13 Septiembre 2009
VISION. El experto dice que el país debe aprovechar el viento de cola. TELAM
"No soy un vendedor de Apocalipsis", dice y, por el contrario, observa un escenario más que favorable para la recuperación de la economía argentina durante el año que viene. De todas formas, aclara que, en el plano político, el país necesita de otra conducción, que encauce el rumbo de crecimiento en el sendero por el que hoy transitan Brasil, Chile y Uruguay, lejos del de Venezuela, Bolivia y Ecuador. "Más allá de los detalles de política económica que tengamos, entiendo que ya se puede vislumbrar una Argentina poskirchnerista que estará alineada con claridad a esos primeros países. La Argentina no puede ir en contra de eso. Seguiremos a contramano de la historia un tiempo más, con los Chávez, pero a eso no le veo futuro", expresó.
En un entrevista con LA GACETA, el economista Javier González Fraga anticipó algunos conceptos de la charla que el martes a las 20.30 brindará en el Centro Cultural Virla, en el marco del Ciclo de Conferencias de LA GACETA.
Dos veces presidente del Banco Central (BCRA) en 1989 y en 1990, el experto -cercano al ex ministro de Economía Roberto Lavagna- consideró que la Argentina se beneficiará de un nuevo viento de cola mundial. Defendió el tipo de cambio flotante y con tendencia a devaluarse y la gestión de Martín Lousteau, con quien escribió el libro "Sin atajos" (octubre de 2005).
- ¿Cómo observa el actual escenario económico de la Argentina y en relación con el mundo?
- El mundo está entrando en una etapa de recuperación, que con seguridad va a ser débil y corta. Esto es lo que muchos economistas esperamos. No obstante, la situación internacional es favorable para la Argentina, porque las características de esta tendencia estarán marcadas por una retracción del consumo de bienes industriales, pero no de alimentos. Por lo tanto, esta es una buena noticia para la Argentina. China, India y Brasil van a seguir tirando de la demanda, además del Primer Mundo. Pero la Argentina, en este marco y por motivos autóctonos, muestra una decadencia en los últimos años, que es anterior al crac mundial: empieza en 2006 y 2007, cuando comienza a deteriorarse el clima de inversión, lo que ha afectado la calidad de nuestro crecimiento, ha producido inflación, ha generado problemas institucionales, en el Indec y en la Oncca. La foto de hoy es de una economía que está cayendo a un valor incierto, porque no son confiables las estadísticas del Indec; son más confiables las privadas, que marcan una caída del orden de un 3% y un 3,5%.
- ¿Estamos en recesión?
- Sí, y en el año esta caída será de entre un 3% y un 3,5%. Estas cifras, inclusive, aparecen con claridad en los datos del Indec referidos al producto bruto en bienes. La distorsión del Indec está en servicios, porque cuando uno subestima la inflación, como ahora, de 40 puntos acumulados, sobreestima el producto bruto de los servicios. Para el Gobierno el PBI va a terminar en el orden de un 1% de crecimiento, y para el sector privado, que mejor hace estos cálculos, en un 3%. A lo mejor la realidad está en el medio de eso. Aunque lo peor de la crisis ya ha pasado, enfrentamos problemas de inflación, que genera pobreza; caída de inversión; otro de muy mal ánimo o humor en el mundo de los negocios, no sólo en el sector agropecuario. Todo esto está muy contaminado por la pelea del Gobierno nacional con los principales medios de prensa. Esto distorsiona la comunicación y por eso las tapas de los diarios son también difíciles de conciliar con la realidad. En los últimos meses hubo una leve mejoría en las inversiones y esto tiene que ver con la derrota del oficialismo. Paradójico, pero el Gobierno se beneficia de su derrota, que tiene fecha de vencimiento, a más tardar en 2011, ya que esta hace que las empresas, en vez de cerrar sus puertas, digan: bueno, esperemos un par de años más hasta que esto cambie.
- ¿La Argentina volverá a beneficiarse de un viento de cola?
- Sin ninguna duda, porque aunque estén subiendo y bajando los precios de las materias primas, son valores mucho más altos que los que teníamos hace unos años atrás. Si exceptuamos la burbuja financiera que provocó que la soja llegara a más de U$S 500 durante el segundo trimestre de 2008, en general, un precio de U$S 350 era visto como alto. Ahora, si a este precio de la soja, lo comparamos con los fertilizantes que están mucho más bajos de lo que estaban entonces; con el precio del petróleo que está más bajo, y con los precios de los alquileres de los campos que hoy también están más bajos, resulta una ecuación de precios para la agricultura superior a la de hace dos años atrás.
- ¿Mantiene el apoyo al modelo iniciado en 2002, marcado por un tipo de cambio equilibrado?
