30 Julio 2009
Se apagó la luz de una relevante pensadora
María Eugenia Valentié, que estaba a punto de cumplir 89 años, buceó con sus ensayos en la filosofía y en los mitos y ritos populares. Admiradora de Simone Weil y Hannah Arendt, "Génie" se formó en la época de oro de la Facultad de Filosofía y Letras. Era profesora emérita de la casa de altos estudios.
"Cuando joven repetía la frase que ’el poder siempre corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente’". LA GACETA / OSCAR FERRONATO
Las bocanadas de humo desfallecieron lentamente como su corazón. Una larga secuencia de imágenes tal vez desfilaron en un segundo. El Familiar, textos de Simone Weil, de Hannah Arendt, de Borges, de Alberto Rougés, de Simone de Beauvoir, de Heidegger. Escenas ranchilleñas, del carnaval de Oruro animaron un instante ese súbito silencio. Quizás trajo a su memoria lo que había escrito en 2007: "En estos momentos en que pensamos en el sentido de nuestras vidas, quizás no está demás recordar una doctrina que enseña que el amor es superior al poder, la humildad a la soberbia, la caridad a la acumulación de riquezas, la verdad a la mentira. Lo que de entrada parece obvio. Pero son las cosas que no conviene olvidar". Los pensamientos de sus 88 años quedaron tal vez flotando, mientras María Eugenia Valentié se dormía para siempre.
Arbol solo
Docente de Metafísica y de Filosofía de las Religiones, profesora emérita y consulta de la UNT, "Génie" había nacido el 20 de agosto de 1920 en una casa céntrica de la calle Muñecas, pero pasó su primera infancia en la finca "Arbol solo", propiedad de su abuelo, que su papá administraba. "Allí viví hasta los cinco años y se me despertó el amor por la naturaleza. Mi abuelo no quiso que se desmontara esa parte del campo. Entonces -contaba- se conservó todo alrededor de 'un árbol solo', que debió haber sido un pacará. Después mi padre se fue a trabajar al ingenio San Antonio; fui hasta tercer grado en la escuela de Ranchillos. Pero la escuela no influyó en mí. Lo que me abrió una puerta maravillosa fue la universidad. Porque viví con felicidad la época de oro de la Facultad de Filosofía y Letras, con maestros como Labrousse, Silvio Frondizi o Pucciarelli".
Ensayista y también traductora, en la adolescencia, "Génie" pensó en ser monja: "Me hizo desistir el sentido de la independencia interior e intelectual. Yo no tenía ganas de que me dictaran lo que yo tenía que hacer, cuando, en realidad, estaba en una búsqueda".
Desde su graduación en 1942 como licenciada en Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, la vida de Valentié estuvo marcada por la docencia y su labor ensayística. Ingresó como docente a esa casa de estudios en 1947, con el cargo de ayudante. Fue titular de la cátedra de Gnoseología y Metafísica. Además dictó la cátedra de Historia y Filosofía de la Religión; dirigió el Seminario de Fenomenología de la Religión y fue directora del Departamento de Filosofía. En 1949 se desempeñó como profesora de Historia de la Educación, Lógica y Psicología en el colegio Sagrado Corazón y como profesora de Historia de la Educación en la Escuela Normal J. B. Alberdi. Fue secretaria de redacción de la revista "Notas y Estudios de Filosofía", desde 1949 hasta 1961 y una asidua colaboradora de LA GACETA Literaria.
Una vocación
"Siempre fueron pocos los alumnos. Una razón puede ser que la filosofía es un conocimiento que requiere una vocación bastante especial-. Además ofrece muy pocas posibilidades económicas... No creo que haya habido muchos filósofos más en el siglo XIX que ahora. La filosofía no va a desaparecer porque el hombre se hace normalmente una serie de preguntas y esta disciplina ayuda, no sé si a responderlas, pero por lo menos a ahondar esta cuestiones que son esenciales para la vida humana", sostenía en una entrevista.
Los mitos, en particular, El Familiar, la convocaron desde la niñez. En su libro "Mitos y ritos", desplegó su vasto conocimiento. "Muchos mitos me han enseñado cosas sobre mí. El Familiar es un mito nuestro, cuyo contexto es el catolicismo popular y la Revolución Industrial... La televisión crea mitos que duran poco, que son efímeros. Pero no los llamaría mitos. Un mito es una figura que permanece en los tiempos bajo distintos paradigmas. En nuestra comunidad, el prócer tiene caracteres sobrehumanos y debe ser ejemplar. El prócer patrio es nuestro mito de fundación", reflexionaba.
