07 Febrero 2010
Trascendió, según informamos, que a partir del 15 del próximo mes, Aerolíneas Argentinas eliminará vuelos semanales entre Tucumán y Buenos Aires, al mismo tiempo que incrementará siete vuelos semanales a Salta. El dato consta en el servicio de reservas de la página web de Aerolíneas, aunque no se efectuó todavía un anuncio oficial, si bien se admitió que habrá una reestructuración de los vuelos. En cuanto las ventajas que de todas estas medidas representan para Salta, cabe subrayar que esa provincia contará en adelante con 55 vuelos semanales a la Capital Federal, sumando todos los que ofrecen las distintas empresas, mientras que Tucumán, en el mismo cómputo, reducirá a 35 los 40 que la sirven contaba actualmente. La noticia resulta irritante para nuestra provincia. Sería innecesario recordar, en primer término, la extraordinaria difusión de la vía aérea para conectarse rápidamente con la capital de la República. El uso del avión se ha convertido, desde hace ya muchos años, en algo común para inmensos sectores de la población. Y por cierto que esto se refleja en el más amplio arco de las actividades: desde el turismo hasta el comercio, las profesiones, las empresas y deporte. Vistas así las cosas, la disminución de las frecuencias de vuelo viene a derivar en un cuantioso perjuicio para la vida de la provincia en general. Configura un incomprensible retroceso, que ocurre justo cuando, desde los ambientes oficiales, se proclama la necesidad de recuperar para Tucumán ese lugar que tradicionalmente ocupó como cabeza del noroeste, por su importancia histórica, cultural, social y económica. La cuestión viene desde varios años atrás, y más de una vez la hemos examinado críticamente en este comentario. No se entiende la razón por la cual se viene insistiendo en otorgar a Salta el lugar central que en materia de vuelos debía tener naturalmente Tucumán. Tampoco se han difundido, para ser debidamente analizadas, las supuestas razones de rentabilidad que justificarían este desmedro respecto a nuestra provincia. Pensamos que ellas no resultan sostenibles, cuando se tiene en cuenta las cifras de nuestra población así como el volumen y variedad de nuestras actividades. Ahora cabe preguntarse, frente a los hechos consumados, cuál es la actitud que Tucumán debe tomar frente a tan perjudicial situación. Nos parece que, en primer lugar, la disminución alarmante de los vuelos es algo que debe preocupar seriamente al Estado provincial. Y, consecuentemente, sus responsables tienen que considerar prioritarias las más insistentes gestiones para obtener un cambio en ese inexplicable favoritismo respecto de Salta. En tal sentido, deben movilizarse tanto el Poder Ejecutivo como los representantes tucumanos en las Cámaras de Diputados y Senadores del Congreso de la Nación. Puesto que se trata de disposiciones tomadas por la línea de bandera, es resorte del Estado tomar las medidas para que ella no adopte criterios que redunden en franco desmedro de una provincia respecto de otra, sin dar explicación sostenible alguna, como es el caso. Al mismo tiempo, el asunto merece una movilización de las fuerzas vivas de la provincia, empezando por la Federación Económica de Tucumán y las empresas dedicadas al turismo. Ni qué decir que estas diligencias han de tener lugar con la celeridad suficiente, para detener las resoluciones antes de que las mismas se hagan efectivas. Pero, al mismo tiempo, Tucumán debe preguntarse cuál es la razón de fondo que sustenta esos criterios. Si existe algún problema que debemos corregir, urge conocer la naturaleza del mismo y tomar las medidas conducentes a hacerlo desaparecer. No parece aceptable semejante bajón en nuestras comunicaciones aéreas.
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