- Sin ninguna duda. Yo he estado muy en contra, no sólo en los últimos años, sino en el comienzo de mi carrera profesional de los modelos monetaristas de tipo de cambio fijo: me opuse a la Tablita de (José Alfredo) Martínez de Hoz; al Plan Austral, al Plan Primavera y a la Convertibilidad, al punto que me fui del gobierno (de Carlos Menem), cuando observé que iban a seguir ese rumbo a comienzos de 1991. He adherido siempre a un modelo de tipo de cambio flotante, con tendencia a devaluación, para favorecer el crecimiento del sector exportador y en el que la política antiinflacionaria se basara en la política fiscal y no monetaria y cambiaria. Yo aplaudí la política desde 2002 hasta 2006. Cuando se va (Roberto) Lavagna y ya se había ido (Alfonso) Prat Gay, empezaron los desvíos. Con la llegada de (Guillermo) Moreno a la Secretaría de Comercio, con las prohibiciones a exportar, la manipulación de las cifras en el Indec y lo que hace la Oncca, se da claramente un desvío del modelo económico que inaugura (Eduardo) Duhalde, con (Jorge) Remes (Lenicov), que profundiza Lavagna y perfecciona Prat Gay, pero que después la gestión Kirchner, como ministro de Economía de facto, lo distorsiona y lo termina de desnaturalizar. El esquema actual mantiene algunas virtudes de ese modelo, como es el tipo de cambio devaluado y cierto equilibrio fiscal, pero ahora en un contexto de fuerte agresión al clima de negocios y a la inversión. Y esto se produce justamente en los sectores más activos. Así surgen los monopolios y, lo que mencionamos en su momento con Lavagna: el capitalismo de amigos.
- Usted es coautor de un libro con Martín Lousteau de quien es como un padrino...
- Padrino es algo exagerado. Siendo él un economista joven y poco conocido escribió un libro conmigo; entonces yo aparezco con cierta paternidad. Lo cierto es que lo escribimos juntos...
- ...pero, ¿se puede decir que la visión de Lousteau ha fracasado?
- No, de ninguna manera. Yo creo que "Sin Atajos" sigue estando totalmente vigente. Hasta proponemos que las retenciones no pasen del 8%. Lo que tal vez haya sido, fue que su gestión no tuvo mucho que ver con lo que escribimos en el libro, y estas son explicaciones que debería darlas él. Lo escucho decirlo y lo repito: la resolución 125 fue un mal menor frente a la iniciativa de retenciones al agro del 63% que proponían Moreno y Kirchner.
- ¿Cómo observa el rumbo fiscal en las provincias y en la Nación?
- Yo creo que esta debilidad fiscal no es culpa de las provincias, sino que la estructura tributaria genera un crecimiento en los impuestos no coparticipados y la estructura del gasto provoca un crecimiento mayor en las provincias que en la Nación, porque en las provincias los salarios tienen mucho más peso que en la estructura de gastos federal. De modo tal que es inevitable que haya un deterioro de las finanzas provinciales, en algunas más que en otras. La peor de todas tal vez sea Buenos Aires. Al mismo tiempo, la Nación no ha sabido compensar esto a tiempo y hoy se está coparticipando el peor nivel de impuestos de los últimos 20 años.
En un entrevista con LA GACETA, el economista Javier González Fraga anticipó algunos conceptos de la charla que el martes a las 20.30 brindará en el Centro Cultural Virla, en el marco del Ciclo de Conferencias de LA GACETA.
Dos veces presidente del Banco Central (BCRA) en 1989 y en 1990, el experto -cercano al ex ministro de Economía Roberto Lavagna- consideró que la Argentina se beneficiará de un nuevo viento de cola mundial. Defendió el tipo de cambio flotante y con tendencia a devaluarse y la gestión de Martín Lousteau, con quien escribió el libro "Sin atajos" (octubre de 2005).
- ¿Cómo observa el actual escenario económico de la Argentina y en relación con el mundo?
- El mundo está entrando en una etapa de recuperación, que con seguridad va a ser débil y corta. Esto es lo que muchos economistas esperamos. No obstante, la situación internacional es favorable para la Argentina, porque las características de esta tendencia estarán marcadas por una retracción del consumo de bienes industriales, pero no de alimentos. Por lo tanto, esta es una buena noticia para la Argentina. China, India y Brasil van a seguir tirando de la demanda, además del Primer Mundo. Pero la Argentina, en este marco y por motivos autóctonos, muestra una decadencia en los últimos años, que es anterior al crac mundial: empieza en 2006 y 2007, cuando comienza a deteriorarse el clima de inversión, lo que ha afectado la calidad de nuestro crecimiento, ha producido inflación, ha generado problemas institucionales, en el Indec y en la Oncca. La foto de hoy es de una economía que está cayendo a un valor incierto, porque no son confiables las estadísticas del Indec; son más confiables las privadas, que marcan una caída del orden de un 3% y un 3,5%.
- ¿Estamos en recesión?
