02 Agosto 2009
DIAGNOSTICO. Scavino advierte que la estupidez es un mercado en alza.
El señor, el amante y el poeta. Notas sobre la perennidad de la metafísica es un ensayo fundamental para aprehender los derroteros por los que transita el pensamiento filosófico en la actualidad. No es casual que uno de los libros anteriores del autor haya sido, precisamente, La filosofía actual (1999). Allí, con la claridad envidiable que también evidencia acá, se abocaba a la difícil tarea de trazar el mapa de los debates disciplinarios que cerraron el siglo XX.
Este libro es una suerte de continuación y ampliación del campo de batalla, a partir de la hipótesis de que "el dispositivo metafísico involucró siempre a tres personajes: El señor, el amante y el poeta. Y estas figuras siguen regresando en el pensamiento actual aunque traten con cierto desdén, y hasta con hostilidad, a esa misma metafísica cuyo proyecto prosigue".
Soterradamente, también, la presencia de Nietzsche parece guiar gran parte de las búsquedas y relaciones que se establecen entre un gran número de autores, ideas y tendencias. Una de las más interesantes, sin duda, es esa zona en la que a veces, de la mano de la metáfora (y por lo tanto, del lenguaje), se encuentran la (gran) literatura, el psicoanálisis y la filosofía. Scavino, en estos casos, despliega toda su sensibilidad literaria para mostrarnos los cruces de la poesía de San Juan de la Cruz, Sor Juana, César Vallejo o Juan José Saer, con ideas de Platón, Hegel o Lacan, entre muchos otros más (y acá es donde el libro se resiente de la falta de un índice onomástico). En este sentido podría decirse que el ensayo conecta autores y recorre etimologías vertiginosamente, pero siempre anclado en esa primera metáfora de Tales de Mileto de la que nadie parece poder huir: La arjê. Esta causa, origen y fundamento de todas las cosas también es el principio de una soberanía y un poder que la filosofía tratará de explorar con el uso de diversas metáforas como Uno o Dios (para sólo mencionar dos), aunque en el fondo (todo gran filósofo lo sabe) no haya más que un vacío indecible que se tratará de llenar con cierta inclinación poética o narración mítica (muchas veces, incluso, con pretensiones científicas).
Es singularmente notable, por último, el capítulo que Scavino le dedica al fetiche, en el que demuestra en pocas líneas cómo todas las ideologías han perdido frente a la idiología dominante, esta especie de esquizofrenia global que no hace más que evidenciar que si hay un mercado que está en alza constante (en esta época de vacas flacas) es sin duda la estupidez humana.
No hay señor, amante o poeta, por más vigoroso que sea, que pueda con ella. Este es, seguramente, nuestro karma.
© LA GACETA
Marcelo Damiani
Este libro es una suerte de continuación y ampliación del campo de batalla, a partir de la hipótesis de que "el dispositivo metafísico involucró siempre a tres personajes: El señor, el amante y el poeta. Y estas figuras siguen regresando en el pensamiento actual aunque traten con cierto desdén, y hasta con hostilidad, a esa misma metafísica cuyo proyecto prosigue".
Soterradamente, también, la presencia de Nietzsche parece guiar gran parte de las búsquedas y relaciones que se establecen entre un gran número de autores, ideas y tendencias. Una de las más interesantes, sin duda, es esa zona en la que a veces, de la mano de la metáfora (y por lo tanto, del lenguaje), se encuentran la (gran) literatura, el psicoanálisis y la filosofía. Scavino, en estos casos, despliega toda su sensibilidad literaria para mostrarnos los cruces de la poesía de San Juan de la Cruz, Sor Juana, César Vallejo o Juan José Saer, con ideas de Platón, Hegel o Lacan, entre muchos otros más (y acá es donde el libro se resiente de la falta de un índice onomástico). En este sentido podría decirse que el ensayo conecta autores y recorre etimologías vertiginosamente, pero siempre anclado en esa primera metáfora de Tales de Mileto de la que nadie parece poder huir: La arjê. Esta causa, origen y fundamento de todas las cosas también es el principio de una soberanía y un poder que la filosofía tratará de explorar con el uso de diversas metáforas como Uno o Dios (para sólo mencionar dos), aunque en el fondo (todo gran filósofo lo sabe) no haya más que un vacío indecible que se tratará de llenar con cierta inclinación poética o narración mítica (muchas veces, incluso, con pretensiones científicas).
Es singularmente notable, por último, el capítulo que Scavino le dedica al fetiche, en el que demuestra en pocas líneas cómo todas las ideologías han perdido frente a la idiología dominante, esta especie de esquizofrenia global que no hace más que evidenciar que si hay un mercado que está en alza constante (en esta época de vacas flacas) es sin duda la estupidez humana.
No hay señor, amante o poeta, por más vigoroso que sea, que pueda con ella. Este es, seguramente, nuestro karma.
© LA GACETA
Marcelo Damiani
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