Algo insospechado
Cálida, pausada, "Génie" se caracterizaba por saber escuchar al otro y sus charlas eran una aventura al conocimiento y una posibilidad a descubrir algo insospechado. Nunca incursionó en la política. "Cuando era joven siempre repetía esa famosa frase de que 'el poder siempre corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente'. Muchas veces he visto cómo transformó a la gente; sentirse superior al otro, con el derecho de concederle cosas o de quitárselas y creo que la relación humana debe tender a ser entre iguales", decía.
Fumadora notable, consideraba que no era, en ese sentido, un ejemplo para los jóvenes. "A mí, el cigarrillo me hace bien", decía con humor. Tucumán se quedó ayer sin una de las personalidades esenciales de su cultura. Seguramente su alma anda ya trepada al pacará del cielo, tejiendo pensamientos sobre el sentido de la vida.
Arbol solo
Docente de Metafísica y de Filosofía de las Religiones, profesora emérita y consulta de la UNT, "Génie" había nacido el 20 de agosto de 1920 en una casa céntrica de la calle Muñecas, pero pasó su primera infancia en la finca "Arbol solo", propiedad de su abuelo, que su papá administraba. "Allí viví hasta los cinco años y se me despertó el amor por la naturaleza. Mi abuelo no quiso que se desmontara esa parte del campo. Entonces -contaba- se conservó todo alrededor de 'un árbol solo', que debió haber sido un pacará. Después mi padre se fue a trabajar al ingenio San Antonio; fui hasta tercer grado en la escuela de Ranchillos. Pero la escuela no influyó en mí. Lo que me abrió una puerta maravillosa fue la universidad. Porque viví con felicidad la época de oro de la Facultad de Filosofía y Letras, con maestros como Labrousse, Silvio Frondizi o Pucciarelli".
Ensayista y también traductora, en la adolescencia, "Génie" pensó en ser monja: "Me hizo desistir el sentido de la independencia interior e intelectual. Yo no tenía ganas de que me dictaran lo que yo tenía que hacer, cuando, en realidad, estaba en una búsqueda".
Desde su graduación en 1942 como licenciada en Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, la vida de Valentié estuvo marcada por la docencia y su labor ensayística. Ingresó como docente a esa casa de estudios en 1947, con el cargo de ayudante. Fue titular de la cátedra de Gnoseología y Metafísica. Además dictó la cátedra de Historia y Filosofía de la Religión; dirigió el Seminario de Fenomenología de la Religión y fue directora del Departamento de Filosofía. En 1949 se desempeñó como profesora de Historia de la Educación, Lógica y Psicología en el colegio Sagrado Corazón y como profesora de Historia de la Educación en la Escuela Normal J. B. Alberdi. Fue secretaria de redacción de la revista "Notas y Estudios de Filosofía", desde 1949 hasta 1961 y una asidua colaboradora de LA GACETA Literaria.
Una vocación
"Siempre fueron pocos los alumnos. Una razón puede ser que la filosofía es un conocimiento que requiere una vocación bastante especial-. Además ofrece muy pocas posibilidades económicas... No creo que haya habido muchos filósofos más en el siglo XIX que ahora. La filosofía no va a desaparecer porque el hombre se hace normalmente una serie de preguntas y esta disciplina ayuda, no sé si a responderlas, pero por lo menos a ahondar esta cuestiones que son esenciales para la vida humana", sostenía en una entrevista.
Los mitos, en particular, El Familiar, la convocaron desde la niñez. En su libro "Mitos y ritos", desplegó su vasto conocimiento. "Muchos mitos me han enseñado cosas sobre mí. El Familiar es un mito nuestro, cuyo contexto es el catolicismo popular y la Revolución Industrial... La televisión crea mitos que duran poco, que son efímeros. Pero no los llamaría mitos. Un mito es una figura que permanece en los tiempos bajo distintos paradigmas. En nuestra comunidad, el prócer tiene caracteres sobrehumanos y debe ser ejemplar. El prócer patrio es nuestro mito de fundación", reflexionaba.
Algo insospechado
Cálida, pausada, "Génie" se caracterizaba por saber escuchar al otro y sus charlas eran una aventura al conocimiento y una posibilidad a descubrir algo insospechado. Nunca incursionó en la política. "Cuando era joven siempre repetía esa famosa frase de que 'el poder siempre corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente'. Muchas veces he visto cómo transformó a la gente; sentirse superior al otro, con el derecho de concederle cosas o de quitárselas y creo que la relación humana debe tender a ser entre iguales", decía.
Fumadora notable, consideraba que no era, en ese sentido, un ejemplo para los jóvenes. "A mí, el cigarrillo me hace bien", decía con humor. Tucumán se quedó ayer sin una de las personalidades esenciales de su cultura. Seguramente su alma anda ya trepada al pacará del cielo, tejiendo pensamientos sobre el sentido de la vida.