- Sí, y en el año esta caída será de entre un 3% y un 3,5%. Estas cifras, inclusive, aparecen con claridad en los datos del Indec referidos al producto bruto en bienes. La distorsión del Indec está en servicios, porque cuando uno subestima la inflación, como ahora, de 40 puntos acumulados, sobreestima el producto bruto de los servicios. Para el Gobierno el PBI va a terminar en el orden de un 1% de crecimiento, y para el sector privado, que mejor hace estos cálculos, en un 3%. A lo mejor la realidad está en el medio de eso. Aunque lo peor de la crisis ya ha pasado, enfrentamos problemas de inflación, que genera pobreza; caída de inversión; otro de muy mal ánimo o humor en el mundo de los negocios, no sólo en el sector agropecuario. Todo esto está muy contaminado por la pelea del Gobierno nacional con los principales medios de prensa. Esto distorsiona la comunicación y por eso las tapas de los diarios son también difíciles de conciliar con la realidad. En los últimos meses hubo una leve mejoría en las inversiones y esto tiene que ver con la derrota del oficialismo. Paradójico, pero el Gobierno se beneficia de su derrota, que tiene fecha de vencimiento, a más tardar en 2011, ya que esta hace que las empresas, en vez de cerrar sus puertas, digan: bueno, esperemos un par de años más hasta que esto cambie.
- ¿La Argentina volverá a beneficiarse de un viento de cola?
- Sin ninguna duda, porque aunque estén subiendo y bajando los precios de las materias primas, son valores mucho más altos que los que teníamos hace unos años atrás. Si exceptuamos la burbuja financiera que provocó que la soja llegara a más de U$S 500 durante el segundo trimestre de 2008, en general, un precio de U$S 350 era visto como alto. Ahora, si a este precio de la soja, lo comparamos con los fertilizantes que están mucho más bajos de lo que estaban entonces; con el precio del petróleo que está más bajo, y con los precios de los alquileres de los campos que hoy también están más bajos, resulta una ecuación de precios para la agricultura superior a la de hace dos años atrás.
- ¿Mantiene el apoyo al modelo iniciado en 2002, marcado por un tipo de cambio equilibrado?
- Sin ninguna duda. Yo he estado muy en contra, no sólo en los últimos años, sino en el comienzo de mi carrera profesional de los modelos monetaristas de tipo de cambio fijo: me opuse a la Tablita de (José Alfredo) Martínez de Hoz; al Plan Austral, al Plan Primavera y a la Convertibilidad, al punto que me fui del gobierno (de Carlos Menem), cuando observé que iban a seguir ese rumbo a comienzos de 1991. He adherido siempre a un modelo de tipo de cambio flotante, con tendencia a devaluación, para favorecer el crecimiento del sector exportador y en el que la política antiinflacionaria se basara en la política fiscal y no monetaria y cambiaria. Yo aplaudí la política desde 2002 hasta 2006. Cuando se va (Roberto) Lavagna y ya se había ido (Alfonso) Prat Gay, empezaron los desvíos. Con la llegada de (Guillermo) Moreno a la Secretaría de Comercio, con las prohibiciones a exportar, la manipulación de las cifras en el Indec y lo que hace la Oncca, se da claramente un desvío del modelo económico que inaugura (Eduardo) Duhalde, con (Jorge) Remes (Lenicov), que profundiza Lavagna y perfecciona Prat Gay, pero que después la gestión Kirchner, como ministro de Economía de facto, lo distorsiona y lo termina de desnaturalizar. El esquema actual mantiene algunas virtudes de ese modelo, como es el tipo de cambio devaluado y cierto equilibrio fiscal, pero ahora en un contexto de fuerte agresión al clima de negocios y a la inversión. Y esto se produce justamente en los sectores más activos. Así surgen los monopolios y, lo que mencionamos en su momento con Lavagna: el capitalismo de amigos.
- Usted es coautor de un libro con Martín Lousteau de quien es como un padrino...
- Padrino es algo exagerado. Siendo él un economista joven y poco conocido escribió un libro conmigo; entonces yo aparezco con cierta paternidad. Lo cierto es que lo escribimos juntos...
- ...pero, ¿se puede decir que la visión de Lousteau ha fracasado?
- No, de ninguna manera. Yo creo que "Sin Atajos" sigue estando totalmente vigente. Hasta proponemos que las retenciones no pasen del 8%. Lo que tal vez haya sido, fue que su gestión no tuvo mucho que ver con lo que escribimos en el libro, y estas son explicaciones que debería darlas él. Lo escucho decirlo y lo repito: la resolución 125 fue un mal menor frente a la iniciativa de retenciones al agro del 63% que proponían Moreno y Kirchner.
- ¿Cómo observa el rumbo fiscal en las provincias y en la Nación?
- Yo creo que esta debilidad fiscal no es culpa de las provincias, sino que la estructura tributaria genera un crecimiento en los impuestos no coparticipados y la estructura del gasto provoca un crecimiento mayor en las provincias que en la Nación, porque en las provincias los salarios tienen mucho más peso que en la estructura de gastos federal. De modo tal que es inevitable que haya un deterioro de las finanzas provinciales, en algunas más que en otras. La peor de todas tal vez sea Buenos Aires. Al mismo tiempo, la Nación no ha sabido compensar esto a tiempo y hoy se está coparticipando el peor nivel de impuestos de los últimos 20 años.
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