08 Noviembre 2009
Miles de cuentos y novelas tratan sobre los espejos. Escribir sobre ellos es un desafío a la originalidad. Otilia Umaga, la mulata de Martinica -novela breve ganadora del Premio Juan Rulfo 2008- amerita plenamente, por su sutil sensualidad y por la atmósfera lograda, esa distinción.
Una brasileña y un holandés dueño de una posada de Senegal protagonizan un encuentro especial. Sobre este trasfondo contarán su historia. Pero será un espejo revelador el que a través de su trashumante devenir, nos muestre a otra pareja protagonista de la novela en un tiempo lejano: un belga traficante de esclavos -casado con una española de Sevilla- y una mulata de Martinica, quien aparece tarde pero con participación decisiva. Con narrativa tan exótica como atrayente, la autora nos conduce a una mezcla de edén y de purgatorio. El tratamiento de las pasiones y conductas humanas en un clima tórrido y sensual, coexiste con la frescura y la originalidad de su prosa. Sobre el final se acentúan las características del realismo mágico -tan caro a Juan Rulfo- en un encuentro especular inesperado y fascinante. La ruptura de los planos temporales, la natural narración de hechos no convencionales o fantásticos así como la minuciosa descripción de personajes y elementos en el plano real, conviven eclécticamente con elementos míticos afroamericanos, apariciones, y religiosas católicas. Pero es la prosa detallista y erótica de Barugel la que sumerge al lector en esa escenografía con ritmo de tambores senegaleses y temperamentos fuertes, logrando un efecto sincretista en esta sorprendente novela.
© LA GACETA
Horacio Semeraro
Una brasileña y un holandés dueño de una posada de Senegal protagonizan un encuentro especial. Sobre este trasfondo contarán su historia. Pero será un espejo revelador el que a través de su trashumante devenir, nos muestre a otra pareja protagonista de la novela en un tiempo lejano: un belga traficante de esclavos -casado con una española de Sevilla- y una mulata de Martinica, quien aparece tarde pero con participación decisiva. Con narrativa tan exótica como atrayente, la autora nos conduce a una mezcla de edén y de purgatorio. El tratamiento de las pasiones y conductas humanas en un clima tórrido y sensual, coexiste con la frescura y la originalidad de su prosa. Sobre el final se acentúan las características del realismo mágico -tan caro a Juan Rulfo- en un encuentro especular inesperado y fascinante. La ruptura de los planos temporales, la natural narración de hechos no convencionales o fantásticos así como la minuciosa descripción de personajes y elementos en el plano real, conviven eclécticamente con elementos míticos afroamericanos, apariciones, y religiosas católicas. Pero es la prosa detallista y erótica de Barugel la que sumerge al lector en esa escenografía con ritmo de tambores senegaleses y temperamentos fuertes, logrando un efecto sincretista en esta sorprendente novela.
© LA GACETA
Horacio Semeraro