El chasquido del poder
El manejo discrecional del poder que hace el gobernador ha sido posible gracias a la docilidad con que se movieron los de la otra vereda. Las dificultades para formar frentes. Por Federico van Mameren - Secretario de Redacción.
Tucumán adelanta. Hay quienes lo consideran un mito; otros, expertos europeos, lo tienen en cuenta para intentar prever lo que puede pasar en el país. A estos les dio la razón cuando el fenómeno Antonio Domingo Bussi se anticipó a los Rico o a los Patti. También quedó plasmado cuando el "fujimorismo" que se imponía en Latinoamérica permitió traer una persona de un estudio de grabación en Miami y hacerlo gobernador. Después fueron a los boxes de la Fórmula 1, a los vestuarios de básquet o a los de fútbol. Cuando Eduardo Duhalde se sostenía en un bastón institucional, el peronismo tucumano llenó la primera plaza, lo que después se multiplicó por los puntos cardinales del país.
El invento de candidatos es una historia conocida por los tucumanos. Hace dos años hubo más de 350.000 pobladores que eligieron legisladores ficticios. Una fue nada menos que la cabeza de lista, Susana Montaldo, que se postulaba para licenciarse. Y volvió a ser legisladora, no por respeto a los que la votaron, sino porque José Alperovich recibió un portazo de Federico Masso y del "Indio" Héctor Romano. Aquellos electores apostaron también por Osvaldo Jaldo (quien mientras hacía campaña tenía en la tintorería el saco para jurar como ministro del Interior), pero en la banca apareció sentado Gregorio García Biagosch.
Doble juego
Por eso la mal llamada jugada de candidatos testimoniales (que da fe y verdadero testimonio) no sorprende al tucumano. Ya está acostumbrado al doble juego. A la mentira electoral.
En la Nación se ha impuesto un juego esquizofrénico: manda como presidente quien no es presidente y ordena que sea candidato el que no va a ocupar el lugar para el que fue elegido sino que seguirá en el mismo sitio para el que lo eligieron hace dos años. Toda una ficción que sólo le sirve a Néstor Kirchner.
Supongamos que, en estos tiempos de obediencia debida al esposo de la Presidenta, todos cumplen. ¿Qué pasará con aquellos intendentes que pierdan como candidatos a concejal? Habrán sufrido una merma en su capital político. Esto ocurre porque Kirchner ha empezado a desconfiar de su gente y, para evitar que se le escape, la pone en el compromiso de que se juegue sí o sí por la gestión de gobierno. Esa es la palabra clave de estos tiempos: desconfianza.
Enemigos íntimos
En Tucumán también está sucediendo que para un peronista no hay nada peor que otro peronista. Al peronista Alperovich sólo lo desvela el eternamente justicialista Fernando Juri. Por las dudas, otros peronistas, como el ex midista Alfredo Dato, José Carbonell y Julio Díaz Lozano, traman hacer listas para oponerse a los demás peronistas. Y van a seguir saliendo justicialistas que quieren ser candidatos. Ni hablar de Domingo Amaya, un boxeador que hace sombra desde hace ocho años y cuando le toque pelear va a estar cansado de luchar contra nadie. Como muestra, basta lo que le pasó a Olijela del Valle Rivas. Cuando anunció su decisión de apoyar a Juri en los próximos comicios se le acercaron varios intendentes que se animaron a ofrecer su apoyo o, por lo menos, algunas empanadas para el día de la elección. Más de uno especula con poner huevos en dos canastos. Y más de uno tiene problemas de identidad y no resiste una prueba de ADN justicialista.
El único que está preocupado por los comicios del 28 de junio es Néstor Kirchner. Los demás sólo piensan en 2011. Por eso Alperovich tiene como único objetivo ser el dueño del PJ para seguir mandando en la provincia. No le teme a ningún candidato ni rival. Sólo quiere pisar a Juri para ser el único peronista con poder en Tucumán. Por eso, si le piden ayuda, es capaz de apoyar a cualquiera. Sin embargo, hay un un partido al que le costará un poco: Fuerza Republicana. Ocurre que, según versiones, los Kirchner parecen haberle advertido al gobernador que no quieren más Bussi en el Congreso ni sorpresas en la campaña; y buscan evitar que les cobren el hecho de que su nene mimado alimenta a quienes ellos combaten con su discurso ideológico.
