en el final de jornada sirve para hablar de lo que pasó", concluye Cecilia y piensa que dentro de seis meses estará en Tucumán, su tierra natal, ansiosos por dar una clase de cicloturismo en la provincia.
Anala, de 44 años de edad, y su mujer Cecilia Graña, una tucumana de 34 años y férrea deportista de toda la vida, diseñan ambientes con pautas ecológicas. A 17 años de la anécdota del francés, la pareja emprendió un ’ecoviaje’ en bicicleta desde Buenos Aires para llegar hasta Alaska. Ahora se encuentran en La Laguna, Córdoba, y desde allí hablaron con LA GACETA.
"Salimos el 14 de diciembre desde la ciudad de Buenos Aires a bordo de nuestros ’caballitos metálicos’, como llamamos a nuestras bicicletas. A medida que avanzamos damos charlas y talleres sobre los beneficios que tiene el cicloturismo para el medioambiente", dice Graña. Y añade que, como parte de los programas de ecología que emprenden, les pareció interesante publicitar la bicicleta como un medio de transporte de bajo impacto. "Queremos decirle a la gente que larguen el auto y agarre más la bici", resumió.
Dos años entrenando
El viaje de Cecilia y Anala fue planeado durante dos años. "Entrenamos con cicloturistas del exterior e hicimos viajes desde Buenos Aires a otros puntos de la provincia de Buenos Aires y a Entre Ríos", cuenta Graña.
Viajar sin apuros
Ambos aclaran que, como parte de un viaje ecológico, cuando decidieron partir determinaron que cada cosa que dejaban fuera utilizada por personas que lo necesitaran. "Hay que estar muy bien parado psicológicamente para emprender un viaje semejante y tener clara una proyección de cómo se encarará el plan de viaje", explica Anala que vivió en Japón, Europa, Estados Unidos y visitó ocho veces la India. "Cuando conocí a Anala, en Buenos Aires, él estaba viajando a Estados Unidos. A mí siempre me gustó viajar y tenía ganas de hacerlo con alguien. Digamos que encontré un compañero acorde", completa sonriendo Cecilia.
"Vamos conociendo y viviendo cada parada; disfrutando, enseñando y aprendiendo de la gente de cada lugar. Esta es la filosofía de nuestro viaje y, por lo tanto, no tenemos ningún apuro en llegar a Alaska. Además, vamos muy cargados porque llevamos herramientas y elementos para trabajar y también mucho abrigo. A medida que avanzamos nos proveemos con agua, que también cargamos, porque en muchos lugares las napas están contaminadas o son muy salitrosas. Mi bicicleta pesa 70 kilos y la de Cecilia 50", describe el hombre de cabellos revueltos.
Estos aventureros ya cruzaron, en dirección noroeste, la provincia de Buenos Aires y Santa Fe. Suelen dormir en los cuarteles de bomberos de cada localidad y, con una simpatía natural en ellos, hacen muchos amigos en su recorrido (los relatos actualizados están en el sitio web www.mundoenbicicleta.com.ar).
Peripecias
La rotura de una cubierta, lluvias y fuertes vientos son parte del viaje. "Al llegar a Córdoba nos dio la bienvenida un tornado de gran magnitud. Estaba oscureciendo, el aire era caliente y una gran cantidad de mosquitos. De pronto, comenzó a soplar un fuerte viento helado que nos separó de las bicicletas y nos dejó tirados a unos 15 o 20 metros de ellas", detalla Graña.
"Llovía torrencialmente. De golpe, el viento paró y fue entonces cuando fimos a buscar nuestros vehículos y nos metimos en un zanjón justo cuando un ruido similar al de una turbina de un avión, el tornado en toda su magnitud, nos ensordeció", recuerda emocionada.
Anala y Graña dicen que esperan cosechar miles de historias como esta. "Cada día es diferente y en el final de jornada sirve para hablar de lo que pasó", concluye Cecilia y piensa que dentro de seis meses estará en Tucumán, su tierra natal, ansiosos por dar una clase de cicloturismo en la provincia.