Magníficas randas tucumanas
Germán Burmeister hizo un elogio entusiasta en 1859. Por Carlos Páez de la Torre (h) - Redacción LA GACETA.
Al escribir las impresiones de su larga visita a Tucumán de 1859, el sabio Germán Burmeister (1807-1892) dedicó varios párrafos del libro “Viaje por los Estados del Plata”, a la artesanía de las randas.
Destacó que estas piezas “confeccionadas en su mayor parte por jóvenes de la clase media, acusan mucho sentido artístico y una habilidad realmente extraordinaria”.
Las describía como “puntillas del ancho de una mano o aún más angostas, que se emplean para adornar la ropa interior de señora, principalmente las camisas y enaguas, cuya elegancia se aprecia mucho”.
Las puntillas pueden confeccionarse “de una vez, extendiendo sobre un bastidor hilos finos en determinadas direcciones y tejiendo entre estos el dibujo con aguja”. O también “tomando un trozo de género fino de hilo, del que se sacan o tiran los hilos de una dirección y se teje el dibujo con la aguja en los que quedan, de otra dirección”.
Esta última clase de randa, decía, “es la más artística, elegante y cara: la otra no la iguala, aún cuando también se confecciona en modelos muy lindos”.
Informaba que era costumbre “formar delicados tules y chales, combinando randas de hasta un pie de ancho: también suelen decorarse con éstas los extremos de las fundas de las almohadas, las toallas y los pañuelos”.
El precio de las puntillas, naturalmente, dependía de su tamaño y su calidad. “Un chal elegante vale de 2 a 3 onzas; el adorno sencillo de una enagua con una randa del ancho de una mano cuesta 5 pesos; el de una camisa, con su borde superior, 3 pesos; pero hay labores muy finas de esta clase que valen el doble”.
Informaba Burmeister que “Tucumán produce lo mejor en puntillas, con las que comercia con Chile; después sigue Córdoba, que con preferencia manda sus productos a Buenos Aires”.
El viajero elogiaba sin reservas estas artesanías que “atestiguan un gusto artístico singular y una constancia y paciencia especial”.
Burmeister afirmaba que “en Europa no se podrían hacer mejores, y no creo que puedan igualarse las de otra parte con las mejores de aquí”.