20 Febrero 2009
Siempre, un eco tucumano
Ultimos días de Domingo Faustino Sarmiento. Por Carlos Páez de la Torre (h) - Redacción LA GACETA.


El magnífico trabajo de Antonio Pagés Larraya, "El adiós de Sarmiento" (1993) echa una mirada sagaz -tan emotiva como documentada- a los tiempos finales de la vida del sanjuanino que transcurrieron, como se sabe, en Asunción de Paraguay. Desde allí y por medio de una carta deliciosa, el prócer invita a pasar una temporada en su casa a Aurelia Vélez Sarsfield. La hija del famoso codificador ha sido el gran amor de toda su vida. Y Aurelia acepta. Llega en el vapor "Olimpo", acompañada por su hermano Constantino y por la hija de este, Manuela Vélez Sarsfield. Sarmiento le ha prometido desusados agasajos. "Venga, pues, a la fiesta. Grande espectáculo: ríos espléndidos y lagos de plata bruñida, bosques como el de Fontainebleau que usted conoce, iluminación 'a giorno', el Chaco incendiado, títeres en todas partes, y música, bullicio, animación", fantasea. Comenta Pagés Larraya que Sarmiento, "en el hálito que sopla en la escritura de su carta, consigue que las huellas de ese amor tan interdicto y definitivo de su existencia, no se borren de la memoria". Así, a orillas del Paraná y por breves días que pasan como un soplo, con Aurelia "reviven antiquísimas fiestas deificadas en las playas de mares remotos". Sarmiento ha de morir pocas semanas después, el 11 de setiembre de 1888.
A la joven Manuela, Sarmiento le obsequia un ejemplar de la edición de 1851 del "Facundo". Allí, dice Pagés Larraya, estampa "una cariñosa dedicatoria que fue la última de su vida". En cuanto a la vinculación con nuestra provincia, sucede que Manuela Vélez Sarsfield, años después, se casará con un tucumano, el doctor Benjamín Paz (h), hijo del gran gobernador de Tucumán, senador y ministro de la Nación de ese nombre.
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