15 Noviembre 2009
HILARANTE. Estévez, con tailleur rosa, en una escena de la ópera. LA GACETA / ENRIQUE GALINDEZ
Un barítono disfrazado de mujer en el rol de una matrona cuasi mafiosa, una soprano que interpreta a una "prima donna" caprichosa, un tenor con serios problemas de voz, un director que no consigue llevar a buen puerto su puesta y un empresario caído en desgracia conforman el hilarante argumento de la ópera "La Mamma, Convenienze ed inconvenienze teatrali (conveniencia e inconveniencia teatral)", de Gaetano Donizetti.
La puesta, que fue estrenada el viernes en el Teatro San Martín con adaptación del regisseur Jorge de Lassaletta, no sólo divirtió al público con sus gags, sino que también asombró por la impactante puesta en escena. "No pude parar de reír. Sobre todo en la segunda parte. Fue muy entretenida y los cantantes estuvieron para sacarse el sombrero. Hay que apostar por los artistas tucumanos", señaló Lucrecia García, de 56 años, quien fue acompañada por su hija Antonella. La ópera, protagonizada por Leonardo Estévez (que asombró por su histrionismo enfundado en todo momento en un tailleur de raso rosado) y por la muy aplaudida Valeria Albarracín, ironiza sobre las malas costumbres, los vicios y las debilidades del mundillo de la farándula. La acción se desarrolla durante un ensayo de una ópera donde las cosas nunca salen bien. Con este argumento, de Lassaletta planteó una serie de disparadas escenas en las que los músicos quedan evidenciados y en donde hasta el director del coro, Ricardo Sbrocco, aparece en escena haciendo de él mismo.
Otro de los artistas que acaparó los aplausos fue Alejandro Alonso, en su rol del cantante Guglielmo. El dueto que protagoniza junto al director de la fallida puesta (interpretado por Oscar Zamora) quedará grabado en la memoria de muchos. Allí Alonso intenta seguir al pie de la letra las indicaciones de Zamora para tratar de poner a punto un rol. Y para hacerlo usa cualquier estrategia, incluyendo un balanceo de cuerpo que hizo delirar a la platea. "Esa fue una de las escenas más divertidas de la noche", señaló Ernesto Palacios, de 43 años. El mismo de Lassaletta aclaró, días antes del estreno, que la puesta sería muy distinta a la de una ópera convencional. "Vamos a hablar de nosotros mismos en un tono jocoso", había dicho. Y el objetivo se cumplió con creces. En una de las últimas escenas, el coro entero se planta en el escenario luciendo trajes de romanos totalmente desalineados. Esa sola visión de los cantantes, como salidos de un bodegón de mala muerte, bastó para lograr la ovación final y, por supuesto, la risa franca e incontenible de la platea.
La puesta, que fue estrenada el viernes en el Teatro San Martín con adaptación del regisseur Jorge de Lassaletta, no sólo divirtió al público con sus gags, sino que también asombró por la impactante puesta en escena. "No pude parar de reír. Sobre todo en la segunda parte. Fue muy entretenida y los cantantes estuvieron para sacarse el sombrero. Hay que apostar por los artistas tucumanos", señaló Lucrecia García, de 56 años, quien fue acompañada por su hija Antonella. La ópera, protagonizada por Leonardo Estévez (que asombró por su histrionismo enfundado en todo momento en un tailleur de raso rosado) y por la muy aplaudida Valeria Albarracín, ironiza sobre las malas costumbres, los vicios y las debilidades del mundillo de la farándula. La acción se desarrolla durante un ensayo de una ópera donde las cosas nunca salen bien. Con este argumento, de Lassaletta planteó una serie de disparadas escenas en las que los músicos quedan evidenciados y en donde hasta el director del coro, Ricardo Sbrocco, aparece en escena haciendo de él mismo.
Otro de los artistas que acaparó los aplausos fue Alejandro Alonso, en su rol del cantante Guglielmo. El dueto que protagoniza junto al director de la fallida puesta (interpretado por Oscar Zamora) quedará grabado en la memoria de muchos. Allí Alonso intenta seguir al pie de la letra las indicaciones de Zamora para tratar de poner a punto un rol. Y para hacerlo usa cualquier estrategia, incluyendo un balanceo de cuerpo que hizo delirar a la platea. "Esa fue una de las escenas más divertidas de la noche", señaló Ernesto Palacios, de 43 años. El mismo de Lassaletta aclaró, días antes del estreno, que la puesta sería muy distinta a la de una ópera convencional. "Vamos a hablar de nosotros mismos en un tono jocoso", había dicho. Y el objetivo se cumplió con creces. En una de las últimas escenas, el coro entero se planta en el escenario luciendo trajes de romanos totalmente desalineados. Esa sola visión de los cantantes, como salidos de un bodegón de mala muerte, bastó para lograr la ovación final y, por supuesto, la risa franca e incontenible de la platea.