"En mi muestra se podrá ver obra mía de los años duros y de la época actual. Hay 70 obras, distribuidas en todo el museo Timoteo Navarro. Tanta obra van a ver, que me van a terminar odiando", afirma, con el sarcasmo que lo caracteriza, Gerardo Ramos Gucemas, español de nacimiento y tucumano por adopción (se radicó aquí en 1971 y desde entonces ha hecho de Amaicha del Valle su paraíso en la Tierra) y uno de los artistas más representativos de la plástica tucumana del último medio siglo.
La muestra que se inaugurará el jueves, a las 20.30, en el Timoteo Navarro, es organizada por la secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, con el auspicio de la Caja Popular de Ahorros, en conmemoración del Día de los Derechos Humanos, que se celebra el 10 de este mes.
Ramos Gucemas le cuenta a LA GACETA que hacía "bastante tiempo que no exponía". "Creo que la última vez fue cuando ya había empezado el siglo XXI. Y cuando el secretario de Derechos Humanos (Daniel Posse), a quien yo no conocía, me invitó a montar esta muestra, me interesó, ya que toda mi obra está imbuida de los derechos humanos, con planteos éticos", afirma.
Sarcástico en su decir castizo, polemista de los de antes, Ramos Gucemas no se amilana cuando se le pide una opinión sobre las nuevas generaciones de artistas tucumanos.
"No veo demasiado de lo que hacen los jóvenes; pero me temo que, por lo general, hacen una rápida incursión en propuestas que se hacen en otros lados de nuestro planeta. Y que por ahí están desconectados de nuestra realidad cercana. Pienso que quizás les faltaría una atención cercana a la realidad propia. Desde el punto de vista formal -continúa -a lo que aspiramos es a que los chicos y las chicas aprendan a dibujar correctamente. Así como los escritores tienen que aprender primero cómo se arma una oración, aquel que se dedica a las artes plásticas tiene que aprender primero a dibujar y a pintar, porque eso es el basamento del oficio. Después, que hagan lo que quieran. Las instituciones educativas deberían darle más importancia a la formación completa del artista", observa el pintor.
"Tengo un taller abierto desde hace seis años, he visto una maravillosa evolución de cómo ellas han ido atesorando lenguaje y oficio", dice Gucemas, y aclara: "y digo ellas porque la mayoría son mujeres. Y eso ocurre porque afortunadamente las mujeres empezaron a abrirse a prácticas a las que no se habían animado. La mayoría de la gente que viene a mi taller son profesionales: arquitectas, psicólogas; otras vienen de la Facultad de Artes, a la busca de una obra personal", evalúa Gucemas.
Se le pregunta si en Tucumán hay mercado de arte, y el sarcástico Gucemas vuelve a la carga: "En Tucumán, tal vez tenemos el beneficio de que no ha llegado nunca a ser mercancía, con lo cual los que todavía pintamos estamos a salvo de los vaivenes mercantiles que crean expectativas que en gran medida son falsas, y que le dieron al arte un valor subjetivo y falso".