El pankirchnerismo se había instalado en el país y nada le hacía sombra. Luego vino Cobos con su voto no positivo y, junto a los amantes de la Resolución 125, dejó el país con un nuevo dibujo político. Hasta enero el mapa estaba muy claro. Hasta entonces había amigos y enemigos muy bien diferenciados. Cuando Felipe Solá se abrazó con el colombiano Francisco de Narváez, los K montaron en cólera. Empezaron a sentir olor a traición, y el miedo y la desconfianza se convirtieron el combustible de su motor.
Como Alperovich piensa más en el mañana que en el ahora, armó una lista a su medida. Se anticipó a cualquier locura K, de modo de "no poder" dar marcha atrás con el diseño, aunque se lo pida Néstor. De todas formas, por las dudas, mantiene aceitadas relaciones con otros gobernadores, para evitar ser sorprendido.
Como el blanco y el negro
Para existir, Alperovich necesita del otro (como el blanco, del negro; o la vida, de la muerte). Necesita ver al otro para diferenciarse. Pero es tal la borrachera de poder que no puede distinguir nada y confunde obsecuencia con fidelidad. Tampoco alcanza a comprender los roles institucionales, porque un chasquido de dedos basta para que su voluntad se convierta en ley. Por todo eso confunde el rol de la prensa y cree que si no se difunde (por radio, TV, en papel o páginas virtuales) lo que él piensa, se está actuando en su contra o conspirando. Lo desespera la crítica. Por eso esta semana, cuando salió a despotricar contra LA GACETA decidió modificar el modo de difundir el sistema de licitación. En medio de esa devaluación institucional se cree que agredir a la prensa es ahorrar e igualar, cuando en realidad sólo está escatimando la posibilidad de tener un control mayor. Y si se esconde un control mayor, se corre el riesgo de que se sospeche de la gestión. Incluso arrastra a otros: ha ocurrido con la Cámara de la Construcción, que por medio de su presidente, Pedro Omodeo, ha salido a justificar el hecho de que las licitaciones sean menos difundidas, cuando la lógica indicaría que a ellos les vendría bien una competencia más segura y sana.
Con nada, demasiado
Lo cierto es que de esta deficiente interpretación del rol de la prensa y de los poderes no es culpable sólo Alperovich. Para que sea posible llegar a tener tanto es necesario que antes haya habido gobiernos muy débiles. Pero también es responsabilidad de una oposición mezquina, egoísta y hasta cómplice, a la que no le importa lo que pasa. O, mejor dicho, no le ha importado, y por eso la sociedad ha caído en serios disvalores.
A juzgar por el entramado electoral que ha comenzado a dibujarse para el 28 de junio la historia se va a repetir. Cada vez hay más listas, y el único beneficiado será el gobernador. Por lo tanto seguirá sin haber fuerzas que balanceen el poder, al revés de lo que se prevé en una democracia.
Hace dos años radicales, peronistas disidentes, radicales díscolos y hasta militantes de centroizquierda o de centroderecha se unieron. Consiguieron una migaja, pero demostraron que únicamente todos juntos podían obtener algo. Esa lección parece haber sido olvidada. Y como los comicios traen un regalo, inventado por el Pacto de Olivos que sellaron Menem y Alfonsín, con "nada" de votos se puede ser senador.
Fernando Juri, Roberto Palina, Federico Masso, José Ignacio García Hamilton, José Ascárate, José Cano y varios otros quieren ser "Padres de la Patria". Se van a pelear entre ellos y alguno recibirá el premio, pero será nada más que un resultado electoral y ninguna construcción política.
La unión o la conformación de un frente parece una utopía. Hace unos días se reunieron Juri y Cano (siempre cargando en su espalda la sombra universitaria de José Hugo Saab); el peronista ofreció hacer una encuesta y que el más favorecido fuera candidato a senador. El silencio fue la respuesta. De todas formas, si Cano dijera que sí luego no podría cumplir, porque el legislador apenas se maneja a sí mismo.
La humildad y un sinceramiento detrás de un proyecto político podrían salvar a la oposición de hacer un nuevo papelón electoral.
La historia dice que Tucumán adelanta, pero si no se aprende de algunas experiencias de otros distritos, es posible que atrase, como ya le pasó al vecino Santiago del Estero con el juarismo.